Llego siemper contento y con ilusión. Hoy, también he llegado regado.
Paso la tarjeta en la entrada principal, recorro cien metros y como voy en mi país multicolor con mi música y mis sueños bajo el sol, no oigo más allá de mis narices. Error.
A cincuenta metros del edificio, algo sale del suelo, pero cuando quiero darme cuenta de lo que es, ÉL ya me lo deja claro:
ÉL:
"Soy un aspersor y, oh, sorpresa, me he encendido justo en el momento en el que pasabas. Que conste que te he avisado con mi super sirena, pero... ahí va mi ducha."
Y efectivamente, la ducha me ha dejado nuevecito. Despejado, despejado.
Así que cuando he llegado a mi mesa, un compañero me pregunta:
"¿Está lloviendo otra vez?", mi compañero el avispado.
"Sí, bueno, un poco.", contesto.
Suerte que sale en un par de horas y todavía puede dejar de lover en mi mundo multicolor.
Y por si alguien se lo pregunta: Sí, en esta empresa los aspersores NO se dirigen a la zona verde, sino a las aceras. Que no voy pisando céspedes ni panchos. Aunque visto lo visto y duchado lo duchado, mañana acorto por el jardincillo.
Qué tontería. Seguro que mañana llueve y, por supuesto, no llevaré paraguas.
Nos leemos en el siguiente,
Elliot.