30 julio 2006

La Señora Meona

Ayer se me olvidó comentar una cosa que también pasó en el autobús:

Como no había plazas para el autobús que quería yo, me tuve que subir en uno de esos que paran por toooodos los pueblos del mundo y más. Es el mismo precio, pero se tarda una hora más.

Total, que ahí estaba yo, viendo como el autobús salía de la autopista para meterse en el primer pueblo. En eso que una señora se levanta para bajar del autobús, pero se queda en la puerta hablando con el conductor, parece que éste no la deja bajar. La mujer se enfada un poco, pero vuelve a su sitio. La mujer habla raro, creo que es de fuera, no de fuera del autobús, sino de fuera del país.

El autobús se pone en marcha de nuevo y yo sigo mirando al infinito (todavía no me había salido demasiado el video)
Un rato más tarde, el autobús se vuelve a salir de su ruta normal: siguiente pueblo, siguiente parada y yo cada vez más asqueado.
¿Por qué en la taquilla nunca te dicen si es horario con paradas?

En eso que la mujer en cuestión se baja del autobús. Detrás, el resto de pasajeros que se bajaban en esa localidad. Tras unos minutos de ajetreo, el autobusero cierra las puertas tras asegurarse que no se quedaba nadie que parara allí. Volvemos a ponernos en marcha.
A partir de aquí empieza lo del video y yo me distraigo.
Pero de repente un señor empieza a gritar: ¡Eh, autobusero! Que una señora está corriendo detrás del autobús. Que está pidiendo que pare.

Obviamente todos los pasajeros nos volvemos hacia las ventanillas y ahí vemos a la señora corriendo, como en las películas, tratando de alcanzar el bus. Pero el autobusero estaba en su mundo y no se enteró, así que seguimos el camino y el resto de pasajeros hacemos caso omiso de la señora.

Ahora ocurre la historia del video y diez minutos después el autobús se para.

Se baja la gente, yo no que estoy cabreado (lean más abajo) y el autobusero recibe una llamada. Empieza a gritar, yo me asusto pero no digo nada. Cuando reanudamos la marcha, el autobusero se dirige hacia nosotros: “Señores pasajeros, por cuestiones que luego verán, debemos regresar al último pueblo donde hemos parado, hace apenas quince minutos, perdonen las molestias”
La gente se cabrea un poco porque se va a llegar más tarde de la hora, pero como no hay otras narices porque el volante lo lleva ese tipo con bigote y no yo, pues hay que regresar.

Al llegar de nuevo al pueblo, vemos que en la parada está la señora que corría detrás del bus esperándonos. El autobús se para y ella empieza a subir y ahí es cuando empiezan los gritos:

Autobusero: Pero señora, ¿qué narices está haciendo aquí? ¿No le he dicho antes que no se podía bajar al baño en las paradas? Sólo se puede bajar en la parada que hay para ello, que es diez kilómetros más allá.
Señora: Oiga, no me grite, que me estaba meando y no podía más. Si el baño de su autobús está roto no es mi problema. Hombre!

Bueno, la conversación que les he transcrito es la versión “light”, porque allí se dijeron de todo, pero uno es un chico educado e inocente que no conoce muchas de las palabras que allí se dijeron.

Después de eso el panorama fue el siguiente:
- Pasajeros cabreados por tener que retroceder, lo que implica un retraso en la llegada.
- Autobusero cabreado porque se retrasó el viaje y los horarios ya no le iban a cuadrar, además, había recibido más insultos en diez segundos que en toda su vida, seguro.
- Señora cabreada porque la gente estaba resentida con ella, pero ya había meado, así que supongo que también estaría aliviada.
- Yo cabreado porque el Señor Destino no había dejado que tuviera lugar la que hubiera sido, posiblemente, la mejor anécdota que me ha ocurrido en un autobús (ver Tres, dos, uno), y cabreado con la Señora Meona por haber retrasado el viaje Y PORQUE SE SENTABA JUNTO A MI Y TODAS LAS BRONCAS E INSULTOS PARECÍAN VENIR HACIA MI.




Nos leemos en el siguiente,

Elliot.

VACACIONES EN EL MAR!!!!

Hace mucho que no escribo en el diario, pero he tenido una razón de peso:
HE ESTADO DE VACACIONES!!!!
Pero si no ocurre nada raro no serían mis vacaciones, así que, tras prepararme la maleta para seis días, el día que voy para la playa, a mitad de camino: LA LLAMADA!!
Una llamada que esperaba desde hacía un mes y que me acorta las vacaciones dejándomelas en un fin de semana.
Pero no se preocupen, la llamada era muy buena, ya les contaré. Y por ello no iba a desesperarme, que para eso llamaría a Laura que es la campeona absoluta de este deporte, e intenté aprovechar a tope en la playa. Y básicamente me dediqué a hacer el Huevo (primo hermano de MJ): playita, paseos por la arena, baños en el mar, en la piscina, heladitos por la noche, libros (aunque quien dice libros dice cómics, jeje), jugar a las palas, es decir, todo tipo de actividades no mentales, que para eso son vacaciones, ¿no?
Aquí les dejo una foto que me hice junto a esa bañera a la que algunos se empeñan en llamar Mar Mediterráneo (que no se moleste nadie, pero el agua está muy caliente y no tiene olas, como mi bañera)

Tres, dos, uno...

Pero como no podía ser de otra manera, siempre que estoy yo de por medio ocurre algo extraño y, curiosamente no pasa cuando estoy de vacaciones. El surrealismo se va de vacaciones a otro sitio...
Pero llegamos a la realidad y, como siempre, mi fuente inagotable de aventuras, el autobús, me aguardaba una...
Aquí estoy, de nuevo sentado en uno de esos asientos azules a los que tanto cariño les he cogido últimamente. Creo que de mayor viviré en un autobús: tienes baño, periódicos, asientos que pueden convertirse en cama, radio y televisión con video. Un lujo, vaya. Total, que ahí estoy de camino a mi segunda casa (¿o es la primera?) cuando veo que algo sale de una de las estanterías que hay encima de los asientos. Es negro, bastante grande y rectangular: ES EL VIDEO que NO está utilizando el autobusero para amenizarnos el viaje. Pero algo extraño está ocurriendo, se está saliendo de su compartimento Y CADA VEZ MÁS.
Ya está, no puedo despegar los ojos del aparato. Y es que lo mejor es que está situado encima justo de la cabeza del pasajero sentado en el asiento número tres.
Esto tiene muy buena pinta. Supongo que las vacaciones me han sentado muy bien porque estoy disfrutando de lo lindo viendo cómo a cada curva el vídeo se sale dos o tres centímetros más. Jaja, dentro de poco se caerá ENCIMA DEL PASAJERO NÚMERO 3!

Esto es genial. Como cuando ves la cáscara de plátano en el suelo y miras alrededor para averiguar quién será la siguiente víctima. De la emoción del momento me estoy empezando a poner nervioso, alguien más lo tiene que estar viendo, pero yo sigo absorto mirando a través de mis gafas de sol.
La inminencia del desastre que puede llegar a convertirse en la anécdota del autobús más genial de toda mi historia hace que me revuelva en el asiento buscando una postura más cómoda para poder ver el suceso... Y me lo estoy pasando bomba!!!


Cuento las curvas que quedan para que caiga.
TRES, puedo saborear el golpe a cámara lenta: una mancha negra que cae lentamente sobre la cabeza del pasajero, el sonido del video al caer POM y de la cabeza al romperse CRACK (creo que me estoy dando miedo...)
DOS, imagino las consecuencias: gritos, sangre, el autobusero se asusta, gira el volante bruscamente, el sutobús vuelca, salimos todos por las ventanillas (yo no que llevo el cinturón, jaja), vienen los bomberos y las ambulancias, salimos en la tele
UNA... (tensión, tensión, tensión)

Y EL AUTOBÚS SE PARA!!! NOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!!
Señor destino: Por qué es tan cruel conmigo? Sólo quería un poco de diversión y es justo ahora cuando decide que hay que hacer la parada de rigor? LE HE HECHO ALGO? ESTÁ ENFADADO CONMIGO O QUÉ LE PASA?
Estoy tan enfadado que ni siquiera bajo a contemplar el bonito paisaje de este singular emplazamiento donde siempre hace frío, aunque sea julio.
Estoy tan enfadado que ni siquiera bajo a investigar si por estas fechas sigue habiendo zorros disfrazados de gatos en este singular emplazamiento donde siempre hace frío, aunque sea julio.
Me he cabreado, y ya está. Voy a pedirle el libro de reclamaciones al Señor Destino, pues seguro que si el que está debajo del video soy yo, se cae sin ningún contratiempo, pero como no soy yo...
Así que así me quedo, con un palmo de narices porque, obviamente, el autobusero se ha percatado de que el video estaba a punto de caerse y lo ha recogido y ha cerrado la puerta del armario. Pues vaya.
Y yo qué hago durante las dos horas que me quedan de viaje sin música, sin radio y sin peli porque el vídeo está, pero... ¿por qué no ponen peli?
Pues vaya rollo.

19 julio 2006

Por ser educado

Recuerdo una de mis primeras veces en el metro. Toda una odisea esos primeros días, siempre con el mapa a cuestas, como ahora, vamos, jaja.

Bueno, pues iba yo hacia no sé dónde, uno de aquellos días de frío en los que para mí el metro era divertidísimo, algo novedoso y cada día una aventura. Qué inocente era...

En fin, recuerdo que era para Noviembre. Llovía, o hacía frío, o ambas cosas, no me acuerdo muy bien. El caso es que bajé al metro y, por suerte (no tanta como vería a continuación) había un asiento vacío. El camino era largo, muy largo: esa Línea 10 infinita que me hacía un poco más viejo cada vez que la cogía y que me llevaba a casa.

En las tres paradas siguientes no subió nadie al vagón, pero en la cuarta, subieron una mujer y un joven. Ahí empezó todo:

Yo, en un acto de caballerosidad sin precedentes porque aún me quedaban unas doce paradas para llegar, me levanté de un salto para cederle desinteresadamente mi asiento a esa mujer que se había tenido que quedar de pie por falta de asientos libres.
Con un movimiento de cabeza le invité a sentarse en el asiento que yo dejaba libre.
Recuerdo que me sentí bien, triunfal, con la sensación de estar haciendo algo bueno para los demás. Mi sonrisa creció inesperadamente en mi cara y me aparté de mi asiento para dejarle el paso libre a la mujer.

Pero en ese momento mi sonrisa se congeló, y no porque hubieran abierto las puertas y del frío me hubiera quedado así, aunque también podría ser posible, también, pero no. El motivo fue otro incluso más desagradable. La mujer a la que tan amablemente había cedido mi asiento condenándome a una media hora de pie, con frío y con cansancio, empezó a gritarme:

Mujer maleducada:
- ¿ME ESTÁS LLAMANDO VIEJA?!!!!

Yo, Elliot:
- ... (con cara de tonto, la normal, vaya)

Mujer maleducada:
- Sí, sí, a tí te digo - y un dedo gordo se dirige hacia mi cara con aire de amenaza- digo que si me estás llamando vieja.

Yo, Elliot, otra vez:
- Ehhh... no... sólo le cedía el el el asiento, para para que... se sentara... (mi voz empezó bien y fue decayendo conforme los ojos de la mujer se inyectaban en sangre y una mirada asesina me traspasaba...)

Mujer maleducada:
- ES QUE ESTO ME HACE MUCHA GRACIA, ME CEDES EL ASIENTO, PERO ¿POR QUÉ? PORQUE ME VES VIEJA, ¿NO? PORQUE TE CREES QUE NO VOY A PODER ESTAR DE PIE, ¿NO? ¿POR VIEJA O POR DÉBIL?
PUES QUE TE QUEDE CLARA UNA COSITA, NIÑATO (¿niñato? mis neuronas: Sí, Elliot, "niñato", mitad "niño", mitad "gato": "niñato") ESTO ES UNA FALTA DE EDUCACIÓN TREMENDA: LLAMAR VIEJA A UNA PERSONA. Y YO, POR SUPUESTO, NI ESTOY VIEJA (que no es lo mismo que serlo, puedes ser vieja, pero no estarlo, y viceversa, pero no era cuestión de añadir este inciso) NI SOY DÉBIL. ASÍ QUE YA ME ESTÁS PIDIENDO DISCULPAS.

Yo, Elliot:
- Tierra, trágame -eso sólo lo pensé, claro.

A todo esto, la gente del vagón, obviamente, sólo tenía ojos para nosotros, y un alma caritativa que estaba sentado a mi lado, me indicó que me sentara en el asiento que había desalojado y que no hiciera caso de lo que estaba diciendo la mujer.
Pero es que me estaba gritando, a mi! (QUE ME PIDAS DISCULPAS, ¿LO HAS ENTENDIDO?)y yo quise hacerme pequeño, pequeño, pequeño, todavía más de lo que soy y eso me asustó mucho. Mi cara se estaba poniendo roja de la vergüenza.
Y es que les tengo que confesar, que una cosa es ser el rey del ridículo por iniciativa propia y otra muy diferente y mucho menos divertida es que ALGUIEN (ajeno a ti) te deje en ridículo, que uno tiene sus límites y su pudor, no crean.

Pero no dije nada y me quedé sentado en el "asiento de la discordia", esperando que la mujer dejara de gritarme que era un maleducado por haberla llamado "Vieja".
Yo sólo tenía ojos para el suelo, que, por cierto, estaba bastante limpio. Así que me dediqué a buscar tesoros escondidos cerca de mis pies. De vez en cuando echaba un vistazo hacia la gente que también estaba sentada y algunos estaban absortos viendo cómo la mujer maleducada seguía dando resoplidos de mala leche mientras sonreían. Lo mejor fue que nadie me miraba a mi, jaja. Menos mal.

Así estuvo la mujer unas tres paradas, a la cuarta se bajó y yo pude respirar tranquilo, el aire me llegó a los pulmones y saqué un poco la cabeza de la cazadora. Me recosté en el asiento de la discordia y fijé la mirada en el bonito paisaje de los túneles del metro.
Un par de personas me dijeron que no pasaba nada, que la mujer maleducada estaba, además, loca. Y no sólo estaba, sino que además, lo era. Los detalles gramáticos son importantes.

Pero, por lo que a mi respecta, no vuelvo a ser educado en el metro nunca más.

Nos leemos en el siguiente,

Elliot.

Quise hacerme pequeño, pequeño, pequeño, pequeño...

Elliot, avergonzado.

14 julio 2006

Tú a Londres y yo a...

Como dicen por ahí, lo prometido es deuda, pero espero que no económica, porque ya tengo suficiente con lo que tengo. Y como hace un par de páginas les conté que había tenido mis más y mis menos al despistarme al coger un autobús, aquí les relato la situación:

Como siempre, me encuentro en la "magnífica" estación de mi ciudad natal (las comillas significan ironía) esperando el autobús que me lleve a mi otra ciudad. ("Cuando vienes, ya eres")
Me acerco a un vehículo y miro el cartel que lleva el autobús en el frontal y asiento: "Sí, este es, Elliot."
Mis neuronas me lo confirman, así que dejo la maleta en el maletero y le entrego mi billete al autobusero, que me lo corta y me subo.
Busco mi plaza y me siento.
Me acomodo, saco los cascos de la mochila, los conecto al audio y como siempre, empiezan a sonar las canciones de Kiss FM (ahora vendrá una de Ella baila sola, seguro).
Bien, ya estoy preparado para las cuatro horas del viaje.

En eso que, mirando el reloj, veo que quedan un par de minutos para que el autobús salga de la estación, cuando, de repente, una chica se queda parada junto a mi asiento un ratito. Interesante...

Al cabo (o golfo, que siempre me lío) me pregunta:

Chica: Perdona, ¿es este tu asiento?

Yo: Sí, mira el billete, es el asiento número 9.

Chica: Vaya, pues sí, pero yo tengo también ese...

Yo: mmm. Pues ha tenido que haber un error.

Chica: Sí, le preguntaré al conductor.

Pero en ese momento, el billete de mi compañero de viaje se cae al suelo y como yo por aquel entonces todavía no necesitaba gafas (o eso creía yo) miro lo que pone y descubro lo que ha pasado:

Yo me voy a Madrid y el resto de los pasajeros, incluido el autobús, se va a: BARCELONA!!!!
Recojo mis cosas (falta un minuto para que este autobús Y EL MÍO se vayan!), me despido precipitadamente (pero no como si me cayera por un precipicio, sino porque me voy rápido) de la simpática chica que me ha hecho darme cuenta de mi error y bajo de un salto los superescalones del autobús.

Busco al autobusero que me ha cortado el billete, sin fijarse que me iba a otro sitio, y le pido la parte del billete que me ha cortado, pues si no no me dejarán subir al otro autobús (ese que espero que no se haya ido ya, claro)
El autobusero me da mi mitad del billete no sin antes decirme que hay que asegurarse antes de subir. ¿Y me da la bronca a mi, cuando he visto el cartel que ponía el destino adecuado y él me ha cortado el billete sin mirarlo siquiera? No tengo tiempo para discutir, pero esta seguro que la ganaba. Vaya, hombre.

En fin, que recorro toda la estación en busca de mi autobús y cuando lo veo me aseguro bien: cartel, otro cartel luminoso y autobusero: ¿Este es el mío? ¿Este es el mío? ¿Este es el mío? ¿Este es el mío? ¿Este es el mío? ¿Este es el mío? ¿Este es el mío? ¿Este es el mío? ¿Este es el mío? ¿Este es el mío? ¿Este es el mío? ¿Este es el mío? ¿Este es el mío? ¿Este es el mío? ¿Este es el mío? ¿Este es el mío? ¿Este es el mío? ¿Este es el mío? ¿Este es el mío? ¿Este es el mío? ¿Este es el mío? ¿Este es el mío? ¿Este es el mío? ¿Este es el mío? ¿Este es el mío? ¿Este es el mío? ¿Este es el mío? ¿Este es el mío? ¿Este es el mío? ¿Este es el mío? ¿Este es el mío? ¿Este es el mío? ¿Este es el mío? ¿Este es el mío? ¿Este es el mío? ¿Este es el mío? ¿Este es el mío?

Hasta que me grita: SÍ, ES EL TUYO... y no sé qué más me dijo porque yo ya estaba dejando la maleta en su sitio (lleno, claro, soy el último) y me subo, voy a MI ASIENTO, que, obviamente, está vacío y veo por la cara de mi compañero que no le hace mucha gracia que haya llegado.
Lo siento, pero a mi también me ocurre muchas veces, jeje.

En fin, que dejo la cazadora en el estante y antes de acomodarme el autobús ya está en marcha.
Ahora sí que estoy en el correcto, pero me aseguraré: si dentro de un rato veo el mar es que este TAMPOCO ERA MI AUTOBÚS.

Nos leemos en el siguiente,

Elliot.

PS: Una advertencia: "Nunca se fíen de los autobuseros".



PAREZCO EL ENANITO DE AMELIE!!!

13 julio 2006

Quiero ser escritor

Como estoy un poco aburrido estos días, a pesar de que me siguen pasando cosas, he decidido mostrarme un poco más a ustedes, si es que alguno hay al otro lado de la pantalla (que no estoy muy seguro, la verdad).
Pero no se crean que voy a colgar una foto mía desnudo, jaja, les aseguro que no están preparado para eso y tampoco quiero que, los que haya al otro lado, huyan de este diario.
No, lo que voy a ofrecerles es la recomendación del último libro que me he leído:
EL CURIOSO INCIDENTE DEL PERRO A MEDIANOCHE

Es uno de esos libros para un verano o un otoño o un invierno tonto (en primavera sufro demasiadas interrupciones debido a los estornudos alérgicos) que se lee en un par de días (porque hay que comer, que si no, en un día...) y que no requiere grandes esfuerzos.
Pero es entretenido, está contado con cierto surrealismo, por lo que a los que siguen mi diario, creo que les gustará. A mi me ha gustado mucho, pues tiene un estilo muy parecido al mío, aunque claro, yo no soy escritor y no me llamo Mark Haddon, que es un nombre como más atrayente para el gran público.
Vamos, confiesen, entre unas páginas sueltas en un diario de Elliot Potter y un libro con ilustraciones de un tal Mark Haddon, ¿con qué se quedarían?
Pero creo que les gustará. Bien podría ser una aventura que yo padeciera, pero no tengo gracia para escribir y sólo me limito a describir lo que me ocurre.

Y un secreto para los (posibles) lectores:
En ocasiones... ME SENTÍA MUY IDENTIFICADO CON EL PROTA!!!

Ya me contarán... jeje.

Nos leemos en el siguiente,

Elliot, a quien le encantaría escribir algo que interesara...

Momento MUY surrealista 3

Lunes por la noche.
Salgo de ver una película con un amigo y decidimos cenar por las cercanías del cine, en una terraza. Estupendo plan.

Nos sentamos en una mesa de la cafetería Reyna (no suelo dar publicidad, pero sí mala publicidad, jeje). Cogemos la carta, decidimos y esperamos un rato.
Llega un camarero.
Conversación literal:
Elliot: Yo quiero un sandwich vegetal.

Camarero: abreserem no abresejem plancha.

Elliot: ... (miro a mi acompañante para ver si ha entendido algo, pero por su cara diría que se ha enterado incluso menos que yo, y ya es decir)

Camarero: ...

Elliot: ...

(momento tenso)

Y tres momentos tensos más tarde...

Camarero: ¿Algo para beber?

Mi acompañante y Elliot: Agua.

Bien, esperamos el agua.

Nos trae el agua.

Y con eso nos quedamos.

Durante una media hora de lo más absurda, estamos mi acompañante y yo con una mini botella de agua en las manos, bebiéndola (porque todavía sería más absurdo tener dos botellas de agua y ni siquiera abrirla, ¿no? y no era cuestión de superar la situación) y pensando si al final vamos a cenar allí o no.

Pasan los minutos y seguimos sin saber nada del camarero que parece no vernos ninguna de las veces que sale a atender a otras mesas. Estoy pensando que nos hemos vuelto invisibles y no nos hemos dado cuenta.

Y en esas deciden nuestras neuronas por nosotros, porque nosotros estamos demasiado bloqueados por la situación: "Vámonos de aquí, YA!"

Así que empezamos a pensar que, ya que no hemos cenado y tampoco nos han atendido porque parecemos invisibles, ¿por qué no irnos sin pagar?

Pero ya me sé lo que ocurre con el Maldito Murphy y seguro que nos volvemos visibles en el peor momento y nos pillan y acabamos corriendo Gran Vía abajo delante del camarero que no es camarero sino jeta (prima hermana de J) y terminamos la magnífica velada pasando la noche en una comisaría (me conozco)

Mi acompañante paga las botellitas de agua, que parecen oro porque es lo más caro de toda la carta (será... el camarero-jeta), y nos vamos de allí.

La noche acabó bien, cenamos, nos lo pasamos bien y, lo mejor de todo: tengo otro momento surrealista que añadir a mi colección!!!!

Nos leemos en el siguiente,

Elliot.



No sé si realmente se me quedaría esta cara, pero debió de ser algo muy parecido.
La situación lo requería: media hora sentados en una terraza, esperando para una cena que nunca llegó.

Eso sí, las dos botellitas de agua nos supieron a gloria, teniendo en cuenta que era LO MÁS CARO DE LA CARTA!!!!

08 julio 2006

Mi cumpleaños

Para todos aquellos que me felicitaron.
Para los que no porque no lo sabían.
Para los que se olvidaron.
Para los que espero se acuerden el año que viene.
Para todos ustedes:

UNA FOTO MÍA DE MI CUMPLEAÑOS, (que fue ayer)

Aparezco con los regalos de Calvin, Hobbes, Patito, Puk y Laura.

MUCHAS GRACIAS A LOS 5!!!!!


Nos leemos en el siguiente,

Elliot, con camiseta nueva de supermán.

Terror en la estación

De nuevo en la estación de autobuses, fuente inagotable de aventuras e inspiración, esperando que llegue nuestro autocar para embarcar de nuevo rumbo a la capital (gracias, mami de Laura, por estas minivacaciones)

Llego a los andenes, compruebo que no ha venido todavía el autobús que he de coger. De pronto y por el rabillo (o colilla) del ojo veo que hay un ser peculiar preguntando a voz en grito dónde está el autobús a la capital.
Oh, no! Yo a ese tipo lo conozco y no quiero ni que se me acerque!!!
Me voy hacia el otro lado de la estación para que no me vea, aunque tengo la Suerte de que no me reconocerá, ese sí que vive en su mundo...

Llega el autobús, me aseguro que es ese el que tengo que coger (ya les contaré una miniaventura por no asegurarme...) Voy a dejar la maleta en el maletero (claro, dónde iba a dejarla si no) y ya empieza el show, justo donde yo quiero dejar mi maleta hay otra EXACTAMENTE IGUAL QUE LA MÍA. Qué mal rollo.
La mía la dejo de pie, porque no me gusta que pongan cosas encima de mis cosas y me subo al autobús.

Plaza número 37. Voy mirando en el cristal de las ventanas para saber cuál es mi butaca.
Bien, me toca ventanilla, aunque está un poco lejos de la tele y ya quedamos el otro día que necesitaba gafas... Bueno, ya se verá que hacemos...

Me acomodo bien en el asiento y espero la llegada de mi compañero/a de viaje con los cascos ya conectados en el audio y mirando por la ventana. Sé que no es una buena bienvenida, pero ¿realmente alguien le gusta estar acompañado por una persona que no conoce de nada durante un viaje agotador? Yo no. Sí, soy asocial, ¿qué pasa?

Para mi dicha (y hecha) veo que todo el mundo se ha acomodado ya en sus asientos y me relajo porque no sube nadie más y el asiento de al lado sigo desocupado. Estupendo.

Cojo la bolsa de mano y la pongo en el asiento, si no hay nadie, quién mejor que mi superordenador para ir bien sentadito en la butaca...Y de repente veo que un pasajero se levanta de su asiento y se dirige hacia atrás, hacia el mío. Pero, no es un pasajero cualquiera, no, es... “El pesado de autobús”: dícese de aquella persona que no contenta con su asiento comienza a pasearse por el autobús en busca de un asiento más apropiado para sus intereses: ventana, cerca del baño, junto al conductor, etc, etc.

Pero tampoco es un pesado cualquiera, no, es EL FREAK. Aquel que no quería ni ver en pintura, pues ahí está, acercándose peligrosamente a mi asiento. Ay, ay, qué miedo (para ver mi cara de pánico, más abajo)
Y justo se para en mi asiento. Estupendo.
Así que el hombrecillo (porque tiene más cara de duendecillo que de hombre) me pide permiso para sentarse a mi lado. Bueno, en realidad me ha cogido las cosas del asiento y me las ha puesto en la cara, así que no he tenido otra que ponerlas en el suelo (Lo siento, ordenador, no lo volveré a hacer, compraré un billete para ti también y no tendrás que ir ahí)
¿Que cómo conozco yo a este “hombre”? pues porque es un ilustre ciudadano de mi ciudad natal. Tan ilustre que es archiconocido en mi ciudad natal con el sobrenombre de “El freak”, sí, sí, así como suena. No es que el hombre sea freak(que lo es y un rato largo)sino que encima se le conoce con ese mote. (Me pregunto cuál tendré yo...)
Podríamos decir que este individuo es: THE FREAKIEST FREAK!
Y me da miedo!!!!!!!!!!!

Para mi gracia (que es lo contrario de des-gracia) les contaré que al final “El freak” ha pasado de mi asiento porque: “Tampoco se ve la tele bien desde aquí”. Y eso lo ha dicho tan a grito pelado (porque es verano y hace calor, si no sería a grito abrigado) que creo que hasta ustedes lo han oído.

Para su curiosidad les confesaré que no me gusta mucho este tipo de personas maleducadas y que me fastidian un viaje en el que iba a ir yo solo, como muestra de ello, miren más abajo.


Nos leemos en el siguiente,

Ellliot.

PS: Por cierto, la película que no iba a poder ver bien el susodicho Freak era: “Planes de boda”. Oh!, qué gran película. ;D
Ah! Y al llegar a la estación, no me he confundido de maleta... Qué raro... Será mejor que vaya a revisarlo...
Mi aspecto cuando vi acercarse al freak:



Mi aspecto cuando me cogió las cosas:



Pero yo no soy así, lo prometo, lo que pasa es que hay cosas que...

Nos leemos en el siguiente,

Elliot.

02 julio 2006

Coincidencias surrealistas

Salgo de mi casa (la del poblado) por último día en toda mi vida (es muy fuerte decir esto, ¿eh?) y me pregunta ya mi ex-casero:
- ¿Te acerco a algún sitio? Bueno, te puedo llevar hasta Plaza Elíptica.
- Hombre, pues me vendría muy bien, pues no sabía las cosas que todavía me quedaban en el piso hasta que lo he visto todo en las bolsas, jeje.

Así que bajo por última vez las 66 escaleras mientras me voy despidiendo de todos los vecinos sin abrir la boca. (Gracias, Gustavo, por tu generosidad con Internet! Te echaré de menos! Maldito chucho del 2ºB, no volveré a tener tentación de asesinato contigo, ja)

Al llegar a la calle veo cómo la puerta de hierro forjado que me ha impedido tantas veces entrar, se cierra por última vez tras de mí.

Me despido de la Verona y sigo al casero hasta su coche.
El trayecto se hace un poco tenso hasta que me dice que él vive en la boca de metro de Carpetana (¿En las escaleras y entre cartones? jeje) Así que a mi se me abren unos ojos como platos llanos, que son más grandes, cuando descubro que esa boca de metro está al final de la calle donde vivo ahora.

Es decir:
VIVO AL LADO DE MIS ANTIGUOS CASEROS!!!!!




Si lo que no me pase a mí...

Nos leemos en el siguiente,

Elliot.