19 julio 2006

Por ser educado

Recuerdo una de mis primeras veces en el metro. Toda una odisea esos primeros días, siempre con el mapa a cuestas, como ahora, vamos, jaja.

Bueno, pues iba yo hacia no sé dónde, uno de aquellos días de frío en los que para mí el metro era divertidísimo, algo novedoso y cada día una aventura. Qué inocente era...

En fin, recuerdo que era para Noviembre. Llovía, o hacía frío, o ambas cosas, no me acuerdo muy bien. El caso es que bajé al metro y, por suerte (no tanta como vería a continuación) había un asiento vacío. El camino era largo, muy largo: esa Línea 10 infinita que me hacía un poco más viejo cada vez que la cogía y que me llevaba a casa.

En las tres paradas siguientes no subió nadie al vagón, pero en la cuarta, subieron una mujer y un joven. Ahí empezó todo:

Yo, en un acto de caballerosidad sin precedentes porque aún me quedaban unas doce paradas para llegar, me levanté de un salto para cederle desinteresadamente mi asiento a esa mujer que se había tenido que quedar de pie por falta de asientos libres.
Con un movimiento de cabeza le invité a sentarse en el asiento que yo dejaba libre.
Recuerdo que me sentí bien, triunfal, con la sensación de estar haciendo algo bueno para los demás. Mi sonrisa creció inesperadamente en mi cara y me aparté de mi asiento para dejarle el paso libre a la mujer.

Pero en ese momento mi sonrisa se congeló, y no porque hubieran abierto las puertas y del frío me hubiera quedado así, aunque también podría ser posible, también, pero no. El motivo fue otro incluso más desagradable. La mujer a la que tan amablemente había cedido mi asiento condenándome a una media hora de pie, con frío y con cansancio, empezó a gritarme:

Mujer maleducada:
- ¿ME ESTÁS LLAMANDO VIEJA?!!!!

Yo, Elliot:
- ... (con cara de tonto, la normal, vaya)

Mujer maleducada:
- Sí, sí, a tí te digo - y un dedo gordo se dirige hacia mi cara con aire de amenaza- digo que si me estás llamando vieja.

Yo, Elliot, otra vez:
- Ehhh... no... sólo le cedía el el el asiento, para para que... se sentara... (mi voz empezó bien y fue decayendo conforme los ojos de la mujer se inyectaban en sangre y una mirada asesina me traspasaba...)

Mujer maleducada:
- ES QUE ESTO ME HACE MUCHA GRACIA, ME CEDES EL ASIENTO, PERO ¿POR QUÉ? PORQUE ME VES VIEJA, ¿NO? PORQUE TE CREES QUE NO VOY A PODER ESTAR DE PIE, ¿NO? ¿POR VIEJA O POR DÉBIL?
PUES QUE TE QUEDE CLARA UNA COSITA, NIÑATO (¿niñato? mis neuronas: Sí, Elliot, "niñato", mitad "niño", mitad "gato": "niñato") ESTO ES UNA FALTA DE EDUCACIÓN TREMENDA: LLAMAR VIEJA A UNA PERSONA. Y YO, POR SUPUESTO, NI ESTOY VIEJA (que no es lo mismo que serlo, puedes ser vieja, pero no estarlo, y viceversa, pero no era cuestión de añadir este inciso) NI SOY DÉBIL. ASÍ QUE YA ME ESTÁS PIDIENDO DISCULPAS.

Yo, Elliot:
- Tierra, trágame -eso sólo lo pensé, claro.

A todo esto, la gente del vagón, obviamente, sólo tenía ojos para nosotros, y un alma caritativa que estaba sentado a mi lado, me indicó que me sentara en el asiento que había desalojado y que no hiciera caso de lo que estaba diciendo la mujer.
Pero es que me estaba gritando, a mi! (QUE ME PIDAS DISCULPAS, ¿LO HAS ENTENDIDO?)y yo quise hacerme pequeño, pequeño, pequeño, todavía más de lo que soy y eso me asustó mucho. Mi cara se estaba poniendo roja de la vergüenza.
Y es que les tengo que confesar, que una cosa es ser el rey del ridículo por iniciativa propia y otra muy diferente y mucho menos divertida es que ALGUIEN (ajeno a ti) te deje en ridículo, que uno tiene sus límites y su pudor, no crean.

Pero no dije nada y me quedé sentado en el "asiento de la discordia", esperando que la mujer dejara de gritarme que era un maleducado por haberla llamado "Vieja".
Yo sólo tenía ojos para el suelo, que, por cierto, estaba bastante limpio. Así que me dediqué a buscar tesoros escondidos cerca de mis pies. De vez en cuando echaba un vistazo hacia la gente que también estaba sentada y algunos estaban absortos viendo cómo la mujer maleducada seguía dando resoplidos de mala leche mientras sonreían. Lo mejor fue que nadie me miraba a mi, jaja. Menos mal.

Así estuvo la mujer unas tres paradas, a la cuarta se bajó y yo pude respirar tranquilo, el aire me llegó a los pulmones y saqué un poco la cabeza de la cazadora. Me recosté en el asiento de la discordia y fijé la mirada en el bonito paisaje de los túneles del metro.
Un par de personas me dijeron que no pasaba nada, que la mujer maleducada estaba, además, loca. Y no sólo estaba, sino que además, lo era. Los detalles gramáticos son importantes.

Pero, por lo que a mi respecta, no vuelvo a ser educado en el metro nunca más.

Nos leemos en el siguiente,

Elliot.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

POR QUÉ ME CUENTAS ESTO??es que acaso me estás llamando COTILLA??¿eh?, te piensas que a mi me importa mucho la vida de los demás y necesito saber todos los chismes, ¿verdad?. EXIJO UNA DISCULPA INMEDIATAMENTE.X'DDD. Lo que no te pase a tí...PoR cierto, siento que tus nuevas compañeras sean una incultas de la filosofía de vida "Simpsoniana"...siempre te kedará Depósitos. jeje. Muakkk

Laura Marta dijo...

Que sepa usted, que este es un diario personal. Que no me afecte que lo lean ustedes, por el contrario, me encanta, no quiere decir que sea de lectura obligatoria.
Si les gusta lo que les cuento, es fantástico, pero si no les interesa, son libres de no leerlo.
Pero léanlo, hombre, qué les cuesta.
Y muchas gracias por el comentario!!!
Nos leemos,
Elliot.