07 junio 2009

COMIDA RÁPIDA

Son las siete de la mañana y me levanto a estudiar el examen que tengo a las nueve. Quien dice estudiar, dice pasar las páginas con un ojo medio abierto y el otro medio cerrado.

A las ocho ya estoy listo para irme a la facultad. Mochila con los apuntes, bolis de sobra, la bolsa de la comida y un montón de nervios. Lo de siempre.

Llego a la facultad, hago el examen, los nervios me los dejo en el cajón y con ellos dos bolis (que no se me olvide robar otro del banco de al lado de casa para el próximo examen). Y me voy hacia el metro porque ahora tengo que irme a las prácticas.

Llega el metro, me siento, leo un periódico que hay tirado, juego con el móvil, llega mi parada, me levanto y salgo.

Dos segundos más tarde me doy cuenta de que voy más libre que antes. ¿Libre? No, la bolsa de la comida no la he cogido!!!
Me doy la vuelta rápidamente, pero las puertas del metro son más rápidas y no hay sitio para los tres en este andén.

Le doy al botón desesperadamente, pero el metro me hace un corte de mangas y me escupe su pitido en la cara.

Veo cómo ya empieza a moverse y no se me ocurre otra cosa que seguirle corriendo a su altura. Veo a través de la ventana la bolsa de mi comida que me despide con el asa y yo no sé si llorar o sacar un pañuelo y agitarlo en el aire.

Cuando el metro desaparece por el túnel y me choco casi literalmente con el espejo, me doy cuenta de la cara de idiota integral que se me ha puesto.

Y ahora, ¿qué narices hago? ¿Me subo en el siguiente metro y grito "Siga a ese vagón"? ¿Persigo mi bolsa de la comida por las vías, por el andén, por satélite? ¿Por qué no compré el GPS de los tupper?

Son las tres y media de la tarde, he madrugado, he pasado nervios, tengo sueño, y además, no me había dado cuenta hasta este momento de que tengo mucha hambre Y NO TENGO COMIDAAAAAAA.

Ríanse de mi hoy porque puede que muera esta misma tarde de inanición.
Nos leemos en el siguiente,
Elliot.

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