23 mayo 2007

Cómo estropear un día perfecto en un segundo

Domingo, 10 am.

Día perfecto, estoy casi de vacaciones y no tengo nada planificado para hoy salvo desayunar viendo los dibujos y prepararme para a) jugar al ordenador, b) ver otro (s) capítulo de Héroes, c) leer, d) dar un paseo o e) (oe, oe, oe)sentarme/tumbarme en la cama sin hacer absolutamente nada (no me miren así, primero lo prueban y luego me cuentan).

Así que el desayuno iba a ser perfecto: podía tardar horas en prepararlo, porque me encanta pasarme horas saboreándolo.

Vaso de leche calentita, con miel, como siempre.

Vaso de zumo: dos naranjas y un limón, recién exprimido.

Un trocito de queso.

Una pieza de fruta, o dos si son fresas.

Y tostadas: el plato fuerte, con mantequilla y mermelada (fresa y albaricoque). Es lo último que me como, lo bueno siempre se hace esperar.

Lo termino de preparar todo y lo voy dejando en la mesita del salón. Sólo quedan las tostadas y me sentaré a disfrutar de una mañana perfecta.

En la tele ponen "El coche fantástico" y el día es soleado: El día fantástico.

Todo dispuesto. Vuelvo por última vez a la cocina para recoger mi tesssssoro: las tostadas, humeantes, recién hechas y con una pinta exquisita. Salgo de la cocina y ya saboreo todo el desayuno, mmmmm.

Y todo ocurre a cámara lenta: la puerta se abre, pero no soy yo, así que me soprendo. Pero pronto me doy cuenta de que no se ha abierto sola, no, es mi compi de piso, Amaia, recién levantada, o sea (te lo juro), de mala leche.

Ha abierto la puerta, pero no se queda allí sino que continúa hasta que choca conmigo, pero ¿qué hay entre ella y yo? Sí, MIS TOSTADAS!, y veo, ralentizado, cómo vuelan hasta ir cayendo despacio al suelo. POM, la de fresa, POM, la de albaricoque. NOOOOOOOOOOOOOOO.

Y ahí aparece Murphy: las tostadas caen por el lado de la mermelada/mantequilla, por lo que quedan pegadas al suelo sin posibilidad de recuperación.

Me acaba de fastidiar el desayuno, la mañana, la tarde, el día y quién sabe si la semana entera.

Mi mirada asesina pretende hacerle comprender a Amaia que estoy enfadado, pero se da la vuelta y su mirada es mejor, congela la mía. Estaba esperando un "lo siento" o algo parecido, pero me he visto mis manos vacías en las que crecía una nueva arruga y he desistido.

Llego abatido al salón y me dejo caer en el sofá. No el vaso de leche, ni el zumo, ni el queso, ni la fruta saben igual. Incluso me empiezo a cuestionar si había más vestuario en "El coche fantástico" que esa chaqueta de cuero del prota. ¿Y los peinados de las chicas? ¿Y esas hombreras? ¿Y yo quería un coche como ese? ¿En serio!!? Vamos hombre, qué estafa.

Y encima tengo que limpiar el estropicio!!!! Vaya domingo me espera...


Nos leemos en el siguiente,


Elliot.