07 diciembre 2009

En serio no hay otro sitio???

Breve, estúpido y absurdo:

Entro al baño en la universidad, me lavo las manos, me enjabono bien porque aquí hasta tiene un gel desinfectante por si le das la mano a alguien después de orinar y un cartelito que te indica cómo tienes que lavarte las manos para eliminar todos los microbios (que digo yo que es tontería porque después, con tus inmaculadas manos tienes que abrir la puerta, así que...).

Tras seguir las instrucciones (hay 10 puntos que debes seguir para una buena limpieza de bacterias, 10!!!) me quito los restos de jabón.


Voy a secarme las manos.

No hay toallitas, damn it!


Así que no me queda otra que utilizar el secador que nunca seca pero que te destroza las manos.

Lo pongo en marcha y...

PORQUÉ TIENEN QUE PONER EL SECAMANOS JUSTO ENCIMA DEL CUBO DONDE TODO EL MUNDO TIRA LAS TOALLITAS DE PAPEL!!!!!!!??????????????????

30 minutos más tarde he terminado de recoger tooooodas las toallitas que se han esparcido por el aire y logro salir del baño.

Laura me pregunta a la salida si me ha pasado algo.
Ya lo leerá, no le voy a dar la primicia oralmente que nunca tiene tanta gracia. Escrito siempre puedes releerlo una y otra vez hasta que la risa se agote a sí misma.

Nos leemos en el siguiente,

Elliot.

01 diciembre 2009

Llegaremos alguna vez a Estocolmo??? (1a parte)

Increíble lo que te puede pasar en menos de veinte minutos.

Tras nuestras horas en Londres viendo tiendas y haciendo fotos en los parques, nos llegaba la hora de coger nuestro avión para llegar a Estocolmo, nuestro objetivo principal.
El avión salía a las 6:30am, por lo que a las cinco ya estábamos desayunando en el aeropuerto: leche, zumo, galletas y muffins londinenses. Todo, por menos de lo que nos cuesta un paquete de pasta en Dinamarca.

Tan bien nos lo estábamos pasando que cuando miramos el reloj ya eran las seis en punto y, a qué hora cerraban las puertas? A las 6:05 am. Está bien, el aeropuerto de Århus es poco más grande que nuestra habitación, pero estamos en Londres y esto es muuuuuuuy grande.

Con los muffins sin comer y las cosas sin meter en la maleta emprendimos la carrera hacia la puerta de embarque. DÓNDE ESTÁ LA 32, LA PUERTA 32, POR FAVOR!!!

Un señor amable nos lo indica:
- Señor amable:
Veis ese tren de allí? Pues lo cogéis y os bajais en la última parada?

WHAT????????????????????????????????

Las interrogaciones aún están retumbando en los oídos del señor amable porque Laura ya ha cogido sus cosas y las mías y casi está adelantando al tren.

Nos montamos en el tren, Laura no para de mirar el reloj, tontería supina porque ya son las 6:05 pasadas y bien pasadas. Pero no pasa nada, como en las películas, nos dejarán pasar con las puertas cerrándose (nota mental: la vida NO es como las películas).

Primera parada y la gente sale a cámara lenta. A Laura le va a dar un ataque y su reloj se va a parar de tanto mirarlo. Laura, en serio, por mucho que mires el reloj el tiempo no va a pasar más lento, pasa cuando pasa, como los buses en España.

Segunda parada, salimos los primeros y todavía no estoy seguro de no haber empujado a todo el mundo para hacerlo. Da igual, Laura ya está por el primer tramo de escaleras mecánicas. Mecánicas? Más bien voladoras porque ya estamos en el segundo tramo (mis pies me gritan que pare, pero la inercia estocolmera me empuja y me empuja) y derrapamos en la esquina para comprobar, con alivio, que la gente continúa en la cola esperando para embarcar.

No sé qué hora es, pero creo que hemos ido tan rápido que puede que hayamos retrocedido en el tiempo.

Ya estamos en la cola y...


Nos leemos en el siguiente,
Elliot y Laura
PS: Lo que no logro entender es cómo nos ha pasado esto OTRA VEZ!! Porque desde el principio, hemos sufrido un déjà vú, como si esto ya nos hubiera pasado en otro aeropuerto, en otro país, pero misma tensión Y MISMO HUSO HORARIO. Será eso... (véase: O(h) Porto, mío (2a parte)

20 noviembre 2009

Lo prometo, de verdad

A todos los dioses conocidos, inventados y por descubrir pongo por testigos que nunca, NUNCA volveré a quejarme de esa brisa marítima que antes me era más conocida como cierzo zaragozano.


Si por aquellas tierras, Laura y yo debíamos llevar piedras en los bolsillos para no salir volando,aquí necesitamos LA MONTAÑA ENTERA!!!!

Nos leemos en el siguiente,

Elliot y Laura

10 noviembre 2009

Stockholm HERE WE GO!!!!! (1a parte)

Nos vamos a Londres!!!!!!

Bueno, en realidad, nos vamos a Estocolmo, pero en una de estas divertidas y estrambóticas cosas que tienen las compañías de bajo coste, resulta que sale más barato viajar de Århus a Estocolmo vía Londres. Para los no iniciados en geografía es ir una hora y cuarto en avión hacia la izquierda para luego viajar dos horas hacia la derecha.

Ambos sabemos que no tiene sentido pero, nos da la oportunidad de visitar Londres por segunda vez (quién nos lo iba a decir).

Salíamos a las cinco de la mañana, no porque quisiéramos, obviamente, sino porque el avión a Londres era a las diez cincuenta y no queríamos llegar tarde.

Todo estaba controlado hasta el último minuto. Todo? Por supuesto que no, que estamos hablando de Elliot y Laura viajando!

En realidad el tema de autobuses sí estaba controlado, pero el problema siempre somos nosotros así que... qué pasa cuando el autobús que pillas tiene cuatro paradas en una plaza? Que siempre te bajas en la que no es. Y siempre vas a mirar cuál es la parada correcta empezando por la más alejada.
Pero claro, esto no lo sabes hasta que das la vuelta a tooooda la plaza mirando cada dos segundos el reloj y comprobando con el otro ojo por si vemos el autobús que debemos tomar.

Así que ahí estamos, a las cinco de la mañana, con un frío estupendo y con esa lluvia fina que se cala en los huesos, buscando desesperados la parada del bus 123, dando la vuelta al ruedo, como los toreros, pero sin el traje ni las luces.
Y ya cuando nuestras esperanzas de encontrar la parada (y con ello tomar el bus correcto, que nos lleve al otro autobús que debemos coger para llegar al aeropuerto y subir al avión que nos llevará a Estocolmo, digo Londres y luego Estocolmo, antes de las diez cincuenta de la mañana) nos dirigimos a la única parada que nos queda por revisar. Y, tachán, es la nuestra.

Laura mira desesperada el horario y me dice, con una lágrima escapándose de sus ojos, que el bus se ha ido hace dos minutos y que el próximo pasa en una hora.
Me siento en la acera, ya ni siento la lluvia colándose por mi abrigo, vaya viaje más corto. Podemos volver andando a casa desde aquí, pero no me apetece mover ni un músculo.
Laura se sienta a mi lado, igual que yo, pasa de la lluvia, creo que no sabe siquiera que está lloviendo.

Entonces, un chico con una maleta enorme nos pregunta si tenemos que coger el 123. Le respondo que sí (Laura se está imaginando cómo es Estocolmo, por aquello de no darse cuenta de que no va a visitarlo de verdad) y el tipo me responde: "Ah, tranquilos, yo también lo estoy esperando y llega tarde, todavía no ha pasado el de las 513"

Laura despierta de su pesadilla y yo he vuelto a recordar que la lluvia moja y que la comida que llevo en la mochila debe estar nadando.

Nos levantamos de un salto y confiamos en que el tipo de la maleta enorme tenga razón. Y, por una vez, Laura también confía. Y por una vez, la persona no nos ha mentido: LLEGA EL 123!!!!!

Nos montamos, dejamos las mochilas en unos asientos y nos vamos a celebrarlo al final del autobús donde hay sitios vacíos (son las 5 de la mañana, todo el bus va vacío!!) con una gran siesta que esperemos termine cuando el autobusero nos diga que es la última parada, que debemos bajarnos para coger el autobús 212 que nos llevará al aeropuerto para subirnos al avión que nos llevará a Estocolmo, digo Londres y luego Estocolmo, antes de las diez cincuenta de la mañana.

Ale, ya tenemos anécdota para todo el viaje.



Nos leemos en el siguiente,
Elliot y Laura

03 noviembre 2009

El semáforo está...

Aviso a los viajeros que se atrevan a soportar el crudo? invierno danés.
Cuando vayais a cruzar un paso de cebra, unos pajaritos os avisarán de cuándo se ha puesto verde, pero ATENCIÓN:

NO avisa de cuándo se pone rojo!!!!

Y lo más importante:

NUNCA TE DARÁ TIEMPO A CRUZAR TODO EL PASO EN VERDE!!!!!!

No sé cómo lo hacen los daneses, pero nosotros, por muy rápido que vayamos siempre acabamos corriendo en mitad del cruce.

Será que hacen los semáforos para las biblicletas y no para los peatones???

Nos leemos,
Elliot y Laura.

27 octubre 2009

Supermerca 3

La de juego que están dando los supermercados...

No es que nos pasemos la vida comprando en este país, es más, pasamos más tiempo comparando precios y descubriendo nuevos tipos de panes que comprando, que la economía no está para muchas cosas.

Pero es que siempre pasan cosas en los centros comerciales. Vale, siempre NOS pasan cosas en los centros comerciales.

El viernes, por hacer la gracia y porque no teníamos otra cosa que hacer más interesante, nos fuimos a una gran superficie de esas en las que entras pensando en comprar una cosa y terminas con el carro lleno. (Nunca es nuestro caso)

Y decidimos coger unos de esos carritos que aquí te encuentras en todos los sitios porque no necesitan moneda. Si esto fuera España... los supermercados no ganaban para comprar más.

Es Laura quien decide llevarlo, y me parece bien, es viernes y no me apetece hacer nada.

Cogimos el carrito a unos cien metros de la entrada, así que nos entretuvimos en el camino haciendo carreras por el aparcamiento. Era viernes por la mañana, así que no había muchos coches.

Llegamos a la puerta del supermercado y vemos que nos indican por la puerta giratoria de la izquierda porque los carritos no pueden pasar por la de la derecha. Así que allá que fuimos.

Nos metemos en la puerta y... AHÍ NOS QUEDAMOS.

Ni para delante ni para atrás, la puerta giratoria deja de ser giratoria y nos quedamos encerrados en medio.

Después de tantas y tantas aventuras, esto nos parece tan absurdo (y mira quién lo dice) que sólo se nos ocurre ponernos a reir estúpidamente mientras el guardia de seguridad viene corriendo porque la gente se ha parado delante de la puerta y se empieza a generar cierta confusión.

Yo sólo puedo sentirme como un mono detrás de los barrotes de su jaula en el zoo, pero sigo sin poder parar de reírme y menos si miro a Laura a la que se le van a saltar las lágrimas y las gafas.

Tres (pero qué tres) gloriosos minutos después, un consumidor empuja la puerta hacia el otro lado de por donde nos habíamos metido nosotros. Así que poco a poco, vamos retrocediendo hasta volver al punto de partida.

El guardia de seguridad nos mira mal y nos empieza a decir algo que no entendemos. Hasta que nos señala el cartel que hay encima de la puerta y comprendemos: la puerta giratoria sólo era de entrada, así que entras por el lado contrario, la puerta se bloquea y deja de dar vueltas.

Yo le doy las gracias por la explicación y Laura pide perdón por la confusión. Y otro ejemplo más de cómo es este país, el guardia nos sonríe y nos dice que no pasa nada, que el danés es así de incomprensible!!!

Con los abdominales todavía doliéndonos por la risa, entramos al supermercado, pero sé que en cuanto lo volvamos a pisar saltará una alarma en el sistema con un mensaje que diga:

CAUTION!!! CAUTION!!! CAUTION!!!

Por supuesto, el total de nuestra compra ha supuesto unas 15 koronas, poco más de dos euros. Para qué pagar una entrada carísima para un parque de atracciones si tienes supermercados con entrada gratuita???!!!!!!

Nos leemos en el siguiente,

Elliot y Laura.

23 octubre 2009

De convivencias

En la cocina de mi alojamiento existe un artefacto similar a una jarra que sirve para calentar agua. Llenas el envase, lo pones encima de una placa que calienta y en dos minutos tienes lista el agua para el té.

Un invento magnífico, útil y parece que imprescindible para la gente de por aquí (no solo daneses, sino de cualquier país) porque hoy ha sucedido una pequeña tragedia.

Nos levantamos Laura y yo y cuando salimos a la cocina, vemos a cuatro de nuestros compañeros revisando la jarra mágica que convierte el agua del grifo en té. Les pregunto qué pasa y me dicen que no funciona. Una de las chicas suspira afectadísima, otro recoge su taza y se va de la cocina y los otros dos continúan intentando reanimar al pobre electrodoméstico.

No pillamos mucho de danés, pero por el tono, creemos descubrir que están bastante cabreados, parece que se les ha muerto un ser querido y especial y que ya no van a poder beber té para el resto de sus días.

Yo me quedo mirándoles extrañado porque no entiendo la gravedad del asunto. Y Laura lo demuestra científicamente. Coge un vaso, lo llena de agua y lo introduce dos minutos en el microondas. Lo saca, coge una bolsita de té y la mete dentro del agua. En treinta segundos, lo que me cuesta a mi sacar las tostadas, el agua del vaso se tinta de té negro. Perfecto y listo para beber.

Los otros tres chicos (que poco más y le hacen el boca a boca a la jarra) miran atónitos cómo Laura se empieza a beber el té mientras pone la mantequilla en las tostadas.

Nos vamos a la mesa a desayunar mientras el chico alemán coge su vaso, lo llena de agua y lo mete dos minutos en el microondas.

Cinco minutos después, el chico alemán se sienta con nosotros en la mesa a tomarse su té, tranquilamente.

Y terminamos de desayunar con la sensación de haber ganado mil puntos entre los estudiantes con quienes compartimos la cocina.

Qué sencilla es a veces la vida y cuánto nos la complican las máquinas.

Pero, sobre todo, qué bien se siente uno al cerrar la puerta de la cocina con una sonrisa de triunfo en la cara.

Nos leemos en el siguiente,
Elliot y Laura.

PS: La jarra ha resucitado, pero creo que ya no les importa tanto que no funcione tan bien como antes. Si es que... como diría mi prima ex-inglesa y pronto prima tailandesa... Hay que ser falto!!!!

21 octubre 2009

Supermerca 2 (Donde las dan...)

Volvemos al super y volvemos a no entender nada de lo que pone en las etiquetas, la gente habla inglés, pero las patatas no.
Divisamos un tarro de algo que nos parece mantequilla, pero como no estamos seguros y no queremos llegar a casa con comida para perros, Laura decide preguntar a una señora que pasaba por allí.

Ni corta (bueno, un poco, para qué vamos a mentir a estas alturas) ni perezosa, a la muy... no se le ocurre otra cosa que decirle a la señora: Was ist das? así, en alemán y sin remordimientos (por ahora), que no quiere decir otra cosa que "Qué es esto?".
Con tan mala fortuna que la señora no solo sabía inglés, sino que también sabía alemán.
Diez minutos y veinte asentimientos de cabeza por parte de Laura después, me viene a buscar al otro lado del pasillo en el que me estoy escondiendo para que no vea que se me va a salir al diafragma de tanto reirme.

Tres minutos de (mis) risas más tarde y seguimos sin saber si podemos comprar el tarro que parece mantequilla o sigue siendo comida para perros.

Por lo menos, Laura aguantó estoicamente la explicación pillando un par de palabras de cada veinte y no se le ocurrió cortar a la mujer para decir si se lo podía explicar en inglés porque ya me estoy imaginando a la buena compradora pensando "Y esta idiota? Me pregunta en alemán y luego no sabe ni media palabra... Mejor me alejo porque estos extranjeros están locos".

Y yo también me voy a alejar porque Laura ya me está mirando mal.


Nos leemos en el siguiente,
Elliot (solo, que Laura no se atreve a compartir este)

30 septiembre 2009

No querías una ducha, pues toma dos (ACCIÓN!)

Elliot no quiere que publique esto, pero como ahora el diario también es en parte mío...

Cuando llegamos a nuestra casa danesa por primera vez, investigamos uno por uno los rincones para asegurarnos de que todo estuviera en perfecto estado. Lo estaba? No del todo, pero no fue eso lo que más nos sorprendió.

En la publicidad que nos enviaron meses atrás, nos indicaban que la habitación tenía baño propio, con ducha incluida. Así que nos sorprendimos muchísimo de no encontrarla en nuestros primeros cinco minutos de inspección casera.

Salimos a la sala común de la residencia, revisamos las habitaciones y ninguna era una sala con duchas, por si era así como funcionaban los daneses. Pero no encontramos nada parecido.
Volvimos a entrar y revisamos de nuevo el baño.

O estamos tontos o ciegos o las dos cosas, pero no encontramos nada.
Hasta que decidimos dejar la búsqueda empezada para ir a comer algo. Y yo, como buena persona civilizada que soy, me voy a lavar las manos.

Abro el grifo del lavabo y sorpresa, descubro que debajo del lavabo... está la ducha!!!!
En realidad es un cable extensible terminado en la alcachofa, pero AHÍ ESTÁ (ahí está la puerta...) Y como vemos un colgador en la pared, decidimos poner la ducha en un sitio alto, para que nos sea más cómodo ducharnos sin tener que estar estirando el cable cada vez.

Y con ese descubrimiento también nos percatamos de que todo el baño es ducha (no puertas, no cortinas), así que, nadie podrá decirnos nada si mojamos el suelo!!!!!!!!!!(ni el suelo, ni la taza, ni el lavabo ni el espejo, ni la puerta)!!!!!

Pero, atención, mis queridos lectores, atención.
Siempre que vayan a utilizar la ducha, acuérdense de apretar la palanquita que hace que el agua salga por la ducha y no por el lavabo.
Pero: ATENCIÓN!!!!!!!
Cuando vayan a utilizar sólo el lavabo, acuérdense de quitar la palanquita que hace que el agua salga por la ducha y no por el lavabo. Porque si no, les pasará como a Elliot, que se fue a lavar las manos y acabó duchándose de cabeza a pies.

Nos leemos en el siguiente,
Laura y Elliot.

28 septiembre 2009

De supermercados, estafas y pant...omimadas

Hora de ir a comprar. La nevera que nos ha tocado está tan limpia que vemos nuestro reflejo cuando nos asomamos a ella. Así que decido (a Elliot le toca hacer el vago hoy) ir a hacer nuestra primera compra.

Antes de venir para aquí, la alegría de saber que todo el mundo hablaba inglés nos llenaba y nos nublaba el juicio. Cuando aterrizas, te das cuenta de que, efectivamente, todo el mundo habla inglés, así que la alegría se te desborda. Hasta que entras en un supermercado.

Lamentablemente, la fruta, la verdura y el queso NO hablan inglés, así que todos los carteles que hay en el supermercado están en danés. Y cuánto sé yo de este idioma? Lo mínimo para darme cuenta de que es imposible de pronunciar.

Así que recorremos los pasillos dejándonos llevar por la intuición y por el tacto de las cosas. Obviamente, tontos somos un rato, pero no hasta el punto de no distinguir un tomate de una cebolla.
Pero, qué pasa cuando quieres mantequilla y no sabes distinguirla de la margarina??

Dos horas más tarde, llegamos a la caja para pagar todos los artículos. No es que hayamos comprado mucho, es que nos hemos pateado el supermercado de arriba a abajo intentando encontrar cosas baratas. Pero ya estamos avisados, eso NO lo vamos a encontrar.
Y tardamos más por la ridiculez española de querer cambiar la moneda del país por la nuestra. Para qué, si vas a tener que pagar igual? Bueno, pues nos hemos pasado otro buen rato cambiando las coronas a euros, para ver si la compra era muy cara o sólo cara.

Porque aquí por estos lares, te timan a la primera de cambio. Puedes ver en los carteles de los productos un precio como 23,95, que siempre te van a cobrar 24. Con eso de que ya no tienen las monedas de 1 y 2 øre (nuestros céntimos) pues hacen el redondeo al alza. Pero incluso con 23,75 te van a cobrar 24!!!!

Ponemos la compra encima de la cinta y se nos antoja una botellita de agua para llevar a clase los días de diario. Total, cuesta 3 coronas (0,42 céntimos) y visto lo visto, hasta nos parece barato.

Voy metiendo los artículos en las bolsas mientras voy comprobando que nos cobran correctamente (reminiscencias españolas), parece que todo está bien hasta que llegamos a la botellita de agua.
En la pantallita aparece su precio (3 coronas) y como por arte de magia, nos cobran 5 coronas.
Estoooo, WHAT????
Claro, pensamos, nos ha visto cara de extranjeros y nos quiere timar como sea.
Pero no sabe con quién se las está viendo, así que le pregunto que si nos está estafando porque en el cartel ponía claramente un 2,95 (nos damos de listos y ya sabemos que nos van a cobrar 3) pero nos está cobrando 5.
Y el cajero, muy amablemente, nos indica que algunos productos llevan un +PANT, que significa que nos van a cobrar el precio que indica + una cantidad que puede variar desde 1 corona hasta las 5 coronas.
Ahhhhh, bueno, que nos vas a estafar 2 coronas, nos estás diciendo, no?

Bueno, ya hemos aprendido, la próxima vez nos estafarán igual, pero con conocimiento de causa.

Bienvenidos a Dinamarca!!!!!!!!!!!!!!!!!!


Nos leemos en el siguiente,
Laura y Elliot.
PS: Ya lo hemos comprendido! Explico: el amigo PANT no es más que un impuesto que se paga por los envases de plástico, principalmente bebidas. Para proteger el medioambiente, se grava esta cantidad (entre 1 y 5 coronas por envase) y luego se puede recuperar (una parte, al menos) si devuelves los envases a las tiendas (hay máquinas especiales para ello).
Por eso las ciudades está siempre limpias de latas y botellas y no encontrarás ninguna en ninguna papelera, la gente que mendiga (y gente que no) se dedica a recogerlas para luego sacarse lo que buenamente pueda en las máquinas.

21 septiembre 2009

Mi caaaasa, teléfono!!

Sin acontecimientos extraños ni en el vuelo ni en el aeropuerto, llegamos Laura y yo y las dos maletas y el ordenador y la mochila a un sitio completamente desconocido y tenemos que llegar a otro sitio completamente desconocido con el aliciente añadido de que nos esperan antes de las doce de la mañana, si no, nos las tendremos que apañar para pasar toooodo un fin de semana en un sitio en el que no tenemos un techo bajo el que cobijarnos, ni siquiera un mapa para saber si tiene algún puente disponible.

A la estación de tren llegamos con una hora de tiempo, así que no puede estar muy lejos la universidad como para no poder llegar en la hora acordada. Ay, qué ingenuidad la nuestra.

En la oficina de turismo nos dan un mapa y nos indican dónde está el punto de encuentro.
Nos informan que mejor tomemos el autobús porque, no es que esté muy lejos, pero es todo cuesta arriba y con las maletas, el ordenador, los nervios y la mochila, está claro que no llegamos.

Miramos el horario de autobuses y el que nos lleva bien acaba de pasar hace treinta segundos. El siguiente, en 45 minutos y, tal y como nos explica la informadora, en Dinamarca los autobuses pasan exactamente a la hora que marca.

Vale, o vamos andando o no llegamos. Y aunque vayamos andando, no sabemos si llegaremos. En cualquier caso, miro a Laura y su cara me indica que estamos pensando lo mismo: nos imaginamos a los dos, con las maletas, la mochila, el ordenador y el mapa de la ciudad abierto intentando subir al autobús, saber qué parada es la nuestra, comprar el billete y, efectivamente, mejor corremos.

Vale, tenemos que ir de punto A a punto B, no parece muy dificil. Y no lo es, ciertamente, en menos de lo que pensamos, casi estamos en nuestro destino.
A las doce menos un minuto, tocamos a la puerta de la Oficina Internacional de la Universidad.
"Oh, habéis llegado a tiempo, casi estaba a punto de marcharme, pero os hubiera dejado las llaves en recepción, que cierra a las cuatro. Dejad aquí las maletas que tenéis que rellenar unas cosas en otra oficina".
Ehh, ¿dejar aquí las maletas? ¿Y el ordenador? ¿Y la mochila? Ya, pero... ¿estarán a la vuelta? Miro a Laura que tiene la misma cara de desconfianza española que yo, pero como el tipo de la Oficina ya lleva un pasillo y medio de ventaja, le hacemos caso y dejamos todo allí.
Madre mía, que me veo bajo techo, pero sin maletas.

Llegamos a otra oficina, rellenamos unos cuantos papeles y el chico simpático, que no deja de sonreir en ningún momento y que pongamos se llamará Mikke, nos da las llaves de nuestro nuevo hogar, nos indica cómo ir y nos acompaña de vuelta a la Oficina Internacional, donde, oh, sorpresa, TODAS nuestras cosas siguen ahí.

Nos montamos en el autobús que nos ha dicho Mikke y ya empezamos a hacer de las nuestras.
Como toda la vida, vamos a subir por la puerta principal del bús, esta es, la más cercana al conductor. Pues, oh, sorpresa 2, aquí se sube por la de atrás. O eso es lo que deducimos de un tipo que baja del autobús y nos señala hacia el final del mismo.
Ok, subimos por la parte de atrás, PERO necesitamos hablar con el conductor para que nos indique qué parada es la nuestra. ¿Por qué PERO? porque, muy a nuestro pesar, seguimos llevando las dos maletas, el ordenador, la mochila y el mapa abierto y tenemos que atravesar tooooodo el autobús, que encima es doble.
Así que nos armamos de valor y dejamos la desconfianza española ya en tierra y nos descargamos de las maletas y de todos los bultos para ir a preguntarle al autobusero.

Vale, la dirección la llevamos apuntada en un sobre, pero hemos visto que ponía algo así como Lottesvej. Y eso le decimos al autobusero: "Lottesvej". Respuesta del tipo: "EH?"
Insistimos: "Lottesvej", el tipo insiste también: "EH?"

Suspiramos y Laura regresa donde hemos dejado nuestras cosas y vuelve con el papel donde pone la dirección. Se la mostramos. Autobusero: "Ah, Lodesvai" Nosotros: "Ah". Pues eso.

Veinte minutos más tarde, el autobusero indica por megafonía lo que queremos entender por Lodesvai. Así que nos bajamos (atravesando toooodo el autobús porque se baja por la puerta de delante) y mientras lo hacemos, el autobusero nos indica que es una de estas calles, o esta o la siguiente, pero que está por aquí.

Ok, está por aquí.
Y menos mal que está por aquí porque empieza a llover y con ganas.

Media hora más tarde, la calle seguirá por aquí, pero nosotros sí estamos aquí, completamente empapados.
le preguntamos a una chica que lleva paraguas y nos acompaña hacia una calle que cree la adecuada. Llegamos, no, esta se llama Jettevej, pero no Lottesvej.
Pasamos por otra, Dortesvej. Tampoco, pero nos vamos acercando.
A la tercera, sigue sin ser la vencida, Lenesvej. Caliente, caliente.
Y, finalmente, con los zapatos chapoteando, vemos entre lágrimas y gotas de lluvia lo que parece ser nuestra calle: Lottesvej. Sí!!!

Lottesvej, bloque número 13 (para empezar con buen pie, se entiende), piso 1, habitación 8.

Llueve, hace frío, estamos agotados, las maletas pesan dos kilos más por el agua, a Laura le duele un tobillo, el mapa se ha desintegrado, las manos las tengo enrojecidas, veo el colchón. Me tumbo.
Laura se derrumba en la silla. Deberíamos llamar a casa. Pero por hoy, ya ha sido suficiente.
Mañana será otro día.

Nos leemos,

Elliot y Laura.

17 septiembre 2009

VAMOS PALLÁ!!!

Para empezar bien nuestra nueva etapa lejos del calor español y para evitar aburrir en las primeras líneas de este nuevo diario compartido, os evitaremos la tediosa información sobre cómo se desarrolló el proceso de "Elliot, sólo una pregunta... QUÉ NOS LLEVAMOS PARA PASAR CINCO MESES FUERA?????" y demás nervios de ese tipo.

Y empezaremos, como toda buena historia, por la primera aventura: embarcar en el avión (de ida, obviamente)

El billete nos dice que el avión sale a las once de la mañana, así que a las seis, Laura ya tiene abierto un ojo y yo no he podido cerrar ninguno desde ayer por la noche.

De tanto mirar si efectivamente el día de salida era correcto (no nos fuera a pasar como una que yo me sé, cuyo nombre empieza por Mar y termina por ta y espero que este año el disfraz de Halloween sea mejor que el pasado, aunque eso es fácil, viendo el resultado final), el billete ya tiene restos de mis huellas digitales, pero Laura, que es toda eficiencia en esta clase de cosas, ha tenido la precaución de imprimir el billete dos veces. Conociéndola, seguro que tiene unos cien billetes impresos, pero ya saben que más vale cien billetes en mano que... mirar cómo despega el avión desde la cafetería del aeropuerto.

El hermano de Laura, que pongamos se llama Rubén, tiene la (pa)ciencia de llevarnos a los dos y las dos maletas hasta el aeropuerto. Y, además, se prestó para llegar tarde a trabajar por esperar a que facturáramos la maleta grande.

Al llegar, nos dimos cuenta de que esos veinte minutos que pensábamos esperar, iban a ser más de cuarenta. Pero allí que plantamos nuestros nervios enmaletados y esperamos.
Bueno, yo esperé, Laura iba pensando en las mil formas de que algo saliera mal (este no es el día, o la hora, o el avión, o el destino, o el billete, o la maleta, o a o a o a o, allá van con el balón en los pies)

Hasta que nos tocó el turno y tan pendientes íbamos de que la maleta no pesara más de lo permitido, que ante la pregunta (fácil, lo sé) de la azafata "¿Ventanilla o pasillo?" no supimos qué responder. Le dio la impresión de que éramos idiotas (sólo la impresión?) y se rió de/con nosotros.
Y menos mal que le caímos en gracia porque la primera maleta pasó (17 kilos), pero la segunda, la que NO íbamos a facturar... 12 KILOS!!! Y el máximo permitido es 6 kilos.
Toda la noche haciendo pruebas, levantando la maleta una y mil veces, llegamos a la conclusión de que no pesaría mucho más de 6, a lo sumo (y resto), unos 8. Ahora veo que estamos más fuertes de lo que parece...

Pero ya está, ya la tenemos montada, Laura ve cómo el avión despega sin ella dentro, y yo veo cómo mis lágrimas comienzan a asomarse (Hola? Hay alguien ahí?).
Madre mía, la única opción que teníamos era quitar el ordenador, pero sólo pesa dos kilos y no soy de mates, pero si a 12 le quitamos 2... me da que sigue sin poder pasar por equipaje de mano!

Pero, que la gente te considere idiota a veces juega en tu favor, y la señora azafata, se apiadó de dos tontos mu tontos e hizo la vista gorda. Así que facturamos las dos maletas sin pagar los 9 kilos de más. Ya lo dice el refrán... pilla fama de tonto y vuela sin pagar exceso de equipaje!

Ya estamos en el avión y hemos preguntado a tres personas distintas si es el que va a nuestro destino. Las tres respuestas han coincidido en un sí, así que...

VAMOS QUE NOS VAMOS!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Nos leemos en el siguiente,

Elliot y Laura.

05 agosto 2009

Madre mía, qué malo es el sueño.

Son las ocho menos diez de la mañana.
Acabo de llegar a la empresa en la que hago las prácticas, pero hoy es un día especial.
Es mi último día.

Me siento en la silla.
Dejo la mochila en el suelo.
Abro un ojo.
Enciendo el ordenador.
Cierro el ojo.
Abro el otro ojo.
Abro los dos de golpe porque se me olvidó quitarle el sonido al ordenador y la bienvenida de Windows me pega un susto de muerte.
Espero a que se ponga en marcha el ordenador.
Espero a que se ponga en marcha el ordenador.
Cierro un ojo.
Espero a que se ponga en marcha el ordenador.
Cierro el otro ojo.
Espero a que se ponga en marcha el ordenador.
Creo que me he dormido.
Ordenador me indica que ya se ha despertado él también.
Abro un ojo.
Muevo el ratón hasta Inicio.
Ojo se me cierra.
Le doy a Inicio.
Abro el otro ojo.
El ratón se mueve hasta Apagar.
Cierro el otro ojo.
Windows me chilla que se apaga.

Vale, estoy idiota.
Otros diez minutos para, ahora sí, encender el ordenador (sin quitar todavía el sonido, la musiquita de Windows no se me va a ir en todo el día) e intentar ponerme a trabajar.
Hoy va a ser un día muuuuuuuuuuuuuuuuy largo.


Nos leemos en el siguiente,
Elliot.

07 julio 2009

ALTA TENSIÓN!!

Los padres de Laura se han ido de vacaciones y el avión lo han cogido aquí, así que el sábado vinieron en autobús y fuimos a buscarlos.

La odisea ya comienza pronto, cuando tarde, nos damos cuenta de que hoy es un día complicado para coger el metro justo en la línea que necesitamos coger. Pero allá que vamos. Total, vamos con un montón de tiempo de antelación. ¿Qué puede pasar?

Esperamos el metro. Nos subimos. Nos sentamos y desconectamos del mundo.
Nos despertamos levemente para escuchar que la próxima estación es una que NO deberíamos pasar porque nosotros vamos hacia el lado contrario. Nos aseguramos de que así es y... efectivamente, vamos hacia el lado contrario al que deberíamos.
Miramos el reloj. Queda tiempo.

Cambiamos de andén. Y volvemos a esperar el metro, esta vez en la dirección correcta (o eso esperamos...)
Pasa uno, hasta arriba. Lo dejamos.
Pasa otro, puede que hasta más arriba que el anterior. Claro, los que han dejado pasar el anterior metro no han querido esperar más. Pero nosotros sí. Seguimos dejando.
Pasa otro, miramos el reloj, miramos a la gente que se apiña en los vagones. Volvemos a mirar el reloj, nos miramos, lloramos un poco y nos metemos. No respires, no respires, que si no no entramos!!!

Y en la segunda estación: nos paramos. Genial. Obviamente, el tiempo no es infinito y ya vamos a llegar tarde, por lo menos diez minutos.
A los cinco minutos de estar ahí encerrados, decidimos avisar al otro integrante de la familia que iba a buscar a los padres de Laura. "¿Dónde estáis, ya en la estación?Nosotros llegaremos tarde, pero bueno, no pasa nada, ya os llamamos para saber dónde estáis"

Menos mal que hay cobertura y podemos enviar el mensaje.

Pero nuestros ojos se abren como los de los dibujos animados cuando recibimos la respuesta: "Nosotros estamos en casa. Dijeron que ibais vosotros!"

Oh, oh. Nosotros, los que íbamos (así en pasado) a buscarlos, estamos encerrados en un vagón lleno de gente. Ya han pasado diez minutos de la hora. Y no tenemos ni idea de cuándo arrancará esto!

Una nueva llamada (señora, quíteme su oreja para que pueda levantarle la pestaña al señor y así pueda pulsar el botón verde del teléfono) para avisar de que llegaríamos tarde y que nos esperaran.

Finalmente, todo termina bien. Laura y yo seguimos respirando y los padres de Laura ya están de vacaciones (otra historia que debe ser contada en otra ocasión).

Pero vaya tensión absurda en una tarde de sábado!

Nos leemos en el siguiente,
Elliot.

02 julio 2009

A la zapatilla por detrás ¿o era la plantilla por detrás?

Caminando iba ayer por la mañana cuando sentí que algo me rozaba el bajo del pantalón.

Enseguida Dudas me asaltó: ¿Qué puede estar rozándome el bajo del pantalón? ¿Un perro? ¿Un gato? ¿Un hámster? ¿Cualquier otro de los bichos del mundo animal? ¿Un charco? ¿En verano, a 40 grados? (Dudas tiene mucha imaginación)

Obviamente, no podía ser, así que al llegar a la parada del autobús que tenía que llevarme al sitio donde hago las prácticas, me observé detenidamente.

Cuando vi lo que me estaba rozando el bajo del pantalón y ya parte de mi pierna, no me lo podía creer:

¡¡¡¡¡MI PLANTILLA ESTABA INTENTANDO HUIR DE MI!!!!!

Parece ser que a la plantilla no le gusta el sitio en el que le ha tocado vivir e intentaba reptar por detrás de la zapatilla hasta que consiguió sacar casi la mitad de su cuerpo.

A punto de perder la plantilla para mis sufridos pies, me subí al autobús y me senté en el último asiento para poder sacarme la zapatilla, regañar a la plantilla mientras la volvía a meter en su sitio y me planteaba pegarla a la suela de la zapatilla para que esto no volviera a ocurrir.

Pero como no me gusta obligar a nadie (ni a nada) a hacer lo que no quiera, he optado por dejarla en paz durante una temporada y que sea libre a pesar del susto que me ha dado.

Hay que comprenderla, no es un trabajo muy grato, yo también intentaría huir.

Nos leemos en el siguiente,

Elliot.


16 junio 2009

A68: tocado y hundido!

Siempre he sido de las personas que creen que el tiempo pone a todo el mundo en su sitio y que el karma de la vida compensa las malas y las buenas acciones para que disfrutemos de un equilibrio en nuestras vidas.
Y siempre hay experiencias que reafirman mi teoría, como ésta.

Después de un día duro y de pasar varias malas noches pensando en la suerte que habrán corrido mis tuppers (véase: COMIDA RÁPIDA) llego al sitio donde hago las prácticas de verano, con la intención de tomarme la vida y el trabajo con humor. Total, ya he aprendido a hacer cafés y fotocopias, así que mi vida laboral es mucho más fácil.

En un momento de hastío laboral en el que hasta los teléfonos parecían estar en huelga, me levanto y me dirijo hacia el baño.
Para hacer un poco más el vago, en vez de volver directamente a mi mesita, me recreo viendo la máquina de dulces.
Y como siempre, voy diciendo los números de las cosas que me comería si tuviera dinero y si tuviera ganas de pagar casi dos euros por un sandwich de tortilla de patata helada.

Y de pronto mis ojos se paran en un donut. Y mi cerebro empieza a salivar:

CEREBRO:
- Tïo, glup (traga saliva), ¿hace cuántos años que no te comes un donut?

ELLIOT:
- Tantos ya que ni me acuerdo. Igual hasta me han dejado de gustar.

CEREBRO:
- ...

ELLIOT:
- ...

CEREBRO y ELLIOT (a la vez):
- Jajajajajajajajajajajajajajajajajaja. Amos, hombre, eso no te lo crees ni tú. Y tú menos.

CEREBRO:
- Enga, tío, ¿que no estaría genial que cayeran donuts del cielo?

ELLIOT:
- Sí, como en el anuncio ese de hace algunos años que levantabas el dedo y te caía uno.

CEREBRO:
- Le voy a decir a DEDO ÍNDICE que marque los números en la máquina.

ELLIOT:
- Venga, estaría bien, díselo. Total, de sueños también se vive.

Mi dedo índice de la mano izquierda se adelanta al resto del cuerpo y marca las casillas A68, código de apertura de candado para el pobre donut.

A
6
8

Y EL MILAGRO SE HIZO!!!

Todos los donuts que hay destrás empujan al primero que, con un salto mortal, cae a la bandeja.

CEREBRO y ELLIOT:
- Tío, esto no está pasando. Aquí hay algo raro. Seguro que tiene truco.

Mi mano derecha cobra vida propia y se acerca a la puertecilla de la máquina por donde salen las cosas. ESTÁ ABIERTA!
Como si de un trofeo se tratara, DEDO ÍNDICE y DEDO PULGAR cogen el donut que se materializa delante de mi y de mi saliva que está casi llegando al suelo.

Estoy tan nervioso que no sé qué hacer, si comerlo, si guardármelo. Miro a mi alrededor por si alguien estuviera observando mis movimientos, pero nadie parece haberse percatado de que ME HA CAÍDO UN DONUT!!!!!

Salgo de allí y no me cabe la sonrisa de tonto en la cara. Creo que es el mejor donut que me voy a comer en la vida. El que más voy a disfrutar y el que más voy a tardar en comérmelo. Más que nada porque milagros así no creo que se repitan muy a menudo y puede que tarde otros quince años en comerme un donut de este tipo.

CEREBRO y ELLIOT:
- Mira que si ahora resulta que es verdad que no te gustan...
Jajajajajajaja

El karma ha devuelto el equilibrio a mi vida: el otro día me quedé sin comida y hoy me regala un donut!!!


Nos leemos en el siguiente,

Elliot.

07 junio 2009

COMIDA RÁPIDA

Son las siete de la mañana y me levanto a estudiar el examen que tengo a las nueve. Quien dice estudiar, dice pasar las páginas con un ojo medio abierto y el otro medio cerrado.

A las ocho ya estoy listo para irme a la facultad. Mochila con los apuntes, bolis de sobra, la bolsa de la comida y un montón de nervios. Lo de siempre.

Llego a la facultad, hago el examen, los nervios me los dejo en el cajón y con ellos dos bolis (que no se me olvide robar otro del banco de al lado de casa para el próximo examen). Y me voy hacia el metro porque ahora tengo que irme a las prácticas.

Llega el metro, me siento, leo un periódico que hay tirado, juego con el móvil, llega mi parada, me levanto y salgo.

Dos segundos más tarde me doy cuenta de que voy más libre que antes. ¿Libre? No, la bolsa de la comida no la he cogido!!!
Me doy la vuelta rápidamente, pero las puertas del metro son más rápidas y no hay sitio para los tres en este andén.

Le doy al botón desesperadamente, pero el metro me hace un corte de mangas y me escupe su pitido en la cara.

Veo cómo ya empieza a moverse y no se me ocurre otra cosa que seguirle corriendo a su altura. Veo a través de la ventana la bolsa de mi comida que me despide con el asa y yo no sé si llorar o sacar un pañuelo y agitarlo en el aire.

Cuando el metro desaparece por el túnel y me choco casi literalmente con el espejo, me doy cuenta de la cara de idiota integral que se me ha puesto.

Y ahora, ¿qué narices hago? ¿Me subo en el siguiente metro y grito "Siga a ese vagón"? ¿Persigo mi bolsa de la comida por las vías, por el andén, por satélite? ¿Por qué no compré el GPS de los tupper?

Son las tres y media de la tarde, he madrugado, he pasado nervios, tengo sueño, y además, no me había dado cuenta hasta este momento de que tengo mucha hambre Y NO TENGO COMIDAAAAAAA.

Ríanse de mi hoy porque puede que muera esta misma tarde de inanición.
Nos leemos en el siguiente,
Elliot.

27 mayo 2009

¿Hay alguien ahí?

Me despierto, medio dormido, vale, pongamos 3/4 dormido, más bien.
Enciendo la radio casi antes de abrir los ojos, me desperezo, doy vueltas en la cama haciendo crujir todos mis huesos, hasta que me quedo tranquilo y me pongo a mirar el abismo que en este momento me parece bajar de la cama.

Voy levantando la mirada poco a poco, intento medir la distancia entre el sitio en el que estoy y las zapatillas.

BUFFFFFFFFFF (demasiao, tío)

Sigo avanzando con la mirada. Lo siguiente que encuentro, el armario.

Más BUFFFFFFFFFF

Y un poco más allá... mis ojos se quedan petrificados.

HAY ALGUIEN AHÍ, JUSTO ENFRENTE DE MI, MIRÁNDOME CON OJOS ACUSADORES.

Ehhhhhhh esstteeeeeeeeee

Vale, soy yo.

Que no se me olvide cerrar esta noche la puerta del armario. Mi reflejo en el espejo a estas horas de la mañana da mucho miedo.

Nos leemos en el siguiente,
Elliot.

29 abril 2009

SOY FAMOSOOOOOOOOOOOOO


¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡He salido en la tele!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!


Mis quince segundos de gloria los podrán encontrar aquí:

a) http://pagina2.rtve.es/
b) Todos los programas.
c) Programa número 62 (está dedicado a Bernando Atxaga, pero creo que es una excusa, jeje)

Pero tengan en cuenta que salgo al final (antes de que aparezcan unos bellos flamencos y otros bichos, y no quiero comentarios) y literalmente son 15 segundos de gloria, pero...

HE SALIDO EN LA TELEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE

Y como dicen en una canción española: "Soy famosooooo y salí en televisión con mi nombre propiooooo"

Ains, ya el día ha dejado de tener sentido para mi.

Nos leemos en el siguiente (si mis fans me dejan),

Elliot Potter.

03 abril 2009

Ya ha llegado la primavera... a mis zapatos

Ha llegado la primavera, así que he sacado los zapatos primaverales para que mis pies respiren este aire tan puro y lleno de alergias.

Nos hemos ido con ellos hasta una biblioteca y hemos visto que el cielo estaba un poco encapotado, pero, obviamente no se nos ha ocurrido a ninguno de los tres, coger el paraguas. ¿Total para qué, si siempre terminamos más mojados con paraguas que sin él?

Hemos llegado sanos y secos a devolver un libro, hemos cogido otro y en la puerta de la biblioteca, el diluvio universal. Por lo menos, el madrileño, que tampoco hay que exagerar.

Como somos de norte, hemos salido a la calle sin preocuparnos de nada.

Cien metros más abajo, mis zapatos empiezan a quejarse: chof, chof, chof, chof, chof...

Ciento un metros más abajo, los calcetines también se quejan: chof, chof, chof, chof, chof, chof, chof...

Llego a casa. Me quito los zapatos, me quito los calcetines, buceo hasta el baño y una vez allí compruebo, por decimotercera vez en lo que llevamos de año que esos zapatos TIENEN UN MONTÓN DE AGUJEROS EN LA SUELA!

Pero, sí, todos sabemos que nos los volveremos a poner cuando llueva. ¿Dos veces en la misma piedra? Y tres, y cuatro, y cinco...

Nos leemos en el siguiente,
Elliot.

11 marzo 2009

103!!

Se acabaron los exámenes, se acabaron las vacaciones en Oporto y volvemos a la rutina.

A principios de curso, me agencié un candado para poder tener una taquilla cerca de clase y poder dejar ahí mis objetos varios y no tener que ir cargando con ellos todo el día.

Ahora que he vuelto y quería hacer un uso más continuado de la taquilla...

NO SÉ CUÁL ES!!!

Todo un mes tratando de acordarme del número de la taquilla y nada.

Así que hemos pasado a la acción: despacio, porque a los delincuentes les va mejor la lentitud que las prisas, estoy revisando todas las taquillas donde se supone que estaba la mía.

Pues bien, un mes más tarde, sólo puedo constatar que mi candado no está en ninguna de las 103 TAQUILLAS en las que podía haber estado!!!!

¿Dónde estará mi taquilla? Ni idea, pero la cara que se me ha puesto de delincuente por ir abriendo una a una tooooodas las taquillas de mi pasillo, no se me irá nunca.

Nos leemos en el siguiente,
Elliot.

18 febrero 2009

O(h) Porto, mío (2ª parte)

Todo lo bueno se acaba pronto, incluidos los croissanes, las galletas, las rosquillas de chocolate, el queso, los panecillos, las cookies, el chocolate, las chucherías. Madre mía, qué alimentación sana llevábamos, ¿eh?

Pero el viaje llega a su fin.
El miércoles nos fuimos lentamente hacia el metro, que no pagamos, y llegamos al aeropuerto con tiempo de sobra.
Pasamos los controles de seguridad, incluyendo un "¿Qué llevas ahí en el bolsillo?", "Es un pañuelo usado, señora, un pañuelo" y nos vamos a comprar vino de la tierra a un precio 1000 veces mayor que en el resto de Oporto. Bueno, el free tasting también entró en el precio, así que no fue tan free.

Tras las compras, nos fuimos hacia la salita donde aguardamos a que llegara nuestro avión.
Nos entró el miedo cuando el tipo que estaba embarcando a los que iban a Frankfurt obligó a muchísima gente a llevar todos los paquetes en uno solo, por lo que más de uno tuvo que dejar lo que acababa de comprar allí tirado en el aeropuerto.
Ante esa situación, intentamos meter absolutamente todo en las mochilas. Incluidos 10 croisannes que nos dolieron verlos tan espachurrados.
Pero, obviamente, la bolsa con las botellas no cabía ni de Blas.

Ya estábamos planeando cómo engatusar al de la puerta cuando nos damos cuenta que se acerca la hora. Nos ponemos en la cola, pero vemos en la pantalla que el vuelo es para Amsterdam y no para Madrid. A mi me daba igual irme a Amsterdam, pero Laura y MJ se preocuparon por si se había retrasado ese y ahora habría que embarcar por otra puerta para Madrid.
Pero no, ese avión iba correctamente para Amsterdam.
Y entonces, ¿el que va para Madrid?. Qué raro, es casi la hora y...

¿Casi la hora? ¿CASI LA HORA? Pero la hora de España y no de Portugal!!!
Por lo que queda TOOOOOOODA UNA HORA para que realmente sea nuestro vuelo.
¿Por qué no cambiamos la hora cuando llegamos aquí? Por no cometer estupideces como esta.

Así que, después de las prisas por recoger todas nuestras pertenencias en un solo paquete, descubrimos que teníamos una hora para buscar Nesteas con sabor a mango y piña por todo el aeropuerto.
Después de recorrerlo entero (es decir, 10 minutos más tarde), nos acomodamos a esperar en unas sillas de madera.
Quince minutos de Oporto después, descubrimos unos sillones en los que no había nadie, pero tampoco había que pagar. Estos oportanos...

Allí nos podían haber dado las tres de la tarde del día siguiente. Esos sillones eran una maravilla. Pero teníamos que regresar.

A diez minutos para que saliera el avión, volvemos a bajar a la puerta 14 y descubrimos, no sin cierto temor, que ya no hay nadie esperando. ¿llegamos casi tres horas antes y HEMOS PERDIDO EL AVIÓN? Sólo nos puede ocurrir a nosotros.
Pero ya les dije que el tiepo en Oporto pasa de otra manera, así que es posible.

Tal sería nuestra cara de "Chicos, acabamos de perder el avión", "No puede ser, faltan diez minutos, FALTAN DIEZ MINUTOS" que una azafata nos pregunta si volamos en ese avión. Sï, Sí, SÍ!! y en menos de un minuto nos chequea la tarjeta de embarque y salimos al exterior a buscar nuestro transporte.
Tanta angustia porque nos dijeran que no podríamos volar con las botellas y ni nos las miraron.
Ahí está el truco, llega diez minutos antes de que se vaya el avión y te dejarán subir con botellas, armas y una bomba en la mano.

Con prisas y con malas caras de los azafatos y azafatas del avión, subimos las mochilas a los compartimentos, nos sentamos en unos asientos libres, nos abrochamos el cinturón y descansamos del estrés.
En ese momento, una voz de ultratumba nos dice que el avión está a punto de despegar y que debemos apagar los móviles.

¿Los móviles? ¿LOS MÓVILES? ¿DÓNDE ESTÁN LOS MÓVILES?
¿Dónde van a estar? Dentro de la bolsita, dentro de la bolsa, dentro de la mochila que está dentro del compartimento.

Nos volvemos a agobiar, nos desabrochamos el cinturón, nos levantamos, sacamos las mochilas del compartimento (la mía goteando además), buscamos desesperados los teléfonos (y todo por la manía de querer que todo vaya en el mismo paquete), los apagamos, volvemos a cerrar la bolsita del móvil que va dentro de una bolsa más grande que va dentro de la mochila, volvemos a subirlas al compartimento (los azafatos ya están escribiendo nuestros nombres junto a la advertencia de: NO PUEDE VOLAR), nos sentamos/derrumbamos, nos abrochamos el cinturón y nos volvemos a relajar. Mientras, el avión ya se está moviendo...

Una hora más tarde, nuestras caras muestran un agotamiento brutal y nuestro ánimo sigue volando porque desde luego yo aún no lo he recuperado.

Tendremos que ir a buscarlo montados en otro avión... ¿Para cuándo el siguiente?

Nos leemos en el siguiente,
Elliot.

11 febrero 2009

O(h) Porto Mío (1º parte)

Viaje con Laura y MJ a Oporto. Sí, ya se pueden empezar a reír.

El avión genial, dando la paliza a todos los que nos acompañaban. ¿Cómo se puede hablar tanto rato seguido? No lo sé, pero lo hicimos.


Y llegamos a una ciudad mágica, donde el tiempo pasa de una forma rara (o directamente no pasa) y donde nos sentimos ruines al ver que hasta los ciegos
picaban el billete de metro y nosotros nos colábamos. Pero, jo, es que no tienen torniquetes, es el paraíso de los que somos como nosotros, ruines.

El diluvio universal nos hace refugiarnos en la Pensao (así, con acento portugués) ya por la tarde y tras varias pelis en versión original (cómo mola, tío) salimos de nuevo a perdernos una y mil veces y a hacer tiempo porque hemos preguntado a la recepcionista cuándo podríamos volver, nos ha dicho a eso de la una o las dos y no nos parece respetable regresar antes de las ocho. (qué tristes somos!!)
Así que, para hacer el turi un rato, nos pillamos una pizza Portuguesa en Portugal. No se puede ser más guiri, lo sabe
mos, pero allá que compartimos una pizza mediana (que aquí llaman "familiar", cuestión de morro publicitario) y un refresco.

Y no llegan a dar las diez de la noche y ya volvíamos. ("Estaba por aquí, pero esto no me suena, claro, como que nos la acabamos de pasar!!")


Y llega la noche. Y parece que pasa (la noche, digo), por eso nos despertamos pensando que ya serán las once de la mañana porque hemos descansado un montón y miramo
s el reloj para comprobar que son... las cuatro de la madrugada.

Y nos vuelve a pasar un rato después (que nos parecen días enteros), se despiertan MJ y Laura, les pregunto qué hora es, me dicen que las ocho, les digo que no puede ser, me dicen que sí, les digo que llevo e
n la cama siglos, ellas me dicen que ellas también y es cuando MJ se da cuenta. No son las ocho de la mañana, SON LAS SIETE porque en Portugal es una hora menos.
Y yo no puedo estar más en
la cama, me entra la risa y me tengo que ir al baño.

Vuelvo, me duermo otra vez. Me despierto y ahora sí que sí que tiene que ser la una del mediodía y MJ otra vez, "No, son las ocho y cuarto". NO PUEDE SER!!!! Y decidimos venir a vivir a Oporto en época de exámenes porque está clarísimo que nos cundiría mucho más el tiempo.

Como no se puede exp
licar una ciudad como Oporto en un diario, sólo se puede vivir, les terminaré contando que lo mejor de la ciudad, no son las casas viejunas, ni el puente, ni que esté a un centímetro de la nada porque si te asomas un poco más de la cuenta te caes de la península Ibérica, no. Lo mejor de la ciudad son LOS CROISSANES!!!! a 30 céntimos la unidad, adivinen qué comimos, desayunamos y cenamos...


Continuará...


Nos leemos en el siguiente,
Elliot.

22 enero 2009

El día del juicio...

Esto de tener juicio no me va demasiado.
Resulta que a Laura le está saliendo ahora y es un poco raro, porque yo pensaba que lo adquirías o incluso lo podías comprar, como en las pelis.
Pero parece ser que sale de tu interior.
Y tiene todas las papeletas para que no me apetezca lo más mínimo tenerlo.

Sólo tiene desventajas:
- Para empezar, no puedes abrir la boca del todo (o casi nada, ¿verdad, Laura?)
- Así que no puedes comer muy bien y los macarrones casi hay que pasarlos a puré.
- Es muy doloroso, sobre todo cuando veo a Laura intentando bostezar.
- Y lo peor, peor de todo, es que también te duele al reír, así que mejor no hacerlo.

Dicen que el juicio te sale cuando eres adulto. Creo que estaré de vacaciones cuando pasen la revisión ese día...

Qué aburrido es, pero tranquila, Laura, que ya estoy yo aquí para poder reirme por los dos. De tí, contigo... detalles preposicionales.

Nos leemos en el siguiente,
Elliot.

14 enero 2009

Ser VIP, durante tres segundos

Paseo despreocupado por la calle.
Un taxi se para justo delante de mi.

SEGUNDO UNO:
El taxista sale, abre la puerta del maletero y después la de los clientes.

SEGUNDO DOS (ó segundo segundo):
Me quedo petrificado.
¿Eso va por mi?
¿Laura ha contratado un taxi para que me lleve a casa?
¿Me subo?
¿Y si luego me cobra?
Porque con lo que llevo en la mochila no llego ni a cerrar la puerta.
Pero es que está justo delante de mi!
¿Me subo?
Que alguien me responda a algo!!!!

SEGUNDO TRES:
Decidido, me subo.
Oye, se ha parado él solito, yo no lo he llamado, se han abierto las puertas y estoy a menos de un paso de meterme en el taxi.
Venga, allá que voy!

SEGUNDO CUATRO:
Un tipo trajeado pasa velozmente por mi lado, introduce la maleta en el portaequipajes y se mete en el taxi mientras dice "Al aeropuerto, rápido, por favor", como en las películas.
El taxi arranca delante de mis narices.

Y yo me quedo ahí parado, ya no soy importante, pero me queda la duda de si el tipo se metió porque yo no me atreví y se coló...
Dudo, pero no de una forma normal, no, sino de una forma importante, que para algo he sido alguien durante tres segundos.

Nos leemos en el siguiente,
Elliot.

PS: ¿Se han fijado en la cantidad de cosas que puedo pensar en un solo segundo? Hasta yo estoy sorprendido.