18 diciembre 2007
NOVATO (y ciego)
06 diciembre 2007
Como una tapia
26 noviembre 2007
Tonto es el que hace tonterías
23 noviembre 2007
Tristeza
Lo siento, pero estoy algo afectado.
18 noviembre 2007
EL TRABAJO NO ES BUENO
13 noviembre 2007
Momento tenso bajo el agua
07 noviembre 2007
Para Laura
06 noviembre 2007
Esto de madrugar... (y ser un vago)
Allí estaba yo ayer con una cara de sueño que no me la iba a quitar nadie hasta pasadas unas horas. El trayecto es corto así que no puedo ni apoyarme excesivamente en el cristal porque casi hemos llegado. Y como soy un poco vago (ejem) nunca me levanto tres segundos antes de apearme y, por descontado, siempre espero a que sea otro el que le dé a la parada.
Pero pronto descubrí que iba a ser una muy mala idea dejarlo todo para el último momento y para los demás.
El otro pasajero que ocupaba el autobús estaba completamente dormido. Así que, a media curva de tener que bajarme yo estaba busando desesperadamente el botón de parada. Pero, ¿dónde narices estaba? Miré hacia un lado, hacia el otro y no había ninguno. El autobús parecía no aminorar la marcha y no quería averiguar la siguiente parada. Con lo que soy yo, seguro que acabo en Islandia.
Nos leemos en el siguiente.
Elliot.
30 octubre 2007
LOS CASIS
Hoy he llegado tarde a trabajar. Y todo por culpa de los casis:
Casi he cogido el metro que estaba en el andén cuando he bajado las escaleras y que me ha cerrado la puerta en las narices.
Casi he cogido el autobús que se ha ido delante de mis narices. Las mismas que habían aplastado las puertas del metro que casi he cogido.
Y casi me he subido al tren Chu-chú de menos diez que nos lleva de paseo hasta el lugar de trabajo y con el que llego en punto.
Pero todo son casis en esta vida:
Por un casi no dejé el piso en el que estoy y me volví a mi ciudad natal.
Por un segundo casi no he ganado un concurso de relatos.
Y por otro casi no me he ido a Suecia seis meses.
Definitivamente odio los casis.
Nos leemos en el siguiente,
Casi Elliot.
26 octubre 2007
El cansancio es malo para la salud física y mental
Y el cansancio se nota en lo físico y en lo mental, pero vamos primero con lo físico:
- Salgo del lugar de trabajo con sueño, hambre, cansancio y lluvia. Casi no puedo ni abrir los ojos porque esta mañana el despertador se ha puesto a gritar a las seis menos cuarto. No voy a decir las cinco cuarenta y cinco porque entonces sí que me da el bajón.
Miro hacia el cielo y descubro que no hay cielo, pero sí una nube negra negrísima que no sé si es de lluvia o de polución (teniendo en cuenta dónde habito todo podría ser). Pero mis dudas se disipan rápido cuando, todavía sin volver la cabeza hacia el frente, una gota me impacta en el ojo. Ya sabeis la Ley de Murphy, ya puedes tener un cuerpo de trescientos metros cuadrados, que la gota siempre te irá al ojo... Así que comienzan mis días libres lloviendo.
Voy corriendo al metro, que ahí no llueve y veo pasar las paradas hasta que llega la mía. Salgo del metro y el día se ha vuelto noche. Creo que son las cinco de la tarde, pero parecen las diez de la noche. Y llueve, pero no chisporrotea, no. Llueve, como dirían aquí, en madrileño, llueve mazo.
Así que me abrocho la chaqueta y escondo la cabeza entre los hombros. Error. En esa postura no ves más allá de tus zapatos! Y no lo digo por decir, porque... aún me duele la cabeza de haberme chocado con un semáforo que apareció donde menos lo esperaba: JUSTO DELANTE DE MI, pero cómo yo me estaba mirando los zapatos...
Estaría en rojo y ahora los semáforos utilizan otros métodos más... agresivos para parar a la gente?
- Pero el cansancio también afecta a la salud mental, o eso, o el golpe que todavía me duele. Ya llego a mi calle, doblo la esquina, me acerco al portal de mi casa, abro la mochila y... saco el abono transporte, esperando que, como por arte de magia, el billetito abra la cerradura...
(pero como a mi el ridículo me persigue, y me alcanza, mi estupidez no podía pasar desapercibida, no. Tenía que venir una vecina para verme sacar el billete de la mochila e intentando meterlo en la cerradura...)
Me tengo que cambiar de piso ya. Y tomarme una aspirina...
Nos leemos en el siguiente,
Elliot.
21 septiembre 2007
Grandes mentiras asumidas por la sociedad
05 septiembre 2007
No vuelvo a comer mirando la tele
Me gusta el brócoli, me recuerda mis tiempos en el poblado cuando el brócoli era mi sustento día sí, día también, debido a la facilidad de su preparación (brócoli y agua?) y a que, por supuesto, era barato, barato, barato.
Así que ya tengo mi plato de brócoli encima de la mesa. No hay compis de piso así que puedo ver la tele que yo quiera. Bueno, el canal, porque tele sólo tenemos una y es más pequeña que mi pobre ordenador.
Craso (que no graso, pero tampoco entiendo la palabra) error comer con la tv encendida y viendo por trigesimocuarta vez un capítulo de Los Simpsons. Te sabes de memoria los chistes, pero el día que la quiten de la programación España se hunde.
Por trigesimoquinta vez me río del último chiste de Homer, e inmediatamente después miro al plato para el siguiente bocado. Aparto un trozo de brócoli para coger un trocito de jamón y ahí... dejé de comer. Una telilla muy extraña y no identificada unía el jamón con el brócoli y algo blanco, gordo y con patas estaba allí en medio, como mirándome.
A punto estuve de echar hasta la primera papilla (o la segunda porque creo que la 1ª ya la eché una vez), pero me contuve. Aparté el plato de mi vista y tapé como pude aquel ser inmundo que me había estropeado la comida, los Simpsons y quién sabe si el resto del día.
Acabé de comer la fruta con los dos ojos escrutando el melocotón (se ha debido de sentir cohibido el pobre) y microexaminándolo en busca de cualquier objeto no identificado como comestible y recogí todo enseguida.
Tiré el brócoli con el Octavo Pasajero incluido, pero al caer a la basura, me di cuenta de que el bicho no estaba entero...
Y no digo más.
Nos leemos en el siguiente,
Elliot.
PS: Acertijo: ¿Qué es peor que encontrarse un gusano en una manzana???
09 agosto 2007
Elliotmir Szpilman "El pianista"
Pero voy a empezar la historia desde el principio.
Hace tres meses (YA!) fue el cumpleaños de Laura y como es una fecha muy especial para ella decidimos entre los dos hacer una comida especial: ENSALADILLA A LO LAURA; es decir: ensaladilla normal más toooodo lo que se les ocurra, o más bien, todo lo que haya en la nevera (desde piña pasando por manzana, nueces, jamón, ketchup, yogur, etc, etc --> esto todavía no sé lo que és...)
Y como mini regalo de cumpleaños compramos un bote de aceitunas gigante.
Ahí estábamos los dos, preparando semejante plato y esperando que llegara la hora de comer para poder disfrutarlo. Pusimos todos los ingredientes en el bol y dejamos las aceitunas para el final...
Llegó el final y... dejamos las aceitunas. Punto.
Media hora, MEDIA HORA, es lo que estuvimos intentando abrir el maldito bote de aceitunas! Pero aquello se resistía y se resistía y de pronto me acordé de "El pianista".
Yo no tenía tanta hambre como él, pero desde luego la impotencia y la rabia la compartimos.
Dándole golpecitos en la base, mojándolo, escurriéndolo, haciendo palanca con un cuchillo, con dos. Nada, imposible abrir aquel bote.
Claro, después de semejante esfuerzo la ensaladilla estaba riquísima, pero se nos quedó un sabor agridulce. ¿La piña, la manzana? NO, las aceitunas! O, mejor dicho, la falta de ellas.
Y esta historia no tendría más importancia ni la más mínima gracia si no fuera porque ayer, ayer 8 de agosto, me quise hacer una ensaladilla a lo Elliot; es decir, abrir la bolsa y comer. Y me acordé de las aceitunas. Abrí el armario para sacar una lata de atún y se me cayó un paquete de pasta. Cuando lo fui a poner de nuevo en su sitio, el corazón me dio un vuelco.
Detrás de los macarrones, ¿qué había?
EL INEXPUGNABLE BOTE DE ACEITUNAS, que, por cierto, sigue sin abrirse...
Nos leemos en el siguiente,
Elliot.
30 julio 2007
Glup, glup, glup... chof, chof, chof
25 julio 2007
Empiezo a pensar que es una mala idea coger este autobús, pero ya estamos casi en Guadalajara (sí, uno es bastante lento pensando)
Pero no me preocupo, les llamo por teléfono y ya está...
Y así llegamos a la provincia de Soria, pensando en que ahora, a la hora de la cena, estarán en casa y podré hablar con ellos, jeje.
Cojo mi bolsito de viaje y busco el móvil. Y lo busco y lo busco y lo estaría buscando todavía si no me hubiera llegado la imagen de mi mismo metiendo el móvil en la maleta para que no me estorbara cuando me he metido al baño de la estación. Y mi cara se vuelve pálida de repente: tengo el móvil en la maleta. ¿Y la maleta? En el maletero, claro, ese cubículo que NO se abre hasta llegar al destino.
Esto se está poniendo interesante y mi cara se vuelve de un blanco ariel al darme cuenta de la situación: sin el móvil (que está dentro de la maleta que está dentro del maletero) no puedo llamar a casa de Laura, no puedo avisar para que me vengan a buscar a la una de la madrugada, no llegaré hasta las dos de la mañana porque el séptimo pino está bastante lejos y no me abrirán la puerta porque... nadie abre a un tarado con maleta que llama al timbre a las dos de la mañana!!!
Pero mi cara recupera parte de su color cuando descubro que en la parada que hace el autobús podré avisar por teléfono. Seguro que hay, ¿no?
Llegamos a mi amada Esteras y más feliz que un regaliz salgo del bus directo a la cabina, pero poco me dura el color en la cara, porque inmediatamente después de pensar eso (bueeno, vale, inmediatamente, inmediatamente...) descubro que la maldita cabina funciona sólo con monedas de euro. Viene a mi mente en ese instante otra imagen de mi mismo guardando el monedero (junto al móvil) en la maleta y la maleta, en el maletero.
Miro con odio a la cabina y me odio a mi mismo por ser tan imbécil. "No, es que si lo meto en la maleta no me roban, no me roban" Sí, ya, pero tampoco puedo llamar, ni pagar nada, ni jugar a los marcianitos, ni nada de nada.
Así que no me queda más remedio que buscar a alguien con cara de buena persona y pedirle que me deje usar su teléfono, que a la llegada le pagaré.
Miro entre mis compañeros de viaje y descubro una pareja joven que parece simpática.
Respiro hondo (¿y el aire?) y me acerco a ellos. Les comento mi situación y, tachán, hay gente buena en el mundo. Me dejan llamar sin problemas.
Es la una y media de la mañana y acabo de llegar a casa, en coche y con la puerta abierta...
Uy, qué (segundo) mal rato...
Nos leemos en el siguiente,
Elliot.
08 julio 2007
Todo por el trabajo 1ª parte
Vaya principio de verano
Por favor, no le digan que la he puesto en el diario...
Así ha empezado Laura el verano de su graduación, jeje.
Nos leemos en el siguiente,
Elliot.
PS: Por cierto, que Laura está así, SIN TRENZA.
El día 07 del 07 del 07 (Bond) pasará a la historia de nuestra pequeña familia como el día que celebramos mi 20 cumpleaños y el día que la trenza de Laura murió. Será un gran día de conmemoraciones en años venideros...
05 julio 2007
Haciendo amigos por educado
24 junio 2007
La avaricia... te deja de pie
Son las ocho y media de la mañana, y llueve. Afortunadamente, el autobús llega enseguida (yo nunca llevo paraguas) Me subo en el autobús y, desafortunadamente está a tope. Como vayan todos estos a buscar el mismo libro, va a ver sangre en la biblioteca... (mmm, Sangre en la biblioteca, by Elliot Capote)
Hay algunos asientos libres al principio, pero ninguno en la ventana, así que me dirijo hacia el final.
Sigo hacia el final, sigo hacia el final, sigo hacia el final... y me choco contra el cristal.
No hay asientos libres, ni en ventanilla ni en pasillo. Cuando me giro para ir a los asientos de delante que estaban libres, un aluvión de gente me impide el paso. Todo el mundo me ha seguido hacia el final (hay que ser...) y no me dejan retroceder. Así que me quedo todo el trayecto de pie, cansado de haber madrugado, con la lluvia en los huesos y con una mala leche...
Y es que esto me pasa por tonto... y por avaricioso. ¿No querías un asiento en ventanilla? Pues te puedes mover por todo el pasillo del bus y tendrás toooodas las ventanillas del mundo.
Ya no he vuelto a hacerlo, ahora, asiento que veo (libre, claro, que uno no está tan desesperado), asiento que atrapo.
Nos leemos en el siguiente,
Elliot.
Tacones lejanos (y rotos)
Perdonene las molestias, pero seguimos abiertos en vacaciones...
Hay que ser torpe!!!
Laura, no sé si todos la conocen, pero es una chica que nunca ha llevado tacones y las faldas y los vestidos desaparecieron de su armario cuando aprendió a vestirse ella sola. Pero parece que la edad le ha hecho cambiar, aunque sea un poquito.
En tres semanas tenemos una boda y va a llevar una falda y zapatos de tacón.
Ya para buscar algo que le guste, le vaya bien con la falda, le quede bien en el pie y se ajuste al precio que quiere gastarse, la aventura empezó genial: EN BUSCA DE LOS ZAPATOS PERDIDOS.
Tiendas, más tiendas, en una ciudad, en otra, al final, al lado de casa, como casi siempre. Y se compró los zapatos, pero... no tenían su número en esa tienda. Así que tuvimos que recorrernos media ciudad para conseguir, por fin, los zapatos perfectos. Ni Cenicienta tuvo tantos problemas...
El caso es que cuando estamos en el portal de la casa de los papás de Laura, su madre decide que vayamos a comprar una botella de aceite al supermercado más cercano; es decir, cuatro portales más abajo. Y para que se vaya acostumbrando a ellos, ambas deciden que estrenará los zapatos nuevos. Son sólo cuatro portales, ¿qué puede pasar?
¿Qué puede pasar? Puede pasar que yo la acompañe y esté todo el camino riéndome de cómo camina totalmente desequilibrada.
Pero, lo que también pasó y fue mucho más grave es que Laura introdujo no sabemos muy bien cómo, el tacón del zapato izquierdo en una juntura de la acera. LA PRIMERA JUNTURA QUE HAY DE SU CASA AL SUPERMERCADO.
Lo que pasó fue desternillante. Treinta segundos de estrenados los zapatos, Laura se deja la tapa del tacón entre baldosa y baldosa.
Yo me parto de risa allí mismo y Laura retrocede dos pasos para buscar la tapa del tacón que se había salido. Obviamente, entre las risas que le contagié y la poca destreza que ambos tenemos (y que los zapatos no parecían tan malos al fin y al cabo), no conseguimos volver a meter la tapa en su sitio.
Así que el camino que restaba hasta el supermercado, la búsqueda del aceite, la cola para pagar y el viaje de regreso a casa, Laura lo hizo cojeando ya que, no quería estropear (más) el zapato dañado.
Al llegar a casa, yo todavía me estaba riendo, así que la madre de Laura nos preguntó qué habíamos hecho (¿nosotros?, ¿pero qué fama es esa?) y Laura no tuvo más remedio que sacarse el zapato estropeado y enseñárselo a su madre que no pudo hacer otra cosa que resoplar y negar con la cabeza. La pobre ya sabe cómo es Laura y aun así, la sigue acogiendo en casa un fin de semana al mes.
Nos leemos en el siguiente,
Elliot.
23 mayo 2007
Cómo estropear un día perfecto en un segundo
26 abril 2007
Empezando con buen pie... o culo
Una sala llena de gente. Algunos leen, otros miran al infinito, otros cuidan de algún bebé, dos o tres hablan por teléfono, pero todos, absolutamente todos, están mortalmente aburridos. Llevan esperando que les atiendan entre cinco minutos y dos horas.
Bienvenidos a una oficina del INEM.
Yo entro a las 10:33 am. Observo a mi alrededor y sólo veo gente y unas mesas donde una persona habla con otra persona sobre cosas que no entiendo mucho.
Así que ahí me encontraba yo, en medio de algo completamente desconocido para mi, por lo que me costó acostumbrarme a ese nuevo escenario que nunca había pisado.
Y lo que todavía entiendo menos es que tengo que coger algún tipo de ticket porque esto, como la carnecería, va por número. (¿Me pone cuarto y mitad de camionero? No mire, eso en la mesa B131, aquí sólo le podemos ofrecer un kilo de administrativo en una gran empresa envasado al vacío. Ay, sí, perdone y gracias)
Pregunté qué ticket debía coger. Cogí el número 54 e iban por el 13…
Como parecía que la cosa iba para largo, opté por realizar el siguiente recado que tenía en la agenda: Apuntarme a inglés en la Escuela de Idiomas, así que allá que me fui.
Estaba también cerca de mi casa, no tarde en ir, coger la inscripción, preguntar dudas y volver a la oficina de empleo.
Cuando llegué sólo habían pasado tres personas, pero traté de mimetizarme con el entorno, así que me cogí un periódico de esos gratuitos, Metro, ADN, DNI, o algo de eso y me puse a leerlo. Y como no había asientos libres me apoyé en una pared, pero pronto me di cuenta de mi error.
Como llevaba la mochila no me percaté de que había una palanca en el trozo de pared en la que me había apoyado. Debí de activarla de algún modo, porque de repente la pared se abrió (así sin más, ni ábrete sésamo ni nada) y consecuentemente yo caí literalmente de culo al otro lado de la pared.
¿Saben esas tortugas enanas que algún amigo tenía siempre en una de esas peceras-isla de plástico con palmerita y todo? Pues más bien parecía una de ellas cuando las poníamos boca arriba… (o cáscara abajo…)
Al darme cuenta de que no me había apoyado en la pared sino en una puerta (esta sí que estaba mimetizada con la pared) de emergencia con esas barras que empujas y se abren, me entró un ataque contagioso de risa, aunque no sé si empecé yo o empezaron a reírse las 80 personas que seguían aburridas sentadas esperando su turno.
Con tanta gente riéndose de mi, sentí algo parecido al ridículo, por lo que salí corriendo y acabé apuntándome a alemán.
Nos leemos en el siguiente,
Elliot.
PS: Al final logré apuntarme, bajo la atenta (y divertida) mirada de los que estaban detrás de mi en la cola…
17 abril 2007
Estucado y gotelé
Ocurrió ayer y hoy todavía estoy limpiando el baño.
13 abril 2007
Chucho o muete
Por un momento creo oir alucinaciones porque sólo le oigo ladrar, pero no lo veo. Creo que tengo bolis más grandes que ese..., eso..., esa... cosa.
Bueno, pero por lo menos va atado con correa.
33 segundos, 9 pisos, 166 escaleras hablando del tiempo, de qué cara se ha puesto la vida con el euro, de que este ascensor es muy oscuro y un montón de estupideces más, mientras el maldito chucho no para de dar vueltas por mis pies.
Reconozco que alguna patada mía se ha llevado cuando la dueña estaba mirando hacia otro lado.
Que la señora miraba hacia el techo para indicarme que se ha fundido una bombilla, ahí estaba mi pie apartando con un leve empujón a la rata esa. Leve, porque si es una patadita normal, con lo que abulta el chucho creo que lo hubiera empotrado y se hubiera quedado de gotelé en el ascensor.
Pero por fín llegamos a mi planta. Salgo del ascensor (adiós, adiós, adiós) y saco las llaves del bolsillo para abrir la puerta.
De pronto, un grito me hace soltar las llaves:
Grito:
- MI PERRO!!!!!!! SUELTA A MI PERRO!!!!!!!!
Me extraño y me doy la vuelta, y a mis pies veo una cosa marrón que olisquea mis bolsas: EL CHUCHO.
Pero le ocurre algo raro, se va yendo hacia atrás, hacia atrás, a pesar de que el animalillo intenta, desesperadamente, agarrarse al suelo.
Entonces me doy cuenta: el chucho está en mi rellano, el noveno, pero la vecina ya está subiendo hacia su rellano, el décimo, así que el perro tiene de tiempo lo que dure la correa para no morir ahorcado con las puertas del ascensor.
Todo ocurre en un par de segundos: la vecina me grita, yo avanzo hacia el perro que sigue yéndose hacia atrás, intento quitarle la correa, pero nunca he tenido un perro así que no sé cómo hacerlo.
El chucho se acerca peligrosamente al ascensor, la vecina sigue gritando desesperada y yo sigo sin encontrar el mecanismo que suelte la correa.
Por fin, cuando el chucho ya empieza a subir por el resquicio de la puerta, corto la correa y el perro, soltando un gritito ahogado (y nunca mejor dicho) cae a mi rellano sin la soga que iba a matarlo.
A todo esto, la vecina ya ha salido del ascensor y ha bajado las escaleras corriendo y con lágrimas en los ojos. Coge a su mascotilla y empieza a abrazarle.
Ante semejante cuadro, cojo mis bolsas, abro la puerta de mi casa, le digo adiós y cierro la puerta, mientras la señora sigue besuqueando a su ratilla, digo, perrillo. Ya he hecho la buena acción del mes o incluso del año, porque salvar a semejante... bicho, me va dar el cielo. Pero hasta ahí podíamos llegar.
Han sido unos instantes de auténtica tensión (riánse del amigo Hitchcock), pero lo que es ahora, días después, es que no consigo entrar en ese ascensor sin acordarme con una gran carcajada de lo que podría haber pasado: un chucho subiendo un piso, por fuera del ascensor!!!
Elliot.
26 marzo 2007
Lucía, Elliot y...
Lucía:
- Debe de ser que son animales vergonzosos...
Elliot:
- O, como los camaleones, no los vemos porque están mimetizados con el ambiente.
Lucía:
- Ah, claro, son peces de camuflaje.
Elliot:
- ¿Peces de camuflaje? Jajajaja, qué bueno. Es verdad, puede que tengan las escamas verdes, o azules para que no los vean en el agua...
Y nos partimos de risa por segunda vez.
De repente, se asoma una cabeza antre las nuestras que dirige la mirada hacia el interior del acuario, como nosotros que nos dice:
La tercera cabeza:
- Podría ser, pero no...
Nos giramos hacia la tercera cabeza y nos quedamos mirando hasta que vuelve a contestar:
La tercera cabeza:
- Siento desilusionaros, pero... (baja la voz y nos susurra) Es que no hay peces...
Lucía y yo nos miramos. Creemos que la tercera cabeza, que resulta ser un dependiente, ha debido de estar ahí, detrás de nosotros durante los veinte minutos que llevamos mirando el acuario. Así que no se nos ocurre otra cosa que echarnos a reír del todo.
No me acuerdo si le dimos las gracias, pero sí me acuerdo de que salimos de la tienda (había pasado una hora y media), llegamos al cine, compramos las entradas, las palomitas, fuimos al baño, llegamos a la sala, nos sentamos en la butaca, empezó la película, terminó, llegamos a casa y todavía nos estábamos riendo...
Nos leemos en el siguiente,
Elliot.
PS: Cada vez que le envío un mail a Lucía, firmo como "Pez de camuflaje". Somos absurdos, sí (¿se sorprenden?), pero me sigo riendo cada vez que me acuerdo...
23 marzo 2007
Los nervios, qué malos...
Algo me comenta alguien de que el autobús se coge no muy lejos de mi casa, así que allá voy, a "no muy lejos de mi casa". Y otro alguien me dice, no sin dudas, que el número del bus es el 572. No sé si fiarme, pero como no tengo otra cosa...
Llego a no muy lejos de mi casa y resulta que es una plaza enorme, por lo que tendré que recorrerla entera buscando la parada del 572. Empiezo y miro todas y cada una de las paradas. Nada, doy la vuelta entera y descubro, entre cabreado y divertido, que la parada del 572 está en el primer sitio donde he estado. Sin comentarios.
Subo al autobús y le pregunto al autobusero si podría indicarme la parada del Edificio 2. Me dice que, por supuesto, y que no me preocupe.
Me siento y no me preocupo. Miro el paisaje mientras tanto y me voy fijando en el camino, creo que donde voy a hacer la entrevista está fuera de la ciudad, realmente lejos, así que me relajo, ya me avisará el autobusero.
A los diez minutos (o menos) el autobusero de indica: "En la siguiente, te puedes bajar, porque el edificio al que tú vas es ese" y me señala el edificio de enfrente. Miro el reloj, sólo han pasado 7 minutos desde la parada. El fin de mundo está más cerca de lo que pensaba...
Le agradezco la amabilidad y me bajo.
Llego a la entrada del edificio y llega la gracia que tengo que hacer en las entrevistas, nunca se me han dado bien, pero esta se lleva la palma...
Me recibe una recepcionista en el hall del edificio, y esta es la conversación:
Recepcionista:
- Buenas tardes, ¿en que puedo ayudarle?
Elliot y sus nervios:
- ¿Javier Dominguez? (luego, ya más tranquilo en casa pensé: la respuesta a "¿En qué puedo ayudarle?" no es precisamente "Javier Domínguez", Elliot, pero bueno, ya estaba hecho)
Recepcionista:
- ¿Me dice su nombre y me deja el DNI, por favor?
Elliot y más nervios:
- Elliot Potter. (y saco el DNI de la mochila y se lo entrego a la recepcionista)
La recepcionista apunta mis datos en el ordenador (¿esto no es ilegal?) y después de un rato me lo devuelve. Coge al auricular y con él en la mano me pregunta:
Recepcionista:
- ¿De dónde?
Elliot en su máxima expresión:
- De Withsundays, Australia. (Yes, I'm a Erasmus Boy!)
Pero la recepcionista me mira de un modo raro, frunce los labios y su mirada es bastante fría. Recompone su cara un poco, me mira como si fuera un niño pequeño y suspira mientras me pregunta:
Recepcionista:
- No, que de qué empresa viene!
Elliot, intentando que la tierra o la planta de la recepcionista se lo tragara:
- Eh... no... vengo a hacer una entrevista...
Recepcionista, con cara de malas pulgas (pobres):
- Espere ahí, por favor.
Y yo huyo de la recepción y me siento en un sofá al otro lado de la recepcionista y fuera del alcance de su mirada asesina.
Pero, lo que yo digo, bueno sí, no he entendido la pregunta a la primera, pero tampoco me parece para tanto, ¿no?
En fin, qué malos son los nervios... (pobres, también, siempre echándoles la culpa de nuestra incompetencia...)
Por cierto, la entrevista después fue bastante bien, creo, pero como siempre meto la pata y no me doy cuenta hasta días más tarde...
Ah! Y después de la gran anécdota con la recepcionista, llegó una sorpresilla... Coincidí de nuevo con el autobusero que me había llevado Y ME INVITÓ AL VIAJE DE VUELTA!! Nunca me había pasado, pero fue genial... Ojalá nos volviéramos a encontrar.
Nos leemos en el siguiente,
Elliot.
2 relatos, 10 currículums... y 1 IDIOTA (2ª Parte)
Nada, allí no estaban. Mientras los macarrones se enfriaban en el salón, mi cabeza intentaba averiguar dónde los podía haber olvidado: ¿la tienda de las fotocopias? No, recuerdo haber cerrado la mochila con ellos dentro antes de salir de la tienda. ¿La biblioteca? No recuerdo haberlos sacado de la mochila, así que lo descarto.
Y entonces caigo (que no “me caigo”, que es distinto): CORREOS!!!!
No me lo pienso dos veces y salgo, con los macarrones diciéndome adiós desde el plato, corriendo a la calle en busca del sobre, suplicando que Correos continúe siendo la empresa que peor funciona cuando se trata de mí.
La media hora que me ha costado llegar la primera vez por la mañana se convierten en diez minutos esta segunda vez.
Con los pulmones todavía en el portal, llego a Correos y me dirijo a la misma ventanilla. No está el tipo que me ha atendido, así que le tengo que preguntar a una señora. “Oiga, arf, arf (me quito el sudor de la frente) ¿ya se han llevado las cartas, arf, arf, (más sudor) que se han entrgado hace... 1 hora?”
La mujer revisa la mesa y sentencia:
“Uy, sí, ahora mismo se los han llevado, porque llegan a las tres y media y son y treinta y cinco...”
Si fuera un personaje de Amèlie, en estos momentos me descompondría en trocitos que caerían al suelo en forma de lágrima, pero no lo soy, así que sólo sonrío como un idiota y me voy arrastrando los pies... Para una vez que funciona bien Correos y tiene que ser, ¿precisamente ahora?
Elliot.
2 relatos, 10 currículums... y 1 IDIOTA (1ª parte)
Así que me bajé a la tienda, le di el “pen drive” y me imprimió las hojas. Las guardé, pagué y me fui, no sin antes desearle que tuviera un día estupendo (literal, me encanta ser tan cursi con gente que no lo es).
Con mis gafas de sol y con una sonrisa radiante en la cara crucé todo mi barrio y parte del otro hasta llegar a mi destino, Biblioteca José Hierro.
Es estupenda porque tiene muchas plantas y los ascensores son de cristal, por lo que puedes ver el edificio por dentro y a las personas cada vez más pequeñas. Cero que en alguna ocasión he sentido vértigo, pero entra dentro de su encanto.
Así que me pasé una hora, que es lo que te dejan en esta biblioteca (en la del barrio sólo 45 minutos) mirando mi correo, respondiendo y enviando mensajes, actualizando el diario, mirando pisos de alquiler, mirando becas, cursos y viajes al extranjero, películas de estreno, las bases de un concurso de relatos al que quería apuntarme y un millón de cosas más. Reconozcámoslo, una vez que has mirado el correo y tres o cuatro tonterías más, el resto del tiempo lo inviertes en chuminadas. O eso o tienes un millón de amigos y TODOS te escriben diariamente. Y no es mi caso.
Entre unas cosas y otras, los macarrones ya estaban listos, así que puse la mesa y empecé a comer y de pronto... ¿Y los currículums?”, me pregunté.
Cuando saqué las cosas de la mochila no los vi y los necesitaba para mandar las cartas que ya tenía escritas. Me levanté del sofá y me puse a buscarlos en mi habitación.
CONTINUARÁ...17 marzo 2007
Madre Mía (Mamma Mía spanish version)
Es jueves. Mi día comienza muy temprano y termina muy tarde y con un montón de cosas en medio...
He ido a la facultad para hablar con un profesor sobre un trabajo que tengo que hacer y que me ha invitado a un vaso de leche.
Después de la reunión (donde no se me ha caído la leche de milagro) voy camino de casa de mis ex compañeras de piso con quienes había quedado para comer (una estupenda pizza en unos espectaculares platos triangulares) , y una amiga de Barcelona me llama por teléfono. Vamos a quedar esa misma tarde porque hace un montón de tiempo que no nos vemos y ha venido a la ciudad, claro.
Tras la pizza, me voy a la biblioteca, pero enseguida me vuelve a llamar Susana (mi amiga de barcelona) para decirme que me pase por el hotel donde ella se aloja cuando quiera. (¿Quieres algo, preciosa?, jeje)
Así que allá que me voy. Pero algo extraño ocurre en el camino, porque no sé cómo ni por qué, pero poco tiempo después me veo sentado en una mesa en el hall de un hotel con una entrada para ver el espectáculo de Mamma Mía esa misma tarde.
A las ocho de la tarde mi amiga Susana me presenta a una madre y a una tía que me invitan a tomar algo en la cafetería del hotel. Sentados en esa mesa me miro en uno de los espejos que cubren las paredes y no me reconozco. Pienso por qué narices estoy allí, yo iba a charlar tranquilamente con mi amiga un rato y a irme a casa, pero no, ahí estaba yo, en un hotel, en una silla que me daba vértigo y con una entrada para Mamma Mía en las manos.
A las 20:25 nos levantamos (despaaaaacio, qué duro es ser mayor, jaja) y vamos hacia el teatro (cruzar la calle, no más).
Les resumiré el espectáculo en dos palabras: MAMMA MÍA!
Me gustó muchísimo y se lo recomiendo, de veras, aunque yo ahora no les podría acompañar y verlo de nuevo por falta de presupuesto, jeje. (Susana, te lo devolveré, lo prometo)
Y ahí parecía que se iba a terminar un día perfecto en el que no había parado ni un segundo. Pero... se trata de mí, así que, por supuesto, la historia continúa...
11 de la noche (aprox)
La madre y la tía me invitan a cenar con ellas, yo digo que no, pero como ya me había pasado antes por la tarde, cuando volví a abrir los ojos estaba sentado en una silla junto a 8 personas más, de las cuales sólo conocía bien a una y a otras dos había conocido sólo unas horas antes. El resto ni papa. Ah! bueno y un detallito, una de las personas a las que no conocía era NINA, sí, la de Operación triunfo y la coprotagonista del espectáculo. Digamos que mis pensamiento durante toda la cena fue... ¿Cómo lo hago? Creo, Elliot, que tienes un serio problema para meterte en situaciones extrañas cada vez que sales de casa...
Pero allí estaba, comiendo un pollo al limón, que no era otra cosa que un filete de pollo (sigo sin saber si al pollo lo aplastaron para sacar semejante filete o es que el pollo era talla XXL) con una rodaja de limón, con 7 desconocidos y mi salvadora, Susana, que me evitó pasar más vergüenza de la justamente necesaria.
A la una y cuarto y con eso de que el metro se cerraba, y tras un autógrafo, besos, adioses y varios "Ten cuidado, no te pares a hablar con nadie", pude escabullirme de la cena, un poco antes de la cuenta (de la cuenta de pagar, no de la cuenta que se dice en la frase "Llegamos antes de la cuenta porque los pillamos..."). Mis dudas eran evidentes, no conocía a nadie, pero supongo que en el restaurante nadie hace el primo como yo y trabaja gratis, ¿no? aunque teniendo en cuenta que llevaba tres euros y doce céntimos en el bolsillo, no creo que me hubiera llegado ni para la rodaja de limón.
Pero fue una tarde y un día entero estupendos. Me alegré un montón de ver a mis ex compis, a mi amiga y vi un espectáculo genial. Y encima me fui cenado a casa!!!!!!!!!!!
Bueno, y una foto para inmortalizar el momento, jeje.
Nos leemos en el siguiente,
Elliot.
PS: Pronto, muy pronto "Dos relatos, diez currículums...Un idiota."