13 abril 2008

ASIENTOS ASESINOS

Camino de clase en autobús. Podría ir andando, pero llueve y no llevo paraguas desde hace años (así me va).

Para entender esta historia hay que anotar que ese autobús tiene los asientos de plástico, como todos, dirán, pero no, algunos tiene una especie de almohadilla para el culo. Este no, en este vas directamente sentado en plástico. Y puede parecer una tontería, pero es vital que lo sepan para lo que viene a continuación.

Estoy tranquilamente leyendo un libro cuando sube una Señora no muy mayor de estatura pero sí de circunferencia. Principalmente, de cintura para abajo.
Se va a sentar en un asiento que va contrario a la marcha y que tiene enfrente otros dos asientos, ambos ocupados en esos momentos.

La Señora, despacio para no caerse, deja una bolsa en el suelo y levanta una pierna. Coge la bolsa y levanta la otra pierna para dejar la bolsa entre ambas piernas. Y ese preciso instante en que su espléndido (y extendido) Señor Culo toca la superficie del asiento, es el que elige el autobusero para frenar.

Al ser el asiento de plástico, (clave del asunto) Culo de Señora, y detrás Señora, se resbalan hacia delante. Y como lleva la bolsa agarrada con las dos manos, no puede hacer otra cosa que dejar paso a la inercia y acabar con la bolsa, las piernas, la cara, el Señor Culo y el resto del cuerpo, empotrado contra las dos señoras que, tranquilamente, viajaban en los asientos de enfrente. Convirtiéndose las tres señoras, la bolsa y el Señor Culo en un amasijo de "Ays", "Cuidados", "Perdones" y demás carne con el que nos deleitan al resto de pasajeros que, por obvias razones volumétricas, no podemos apartar la mirada.

Y puede que me haya vuelto malo, o simplemente soy menos cínico y falso que el resto del mundo (por lo menos el que viaja en ese autobús en ese momento), pero yo no consigo reprimir una carcajada.

Las señoras implicadas en el asunto tratan de recuperar su estatus original (y su dignidad, en parte) y yo continúo riéndome. Lo siento, pero no lo puedo evitar. Hasta que sus caras me miran y se me corta la risa de raíz.

Menos mal que llega mi parada. Cuando estoy bajando las escaleras, veo cómo otros pasajeros siguen mirando a las Tres Señoras tratando por todos los medios de no soltar la gran carcajada. La sonrisilla les delata. Pero no saben lo que han perdido al no reirse a gusto en el momento.

Yo, aún tengo la carcajada en la boca cada vez que me acuerdo del cuadro.

Con huelga y todo: VIVA EL TRANSPORTE PÚBLICO!!!

Nos leemos en el siguiente,

Elliot.

2 comentarios:

MJ dijo...

Jajaja, gracias por la anécdota, ya me has alegrado el día (que ha sido intenso).

Conforme contabas cómo subía la señora al bus, pensaba que iba a sentarse enfrente DE TI, ufff, me temí lo peor; por suerte te tocó la mejor parte: la del espectador que se ríe.

¡Nos vemos en breve!

MJ

Laura Marta dijo...

Je, je. Me encanta alegrar el día a la gente!!
Y sí, por una vez, me tocó la mejor parte. Aún me estoy riendo!!!
Si se llega a sentar enfrente de mi... NO LO ESTARÍA CONTANDO!!!!!
See you!!
Nos leemos,
Elliot.