16 junio 2009

A68: tocado y hundido!

Siempre he sido de las personas que creen que el tiempo pone a todo el mundo en su sitio y que el karma de la vida compensa las malas y las buenas acciones para que disfrutemos de un equilibrio en nuestras vidas.
Y siempre hay experiencias que reafirman mi teoría, como ésta.

Después de un día duro y de pasar varias malas noches pensando en la suerte que habrán corrido mis tuppers (véase: COMIDA RÁPIDA) llego al sitio donde hago las prácticas de verano, con la intención de tomarme la vida y el trabajo con humor. Total, ya he aprendido a hacer cafés y fotocopias, así que mi vida laboral es mucho más fácil.

En un momento de hastío laboral en el que hasta los teléfonos parecían estar en huelga, me levanto y me dirijo hacia el baño.
Para hacer un poco más el vago, en vez de volver directamente a mi mesita, me recreo viendo la máquina de dulces.
Y como siempre, voy diciendo los números de las cosas que me comería si tuviera dinero y si tuviera ganas de pagar casi dos euros por un sandwich de tortilla de patata helada.

Y de pronto mis ojos se paran en un donut. Y mi cerebro empieza a salivar:

CEREBRO:
- Tïo, glup (traga saliva), ¿hace cuántos años que no te comes un donut?

ELLIOT:
- Tantos ya que ni me acuerdo. Igual hasta me han dejado de gustar.

CEREBRO:
- ...

ELLIOT:
- ...

CEREBRO y ELLIOT (a la vez):
- Jajajajajajajajajajajajajajajajajaja. Amos, hombre, eso no te lo crees ni tú. Y tú menos.

CEREBRO:
- Enga, tío, ¿que no estaría genial que cayeran donuts del cielo?

ELLIOT:
- Sí, como en el anuncio ese de hace algunos años que levantabas el dedo y te caía uno.

CEREBRO:
- Le voy a decir a DEDO ÍNDICE que marque los números en la máquina.

ELLIOT:
- Venga, estaría bien, díselo. Total, de sueños también se vive.

Mi dedo índice de la mano izquierda se adelanta al resto del cuerpo y marca las casillas A68, código de apertura de candado para el pobre donut.

A
6
8

Y EL MILAGRO SE HIZO!!!

Todos los donuts que hay destrás empujan al primero que, con un salto mortal, cae a la bandeja.

CEREBRO y ELLIOT:
- Tío, esto no está pasando. Aquí hay algo raro. Seguro que tiene truco.

Mi mano derecha cobra vida propia y se acerca a la puertecilla de la máquina por donde salen las cosas. ESTÁ ABIERTA!
Como si de un trofeo se tratara, DEDO ÍNDICE y DEDO PULGAR cogen el donut que se materializa delante de mi y de mi saliva que está casi llegando al suelo.

Estoy tan nervioso que no sé qué hacer, si comerlo, si guardármelo. Miro a mi alrededor por si alguien estuviera observando mis movimientos, pero nadie parece haberse percatado de que ME HA CAÍDO UN DONUT!!!!!

Salgo de allí y no me cabe la sonrisa de tonto en la cara. Creo que es el mejor donut que me voy a comer en la vida. El que más voy a disfrutar y el que más voy a tardar en comérmelo. Más que nada porque milagros así no creo que se repitan muy a menudo y puede que tarde otros quince años en comerme un donut de este tipo.

CEREBRO y ELLIOT:
- Mira que si ahora resulta que es verdad que no te gustan...
Jajajajajajaja

El karma ha devuelto el equilibrio a mi vida: el otro día me quedé sin comida y hoy me regala un donut!!!


Nos leemos en el siguiente,

Elliot.

07 junio 2009

COMIDA RÁPIDA

Son las siete de la mañana y me levanto a estudiar el examen que tengo a las nueve. Quien dice estudiar, dice pasar las páginas con un ojo medio abierto y el otro medio cerrado.

A las ocho ya estoy listo para irme a la facultad. Mochila con los apuntes, bolis de sobra, la bolsa de la comida y un montón de nervios. Lo de siempre.

Llego a la facultad, hago el examen, los nervios me los dejo en el cajón y con ellos dos bolis (que no se me olvide robar otro del banco de al lado de casa para el próximo examen). Y me voy hacia el metro porque ahora tengo que irme a las prácticas.

Llega el metro, me siento, leo un periódico que hay tirado, juego con el móvil, llega mi parada, me levanto y salgo.

Dos segundos más tarde me doy cuenta de que voy más libre que antes. ¿Libre? No, la bolsa de la comida no la he cogido!!!
Me doy la vuelta rápidamente, pero las puertas del metro son más rápidas y no hay sitio para los tres en este andén.

Le doy al botón desesperadamente, pero el metro me hace un corte de mangas y me escupe su pitido en la cara.

Veo cómo ya empieza a moverse y no se me ocurre otra cosa que seguirle corriendo a su altura. Veo a través de la ventana la bolsa de mi comida que me despide con el asa y yo no sé si llorar o sacar un pañuelo y agitarlo en el aire.

Cuando el metro desaparece por el túnel y me choco casi literalmente con el espejo, me doy cuenta de la cara de idiota integral que se me ha puesto.

Y ahora, ¿qué narices hago? ¿Me subo en el siguiente metro y grito "Siga a ese vagón"? ¿Persigo mi bolsa de la comida por las vías, por el andén, por satélite? ¿Por qué no compré el GPS de los tupper?

Son las tres y media de la tarde, he madrugado, he pasado nervios, tengo sueño, y además, no me había dado cuenta hasta este momento de que tengo mucha hambre Y NO TENGO COMIDAAAAAAA.

Ríanse de mi hoy porque puede que muera esta misma tarde de inanición.
Nos leemos en el siguiente,
Elliot.