En la biblioteca que no era biblioteca, en el quiosco de chucherías (sólo fui a preguntar, lo prometo, ejem), en la estación de tren, en la piscina...
Fue una tarde realmente agradable. Maravilloso encontrarse a tanta gente que te soluciona cosas con una sonrisa en la cara.
Tanta fue la energía positiva que me transmitieron que, en el último autobús que cogí ayer por la tarde (tras una hora des-esperando) se me contagió esa alegría amabilística y cedí el asiento en un par de ocasiones.
Pero la última...
Subió la señora, no había asientos libres e hicé un ademán de levantarme porque vi que estaba embarazada. Pero la volví a mirar y me entró la duda:
¿está realmente embarazada o sólo está rellenita?
Lo siento, no quise que me ocurriera lo mismo que la otra vez (véase: Por ser educado) así que bajé la mirada hasta el subsuelo y más allá (creo que vi hasta australianos) y me quedé en mi asiento...
Me sentí culpable un ratillo y cuando llegó mi parada me bajé corriendo...
Soy amable, de verdad, pero es que es tan fina la línea entre la amabilidad y la tontería...
Embarazo o sobre peso, this is the question.
Nos leemos en el siguiente,
Elliot.