18 febrero 2009

O(h) Porto, mío (2ª parte)

Todo lo bueno se acaba pronto, incluidos los croissanes, las galletas, las rosquillas de chocolate, el queso, los panecillos, las cookies, el chocolate, las chucherías. Madre mía, qué alimentación sana llevábamos, ¿eh?

Pero el viaje llega a su fin.
El miércoles nos fuimos lentamente hacia el metro, que no pagamos, y llegamos al aeropuerto con tiempo de sobra.
Pasamos los controles de seguridad, incluyendo un "¿Qué llevas ahí en el bolsillo?", "Es un pañuelo usado, señora, un pañuelo" y nos vamos a comprar vino de la tierra a un precio 1000 veces mayor que en el resto de Oporto. Bueno, el free tasting también entró en el precio, así que no fue tan free.

Tras las compras, nos fuimos hacia la salita donde aguardamos a que llegara nuestro avión.
Nos entró el miedo cuando el tipo que estaba embarcando a los que iban a Frankfurt obligó a muchísima gente a llevar todos los paquetes en uno solo, por lo que más de uno tuvo que dejar lo que acababa de comprar allí tirado en el aeropuerto.
Ante esa situación, intentamos meter absolutamente todo en las mochilas. Incluidos 10 croisannes que nos dolieron verlos tan espachurrados.
Pero, obviamente, la bolsa con las botellas no cabía ni de Blas.

Ya estábamos planeando cómo engatusar al de la puerta cuando nos damos cuenta que se acerca la hora. Nos ponemos en la cola, pero vemos en la pantalla que el vuelo es para Amsterdam y no para Madrid. A mi me daba igual irme a Amsterdam, pero Laura y MJ se preocuparon por si se había retrasado ese y ahora habría que embarcar por otra puerta para Madrid.
Pero no, ese avión iba correctamente para Amsterdam.
Y entonces, ¿el que va para Madrid?. Qué raro, es casi la hora y...

¿Casi la hora? ¿CASI LA HORA? Pero la hora de España y no de Portugal!!!
Por lo que queda TOOOOOOODA UNA HORA para que realmente sea nuestro vuelo.
¿Por qué no cambiamos la hora cuando llegamos aquí? Por no cometer estupideces como esta.

Así que, después de las prisas por recoger todas nuestras pertenencias en un solo paquete, descubrimos que teníamos una hora para buscar Nesteas con sabor a mango y piña por todo el aeropuerto.
Después de recorrerlo entero (es decir, 10 minutos más tarde), nos acomodamos a esperar en unas sillas de madera.
Quince minutos de Oporto después, descubrimos unos sillones en los que no había nadie, pero tampoco había que pagar. Estos oportanos...

Allí nos podían haber dado las tres de la tarde del día siguiente. Esos sillones eran una maravilla. Pero teníamos que regresar.

A diez minutos para que saliera el avión, volvemos a bajar a la puerta 14 y descubrimos, no sin cierto temor, que ya no hay nadie esperando. ¿llegamos casi tres horas antes y HEMOS PERDIDO EL AVIÓN? Sólo nos puede ocurrir a nosotros.
Pero ya les dije que el tiepo en Oporto pasa de otra manera, así que es posible.

Tal sería nuestra cara de "Chicos, acabamos de perder el avión", "No puede ser, faltan diez minutos, FALTAN DIEZ MINUTOS" que una azafata nos pregunta si volamos en ese avión. Sï, Sí, SÍ!! y en menos de un minuto nos chequea la tarjeta de embarque y salimos al exterior a buscar nuestro transporte.
Tanta angustia porque nos dijeran que no podríamos volar con las botellas y ni nos las miraron.
Ahí está el truco, llega diez minutos antes de que se vaya el avión y te dejarán subir con botellas, armas y una bomba en la mano.

Con prisas y con malas caras de los azafatos y azafatas del avión, subimos las mochilas a los compartimentos, nos sentamos en unos asientos libres, nos abrochamos el cinturón y descansamos del estrés.
En ese momento, una voz de ultratumba nos dice que el avión está a punto de despegar y que debemos apagar los móviles.

¿Los móviles? ¿LOS MÓVILES? ¿DÓNDE ESTÁN LOS MÓVILES?
¿Dónde van a estar? Dentro de la bolsita, dentro de la bolsa, dentro de la mochila que está dentro del compartimento.

Nos volvemos a agobiar, nos desabrochamos el cinturón, nos levantamos, sacamos las mochilas del compartimento (la mía goteando además), buscamos desesperados los teléfonos (y todo por la manía de querer que todo vaya en el mismo paquete), los apagamos, volvemos a cerrar la bolsita del móvil que va dentro de una bolsa más grande que va dentro de la mochila, volvemos a subirlas al compartimento (los azafatos ya están escribiendo nuestros nombres junto a la advertencia de: NO PUEDE VOLAR), nos sentamos/derrumbamos, nos abrochamos el cinturón y nos volvemos a relajar. Mientras, el avión ya se está moviendo...

Una hora más tarde, nuestras caras muestran un agotamiento brutal y nuestro ánimo sigue volando porque desde luego yo aún no lo he recuperado.

Tendremos que ir a buscarlo montados en otro avión... ¿Para cuándo el siguiente?

Nos leemos en el siguiente,
Elliot.

11 febrero 2009

O(h) Porto Mío (1º parte)

Viaje con Laura y MJ a Oporto. Sí, ya se pueden empezar a reír.

El avión genial, dando la paliza a todos los que nos acompañaban. ¿Cómo se puede hablar tanto rato seguido? No lo sé, pero lo hicimos.


Y llegamos a una ciudad mágica, donde el tiempo pasa de una forma rara (o directamente no pasa) y donde nos sentimos ruines al ver que hasta los ciegos
picaban el billete de metro y nosotros nos colábamos. Pero, jo, es que no tienen torniquetes, es el paraíso de los que somos como nosotros, ruines.

El diluvio universal nos hace refugiarnos en la Pensao (así, con acento portugués) ya por la tarde y tras varias pelis en versión original (cómo mola, tío) salimos de nuevo a perdernos una y mil veces y a hacer tiempo porque hemos preguntado a la recepcionista cuándo podríamos volver, nos ha dicho a eso de la una o las dos y no nos parece respetable regresar antes de las ocho. (qué tristes somos!!)
Así que, para hacer el turi un rato, nos pillamos una pizza Portuguesa en Portugal. No se puede ser más guiri, lo sabe
mos, pero allá que compartimos una pizza mediana (que aquí llaman "familiar", cuestión de morro publicitario) y un refresco.

Y no llegan a dar las diez de la noche y ya volvíamos. ("Estaba por aquí, pero esto no me suena, claro, como que nos la acabamos de pasar!!")


Y llega la noche. Y parece que pasa (la noche, digo), por eso nos despertamos pensando que ya serán las once de la mañana porque hemos descansado un montón y miramo
s el reloj para comprobar que son... las cuatro de la madrugada.

Y nos vuelve a pasar un rato después (que nos parecen días enteros), se despiertan MJ y Laura, les pregunto qué hora es, me dicen que las ocho, les digo que no puede ser, me dicen que sí, les digo que llevo e
n la cama siglos, ellas me dicen que ellas también y es cuando MJ se da cuenta. No son las ocho de la mañana, SON LAS SIETE porque en Portugal es una hora menos.
Y yo no puedo estar más en
la cama, me entra la risa y me tengo que ir al baño.

Vuelvo, me duermo otra vez. Me despierto y ahora sí que sí que tiene que ser la una del mediodía y MJ otra vez, "No, son las ocho y cuarto". NO PUEDE SER!!!! Y decidimos venir a vivir a Oporto en época de exámenes porque está clarísimo que nos cundiría mucho más el tiempo.

Como no se puede exp
licar una ciudad como Oporto en un diario, sólo se puede vivir, les terminaré contando que lo mejor de la ciudad, no son las casas viejunas, ni el puente, ni que esté a un centímetro de la nada porque si te asomas un poco más de la cuenta te caes de la península Ibérica, no. Lo mejor de la ciudad son LOS CROISSANES!!!! a 30 céntimos la unidad, adivinen qué comimos, desayunamos y cenamos...


Continuará...


Nos leemos en el siguiente,
Elliot.