23 diciembre 2008

¿Por qué?

Voy con Laura a comprar a un centro comercial.

Está en la otra punta del mundo por lo que pasamos tres cuartos de hora metidos en el metro.

Llegamos, miramos, no compramos, nos toman por delincuentes y nos vamos.

Decidimos volver en autobús, porque el camino será igual de largo, pero todavía es de día, así que podremos ir mirando el paisaje, atasco, polución del trayecto.
Como no tenemos ni idea de qué autobús nos lleva hasta el centro, le pregunto a una señora y me contesta que cualquiera de los autobuses que paren aquí lleva hasta el centro.

Fácil hasta para nosotros...

Llega un autobús, nos subimos, pero Laura tiene la excelente virtud de la desconfianza, por lo que le pregunta al autobusero si realmente llegamos hasta el centro.
El autobusero nos dice que sí, que al centro, pero de un pueblo de la sierra.

Ya a punto de cerrar las puertas, Laura y yo saltamos a la calle, de nuevo.

Laura me mira, yo encojo los hombros y ambos miramos a la señora que me había dicho que "Cualquiera de los autobuses que paren aquí lleva hasta el centro". Pero la señora no se da por aludida y sigue mirándose los pies.

Me pregunto por qué la gente te miente de esta forma tan descarada y sin ninguna razón.

¿Qué le habremos hecho nosotros?

Nos leemos en el siguiente,
Elliot.

15 diciembre 2008

24 estupideces por segundo

Si empiezas el día pensando que la pared está en el lado contrario al que realmente está, preparate para lo peor. Como así ha sido.
Así, al minuto cinco del día ya tengo un moratón estupendo en el codo. Y me meto en el baño más por inercia que por otra cosa.

Me voy a clase y voy a la parada porque, obviamente, llegamos ya tarde.
Menos mal que el autobús llega pronto. Me subo y es cuando visualizo un post it gigante en mi cabeza que pone: ELLIOT, HOY NO TE PUEDES OLVIDAR EL MÓVIL PORQUE TE VAN A LLAMAR. Y acto seguido, visualizo el teléfono en ¿mi mochila? No. En el cajón de mi mesa. ¿Dónde sino?
Pero no hay tiempo de volver. Y sólo son las nueve de la mañana...

Llego a la parada donde tengo que coger el siguiente autobús. Para pasar el rato, leo un periódico que hay tirado en la parada. Sólo hay deporte, así que no me interesa demasiado. Pero me pregunto por qué hay sólo deporte si el fútbol se juega en domingo. ¿No debería haber salido ayer lunes? Miro la fecha del periódico. Lunes, 15 de Diciembre de 2008. Voy a la repartidora de periódicos y le pregunto si me puede dar uno de hoy. Me lo da. Y es exactamente igual que el que llevo en la otra mano.
Vale, hoy entonces, NO es martes. Es lunes.
Bueno, son sólo las nueve y cuarto de la mañana, más vale enterarse ahora.
Vale, pero los lunes NO tengo que ir a la universidad, sino a la Escuela de Idiomas. ¿Y dónde estoy? Eso es, en la cola del autobús que me lleva a la universidad, donde NO tengo que ir hoy porque es lunes y NO martes.

No pasa nada, Elliot. Salte de la cola despacito, sin que se note mucho. Y vete a la Escuela de Idiomas que, a pesar de que has salido una hora antes de lo que deberías, vas a llegar tarde igualmente.

Claro que cuando llegas a una clase de idiomas, con los apuntes de las clases de la universidad, mucho no puedes hacer. Pero que no se diga, que para eso somos de norte.

Volvemos a casa (y ya no quiero salir nunca más) y son sólo las dos de la tarde. No sé si irme a dormir ya y dejar que este día acabe rápido. Pero el hambre puede más y me voy a la cocina a preparar algo.

Abro la nevera y, sí, no hay nada muy comestible. Porque como soy así, se me olvidó sacar las cosas del congelador ayer por la noche para que hoy se pudieran cocinar.
Miro en el armario, hay macarrones, comida solucionada.
Me preparo la pasta y cuando voy a darle vuelta para que no se pegue, no encuentro la cuchara de madera. Reviso de arriba a abajo toda la cocina, pero no aparece. Así que lo hago con un tenedor. Bueno, que todos los problemas sean esos...

Y entonces me doy cuenta. Para poner la olla en el fuego, he tenido que quitar una sartén que estaba en medio.
¿Y qué había dentro de la sartén?
La cuchara de madera.
Y si hubiera estado en una cacerola con tapa, pase, pero es que estaba en una sartén, que NO tiene tapa.

Macarrones listos y comidos (son las tres de la tarde, este día se me está haciendo muy largo)
Voy a recoger la cocina. Tiro los desperdicios del plato y ¿para qué quedarme en los desperdicios, si puedo continuar tirando los cubiertos? Allá que van.
Lo más triste de todo es que no me doy cuenta hasta que voy a fregar y me asalta la duda: ¿He comido los macarrones con las manos? No recuerdo haberlo hecho así, pero si no lo he hecho así, ¿dónde están los cubiertos?
En la basura, por supuesto.

Y para que el día no note nuestra presencia, me voy a mi cuarto a prepararle el regalo de la madre de Laura. Que ya que nos acoge en su casa siempre con los brazos y la nevera abiertos, qué menos que llevarle un regalillo para estas navidades.

Laura me ha dicho que le gusta mucho una cantante, así que le he grabado el disco. ¿Qué creían, que lo iba a comprar?
He grabado el disco y como no me funciona muy bien el ordenador, decido comprobarlo en el radiocasette de Laura.
Vale, no se oye nada.
El radiocasette funcionaba esta mañana, así que el disco no se ha grabado bien.
Vuelvo a intentarlo.
Vuelvo a comprobarlo y el nuevo disco vuelve a no oírse.

Lo regrabo, es decir, lo reregrabo y dicen que a la tercera va la vencida. (¿La vencida de qué?, me pregunto)
Lo pongo en el radiocasette y...
NADA.
Empiezo a darle golpecitos al radiocasette. Como si eso fuera a ayudar en algo, pero es que esta mañana funcionaba.
Pongo la radio, pero tampoco se oye. Me mosqueo.
Y entonces mi neurona se despereza y me da un toque: ¿Y si pruebas a subir el volúmen?
Efectivamente.
Claro que no se oía. Como que el volúmen estaba al mínimo.
Y así nos podíamos tirar tres días, por decir algo.

En serio, son las cinco de la tarde. Ya no puedo más.

Nos leemos en el siguiente (si es que me levanto),
Elliot.

07 diciembre 2008

Ser o no ser Elliot, that is the question

Salgo de clase, aburrido, con frío, lento, amuermado... y sólo veo calle delante de mi. Creo que no llegaré a atravesarla entera, me pesan demasiado los pies.
Un rumor lejano trata de entrar en mi mundo, pero no le dejo demasiado:

Voz:
- Eeroo (así, como susurrando algo que casi no distingo)

Voz:
- Héctor (creo que ahora lo he entendido un poco mejor)

Voz:
- Héctor! (el rumor se ha hecho un huequecillo y ya puede pasar un brazo)

Voz:
- Héctor!! (ya tiene medio cuerpo dentro)

Voz:
- Héctor!!! (sólo le falta pasar un pie)

Voz:
- HÉCTOR!!!!!!! (ya está, ha entrado en mi mundo)

Voz:
- HÉCTOR, COÑO, QUE SOY YO!!!!!!
Y ahora el rumor se ha hecho consistente, porque tira de la manga de mi abrigo hacia atrás, haciendo que me gire. Nunca había conocido un rumor tan fuerte, así que, por si acaso, no opongo resistencia.

Voz:
- Ay, perdón, que me he equivocado, lo siento.

Elliot, "el locuaz":
- ¿Eh?

Voz:
- Lo siento, pensaba que eras otra persona.

Elliot, "el locuaz, 2ª parte":
- Ah.

El rumor se va, pero ha conseguido entrar en mi mundo y sacarme a mi de allí: ya estamos al final de la calle.

Y estoy empezando a preocuparme. Me confunden con Eduardo, con Héctor. A ver si voy a ser yo el que está confundido y soy cualquiera de esas personas, menos Elliot.
Hala, ya se me ha quedado el rumor para toda la tarde...

Nos leemos en el siguiente,
Elliot.