03 febrero 2008

EXCALIBUUUUUR

Salgo de casa de los tíos de Laura que me han invitado a comer.

Llueve y por primera vez en mucho tiempo, llevo paraguas.

Llego al metro y cierro el paraguas.

Me dirijo al andén correspondiente.

Me dejo llevar por las escaleras mecánicas mientras juego a meter la punta metálica del paraguas en las rendijas de las escaleras.

Ya voy a llegar a arriba así que dejo de hacer el idiota y saco el paraguas.

Pero no puedo.

La punta del paraguas se ha encajado en una de las rendijas y no puedo sacarlo.

En serio, esto no es una broma y quedan tres escaleras para llegar.

Quedan dos y lo intento otra vez desesperadamente.

Nada.

Y queda una.

El último esfuerzo y... NADA!!

Las escaleras terminan y el paraguas sigue encajado.

Tres centímetros, dos, uno.

CRACK!

Las escaleras no se han parado, como yo pensaba que harían, sino que la punta del paraguas ha cedido ante la presión y se ha quedado la mitad en la escalera.

Llego a casa y escondo el paraguas en el paragüero.

No le digo nada a Laura, por si acaso. Igual no se da cuenta.

Menos mal que el paraguas es del casero.

Si ya sabía yo porqué nunca llevo paraguas...



Nos leemos en el siguiente,

Elliot.