26 marzo 2007

Lucía, Elliot y...

Ahora que llega el cumpleaños de una amiga mía a la que echo mucho de menos, me he acordado de una historia que protagonizamos los dos, un día que salimos juntos a pasar la tarde a un centro comercial que había en el poblado, donde vivía antes.

La película que queríamos ver era "Los padres de él", pero no sabíamos el horario, así que fuimos a las cuatro de la tarde. Descubrimos con pesar, al llegar a la taquilla, que la película tenía un único pase a las seis de la tarde.

Buff, dos horas esperando en un cutre centro comercial...

Como no nos apetecía volver a casa a esperar, decidimos hacer una excursión por el edificio.

Con muchísima alegría descubrimos que había una tienda de animales y allí que nos fuimos.

Con toda la tranquilidad del mundo nos paseamos por todo aquel extraño mundo del reino animal. Vimos pájaros de un montón de especies, perritos, gatitos, ratoncitos y otros animalillos de compañía normales y corrientes. Pero había otro tipo de bichos, como las iguanas, las tortugas gigantes, loas cocodrilos enanos o las arañas, que también se vendían en esa tienda.

Y llegamos a la sección de los peces, la favorita de Lucía.

Peces naranjas, amarillos, verdes, azules, que brillaban en la oscuridad. Grandes, pequeños, con motitas, lisos, con bigotes, con pinchos y una barbaridad más de especies que poblaban las millones de hileras de peceras que había en una de las paredes.

Me acuerdo que nos acercamos a un acuario que estaba un poco apartada, un poco más grande que las otras peceras. Qué buena pinta tenía. Supongo que era una especie de chalet para peces, o para otros bichos, pero uno grande, en comparación con el resto de apartamentos en los que convivían los demás especímenes.

Nos asomamos y nuestras caras quedaron a unos escasos tres centímetros del cristal. Comenzamos a investigar qué clase de animales vivían en esa enorme mansión.

Lucía:

- Igual están dormidos dentro de esa especie de nave espacial que hay en el fondo.

Elliot:

- Si, puede ser, pero si son peces, nunca he visto que los peces duerman cada uno en su camita.

Lucía:

- ¿Te imaginas, cada uno en su habitación, con su camita y su escritorio?

Elliot:

- Sí, y compartiendo la cocina y el baño, como nosotras, jajajaja.

Nos reímos durante un rato de nuestras ocurrencias y seguimos investigando. Ya han pasado diez minutos desde nuestra absurda conversación sobre los peces en piso compartido, pero seguimos sin ver absolutamente a ningún bicho.

Lucía:

- Jajajaja. Y si hay peces-bebé, entonces estarán en sus cunitas, jaja.
Otros cinco minutos, y ya van quince desde que empezamos a mirar el acuario.Y seguimos divagando (y cada vez vamos a peor) sobre los especímenes que habitan lo que ya hemos bautizado como "la mansión", mientras nos reímos a carcajadas, com si estuviéramos solos en la tienda.

Lucía:
- Debe de ser que son animales vergonzosos...

Elliot:
- O, como los camaleones, no los vemos porque están mimetizados con el ambiente.

Lucía:
- Ah, claro, son peces de camuflaje.

Elliot:
- ¿Peces de camuflaje? Jajajaja, qué bueno. Es verdad, puede que tengan las escamas verdes, o azules para que no los vean en el agua...

Y nos partimos de risa por segunda vez.

De repente, se asoma una cabeza antre las nuestras que dirige la mirada hacia el interior del acuario, como nosotros que nos dice:

La tercera cabeza:
- Podría ser, pero no...

Nos giramos hacia la tercera cabeza y nos quedamos mirando hasta que vuelve a contestar:

La tercera cabeza:
- Siento desilusionaros, pero... (baja la voz y nos susurra) Es que no hay peces...

Lucía y yo nos miramos. Creemos que la tercera cabeza, que resulta ser un dependiente, ha debido de estar ahí, detrás de nosotros durante los veinte minutos que llevamos mirando el acuario. Así que no se nos ocurre otra cosa que echarnos a reír del todo.
No me acuerdo si le dimos las gracias, pero sí me acuerdo de que salimos de la tienda (había pasado una hora y media), llegamos al cine, compramos las entradas, las palomitas, fuimos al baño, llegamos a la sala, nos sentamos en la butaca, empezó la película, terminó, llegamos a casa y todavía nos estábamos riendo...

Nos leemos en el siguiente,

Elliot.

PS: Cada vez que le envío un mail a Lucía, firmo como "Pez de camuflaje". Somos absurdos, sí (¿se sorprenden?), pero me sigo riendo cada vez que me acuerdo...

23 marzo 2007

Los nervios, qué malos...

Voy a mi primera entrevista de trabajo. Pero en mi línea: sin saber qué autobús hay que coger, ni dónde tengo que pararme, ni nada... Así que me voy a la aventura, bien vestido, pero como si fuera a la Ruta Quetzal.
Algo me comenta alguien de que el autobús se coge no muy lejos de mi casa, así que allá voy, a "no muy lejos de mi casa". Y otro alguien me dice, no sin dudas, que el número del bus es el 572. No sé si fiarme, pero como no tengo otra cosa...
Llego a no muy lejos de mi casa y resulta que es una plaza enorme, por lo que tendré que recorrerla entera buscando la parada del 572. Empiezo y miro todas y cada una de las paradas. Nada, doy la vuelta entera y descubro, entre cabreado y divertido, que la parada del 572 está en el primer sitio donde he estado. Sin comentarios.

Subo al autobús y le pregunto al autobusero si podría indicarme la parada del Edificio 2. Me dice que, por supuesto, y que no me preocupe.
Me siento y no me preocupo. Miro el paisaje mientras tanto y me voy fijando en el camino, creo que donde voy a hacer la entrevista está fuera de la ciudad, realmente lejos, así que me relajo, ya me avisará el autobusero.
A los diez minutos (o menos) el autobusero de indica: "En la siguiente, te puedes bajar, porque el edificio al que tú vas es ese" y me señala el edificio de enfrente. Miro el reloj, sólo han pasado 7 minutos desde la parada. El fin de mundo está más cerca de lo que pensaba...
Le agradezco la amabilidad y me bajo.
Llego a la entrada del edificio y llega la gracia que tengo que hacer en las entrevistas, nunca se me han dado bien, pero esta se lleva la palma...
Me recibe una recepcionista en el hall del edificio, y esta es la conversación:

Recepcionista:
- Buenas tardes, ¿en que puedo ayudarle?

Elliot y sus nervios:
- ¿Javier Dominguez? (luego, ya más tranquilo en casa pensé: la respuesta a "¿En qué puedo ayudarle?" no es precisamente "Javier Domínguez", Elliot, pero bueno, ya estaba hecho)

Recepcionista:
- ¿Me dice su nombre y me deja el DNI, por favor?

Elliot y más nervios:
- Elliot Potter. (y saco el DNI de la mochila y se lo entrego a la recepcionista)

La recepcionista apunta mis datos en el ordenador (¿esto no es ilegal?) y después de un rato me lo devuelve. Coge al auricular y con él en la mano me pregunta:

Recepcionista:
- ¿De dónde?

Elliot en su máxima expresión:
- De Withsundays, Australia. (Yes, I'm a Erasmus Boy!)

Pero la recepcionista me mira de un modo raro, frunce los labios y su mirada es bastante fría. Recompone su cara un poco, me mira como si fuera un niño pequeño y suspira mientras me pregunta:

Recepcionista:
- No, que de qué empresa viene!

Elliot, intentando que la tierra o la planta de la recepcionista se lo tragara:
- Eh... no... vengo a hacer una entrevista...

Recepcionista, con cara de malas pulgas (pobres):
- Espere ahí, por favor.

Y yo huyo de la recepción y me siento en un sofá al otro lado de la recepcionista y fuera del alcance de su mirada asesina.

Pero, lo que yo digo, bueno sí, no he entendido la pregunta a la primera, pero tampoco me parece para tanto, ¿no?
En fin, qué malos son los nervios... (pobres, también, siempre echándoles la culpa de nuestra incompetencia...)

Por cierto, la entrevista después fue bastante bien, creo, pero como siempre meto la pata y no me doy cuenta hasta días más tarde...
Ah! Y después de la gran anécdota con la recepcionista, llegó una sorpresilla... Coincidí de nuevo con el autobusero que me había llevado Y ME INVITÓ AL VIAJE DE VUELTA!! Nunca me había pasado, pero fue genial... Ojalá nos volviéramos a encontrar.

Nos leemos en el siguiente,

Elliot.

2 relatos, 10 currículums... y 1 IDIOTA (2ª Parte)

Nada, allí no estaban. Mientras los macarrones se enfriaban en el salón, mi cabeza intentaba averiguar dónde los podía haber olvidado: ¿la tienda de las fotocopias? No, recuerdo haber cerrado la mochila con ellos dentro antes de salir de la tienda. ¿La biblioteca? No recuerdo haberlos sacado de la mochila, así que lo descarto.

Y entonces caigo (que no “me caigo”, que es distinto): CORREOS!!!!

Para que nos e me arrugaran metí los currículums en el sobre donde estaba el relato que YA HE FRANQUEADO EN CORREOS. No puede ser. Pero lo es, fíjate qué fastidio.

No me lo pienso dos veces y salgo, con los macarrones diciéndome adiós desde el plato, corriendo a la calle en busca del sobre, suplicando que Correos continúe siendo la empresa que peor funciona cuando se trata de mí.

La media hora que me ha costado llegar la primera vez por la mañana se convierten en diez minutos esta segunda vez.

Con los pulmones todavía en el portal, llego a Correos y me dirijo a la misma ventanilla. No está el tipo que me ha atendido, así que le tengo que preguntar a una señora. “Oiga, arf, arf (me quito el sudor de la frente) ¿ya se han llevado las cartas, arf, arf, (más sudor) que se han entrgado hace... 1 hora?”

La mujer revisa la mesa y sentencia:

“Uy, sí, ahora mismo se los han llevado, porque llegan a las tres y media y son y treinta y cinco...”

Si fuera un personaje de Amèlie, en estos momentos me descompondría en trocitos que caerían al suelo en forma de lágrima, pero no lo soy, así que sólo sonrío como un idiota y me voy arrastrando los pies... Para una vez que funciona bien Correos y tiene que ser, ¿precisamente ahora?

Nos leemos en el siguiente,

Elliot.

PS: No sé si han participado en algún concurso de relatos, pero siempre, en las bases de cualquier concurso destacan que envíes los relatos y en el mismo sobre otro más pequeño con tus datos personales. Por eso de no saber quién lo escribe hasta que se sepa el ganador. Pues bien, cuando el jurado abra mi sobre, no sólo se va a encontrar los dos relatos y el sobre más pequeño perfectamente cerrado, sino con: mis datos personales, mis datos académicos, mis datos laborales, mis datos extra escolares, mis datos de interés y una foto. Y todo eso, MULTIPLICADO POR 10!!!

2 relatos, 10 currículums... y 1 IDIOTA (1ª parte)

Me encanta tener cosas que hacer. Porque me gusta mucho apuntarlas en mi libretita mágica o en una agenda que acabo de hacerme. Me gusta tanto porque lo que realmente me encanta es tachar las cosas que ya he hecho. A veces, llámenme raro (que lo soy), soy capaz de apuntar cosas una vez realizadas sólo por el placer que me produce el tacharlas. Así que este día empezaba con muy buen pie, tenía 3 cosas que hacer en 3 sitios diferentes, y estaba encantado.

Lo primero que debía hacer era imprimir unos currículms, así que preparé el “pen drive” para que el fotocopiero no tuviera problemas en encontrarlo o se confundiera de documento. Es un poco peculiar, el fotocopiero de mi barrio, porque nunca te saluda y te habla un poco gritando, pero es barato y está debajo de mi casa, así que es perfecto. De hecho, me encanta hacer todo lo contrario que hace él, yo le hablo muy bajito y le saludo siempre, aunque no tenga nada que fotocopiar, jeje.

Así que me bajé a la tienda, le di el “pen drive” y me imprimió las hojas. Las guardé, pagué y me fui, no sin antes desearle que tuviera un día estupendo (literal, me encanta ser tan cursi con gente que no lo es).

Qué buen día hacía, yo estaba radiante, parecía que el mundo estaba sonriéndome, así que me dirigí a mi segunda estación: la biblioteca pública. No es la del barrio, por lo que me tengo que dar un paseo de una media hora para llegar, pero es más grande, tiene muchas más películas y hacía tan buen día que no me importaba el paseo.

Con mis gafas de sol y con una sonrisa radiante en la cara crucé todo mi barrio y parte del otro hasta llegar a mi destino, Biblioteca José Hierro.

Es estupenda porque tiene muchas plantas y los ascensores son de cristal, por lo que puedes ver el edificio por dentro y a las personas cada vez más pequeñas. Cero que en alguna ocasión he sentido vértigo, pero entra dentro de su encanto.

Fui directamente a la planta 6, que es donde están las películas, ya que Laura quería ver “Fraude” de Orson Welles. La cogí y como había ordenadores libres, pedí sitio para Internet. Quería ver qué tal estaban todos mis amigos y no tenía otra cosa que hacer. Bueno, sí, una más, pero tenía tiempo suficiente.

Así que me pasé una hora, que es lo que te dejan en esta biblioteca (en la del barrio sólo 45 minutos) mirando mi correo, respondiendo y enviando mensajes, actualizando el diario, mirando pisos de alquiler, mirando becas, cursos y viajes al extranjero, películas de estreno, las bases de un concurso de relatos al que quería apuntarme y un millón de cosas más. Reconozcámoslo, una vez que has mirado el correo y tres o cuatro tonterías más, el resto del tiempo lo inviertes en chuminadas. O eso o tienes un millón de amigos y TODOS te escriben diariamente. Y no es mi caso.

Cuando quedaban tres segundos para que el ordenador se autodestruyera; es decir, para que se cerrara la sesión, me fui de la biblioteca y me dirigí a mi tercera y última etapa de la mañana: una oficina de Correos. Y como ya tengo dos controladas que no cierran al mediodía, pues todo fue sencillísimo. Entré en la oficina, cerré el sobre que contenía el relato para un concurso y lo entregué en la ventanilla. “1’92”, me dijo el señor de la ventanilla. “Vaya, pensaba que sería menos”, pensé, pero pagué el sello y me fui a casa más contento que un regaliz.

Ya era la hora de la comida cuando llegué a mi casa, así que comencé a preparar la pasta que me tocaba ese día y mientras recogí las cosas de la mochila. Por la tarde la tendría que utilizar otra vez y quería vaciarla para que no pesara mucho.

Entre unas cosas y otras, los macarrones ya estaban listos, así que puse la mesa y empecé a comer y de pronto... ¿Y los currículums?”, me pregunté.

Cuando saqué las cosas de la mochila no los vi y los necesitaba para mandar las cartas que ya tenía escritas. Me levanté del sofá y me puse a buscarlos en mi habitación.

CONTINUARÁ...

17 marzo 2007

Madre Mía (Mamma Mía spanish version)

O: ¿qué narices estoy haciendo aquí? 2ª parte...
Es jueves. Mi día comienza muy temprano y termina muy tarde y con un montón de cosas en medio...
He ido a la facultad para hablar con un profesor sobre un trabajo que tengo que hacer y que me ha invitado a un vaso de leche.
Después de la reunión (donde no se me ha caído la leche de milagro) voy camino de casa de mis ex compañeras de piso con quienes había quedado para comer (una estupenda pizza en unos espectaculares platos triangulares) , y una amiga de Barcelona me llama por teléfono. Vamos a quedar esa misma tarde porque hace un montón de tiempo que no nos vemos y ha venido a la ciudad, claro.

Tras la pizza, me voy a la biblioteca, pero enseguida me vuelve a llamar Susana (mi amiga de barcelona) para decirme que me pase por el hotel donde ella se aloja cuando quiera. (¿Quieres algo, preciosa?, jeje)


Así que allá que me voy. Pero algo extraño ocurre en el camino, porque no sé cómo ni por qué, pero poco tiempo después me veo sentado en una mesa en el hall de un hotel con una entrada para ver el espectáculo de Mamma Mía esa misma tarde.
A las ocho de la tarde mi amiga Susana me presenta a una madre y a una tía que me invitan a tomar algo en la cafetería del hotel. Sentados en esa mesa me miro en uno de los espejos que cubren las paredes y no me reconozco. Pienso por qué narices estoy allí, yo iba a charlar tranquilamente con mi amiga un rato y a irme a casa, pero no, ahí estaba yo, en un hotel, en una silla que me daba vértigo y con una entrada para Mamma Mía en las manos.

A las 20:25 nos levantamos (despaaaaacio, qué duro es ser mayor, jaja) y vamos hacia el teatro (cruzar la calle, no más).
Les resumiré el espectáculo en dos palabras: MAMMA MÍA!
Me gustó muchísimo y se lo recomiendo, de veras, aunque yo ahora no les podría acompañar y verlo de nuevo por falta de presupuesto, jeje. (Susana, te lo devolveré, lo prometo)

Y ahí parecía que se iba a terminar un día perfecto en el que no había parado ni un segundo. Pero... se trata de mí, así que, por supuesto, la historia continúa...


11 de la noche (aprox)
La madre y la tía me invitan a cenar con ellas, yo digo que no, pero como ya me había pasado antes por la tarde, cuando volví a abrir los ojos estaba sentado en una silla junto a 8 personas más, de las cuales sólo conocía bien a una y a otras dos había conocido sólo unas horas antes. El resto ni papa. Ah! bueno y un detallito, una de las personas a las que no conocía era NINA, sí, la de Operación triunfo y la coprotagonista del espectáculo. Digamos que mis pensamiento durante toda la cena fue... ¿Cómo lo hago? Creo, Elliot, que tienes un serio problema para meterte en situaciones extrañas cada vez que sales de casa...


Pero allí estaba, comiendo un pollo al limón, que no era otra cosa que un filete de pollo (sigo sin saber si al pollo lo aplastaron para sacar semejante filete o es que el pollo era talla XXL) con una rodaja de limón, con 7 desconocidos y mi salvadora, Susana, que me evitó pasar más vergüenza de la justamente necesaria.


A la una y cuarto y con eso de que el metro se cerraba, y tras un autógrafo, besos, adioses y varios "Ten cuidado, no te pares a hablar con nadie", pude escabullirme de la cena, un poco antes de la cuenta (de la cuenta de pagar, no de la cuenta que se dice en la frase "Llegamos antes de la cuenta porque los pillamos..."). Mis dudas eran evidentes, no conocía a nadie, pero supongo que en el restaurante nadie hace el primo como yo y trabaja gratis, ¿no? aunque teniendo en cuenta que llevaba tres euros y doce céntimos en el bolsillo, no creo que me hubiera llegado ni para la rodaja de limón.

Pero fue una tarde y un día entero estupendos. Me alegré un montón de ver a mis ex compis, a mi amiga y vi un espectáculo genial. Y encima me fui cenado a casa!!!!!!!!!!!

Bueno, y una foto para inmortalizar el momento, jeje.


Nos leemos en el siguiente,

Elliot.

PS: Pronto, muy pronto "Dos relatos, diez currículums...Un idiota."