Salgo del edificio donde trabajo/hago prácticas/me explotan. La noche es oscura (si no lo fuera, es que sería de día) y no hay farolas. Está todo muy oscuro.
También hace frío y quiero llegar a casa pronto, así que bajo las cinco escaleras del edificio casi saltando y echo a correr.
En esas que me doy cuenta de que por el día hay unos postes y unas cosas que pusieron para que los coches no pasen ni aparquen. Así que mi sentido común supone que también estarán por la noche.
Pero, demasiado tarde. He esquivado el primer pivote de pura casualidad porque mis ojos son más lentos que mi sentido común. No podemos pedirle mucho, no es sentido arácnido, solo es común y corriente.
Así que logro darme cuenta del primer pivote, pero no de la bola blanca que no es una pelota, sino un trozo de mármol duro, durísimo, que destroza mi pie antes de que mi cuerpo caiga estrepitosamente hacia delante hasta chocar contra el suelo, que también está duro durísimo y que me destroza las rodillas.
Si no fuera porque está mal visto, (aunque como todo está oscuro nadie me vería) lloraría. ¿Qué narices? Lloro, o por lo menos, las lágrimas se asoman a mis ojos. Pero creo que ya es bastante ridículo estar tirado en el suelo delante del edificio al que voy a tener que volver dentro de unas horas, así que me recompongo y me levanto todo lo dignamente que puedo.
Ya tendré tiempo en casa de llorar como ahora mismo me está pidiendo el cuerpo.
Por lo menos, a esas horas ya no había nadie en los alrededores del edificio. Aunque la cámara de seguridad...
Nos leemos en el siguiente,
Elliot. (sniff)