21 septiembre 2009

Mi caaaasa, teléfono!!

Sin acontecimientos extraños ni en el vuelo ni en el aeropuerto, llegamos Laura y yo y las dos maletas y el ordenador y la mochila a un sitio completamente desconocido y tenemos que llegar a otro sitio completamente desconocido con el aliciente añadido de que nos esperan antes de las doce de la mañana, si no, nos las tendremos que apañar para pasar toooodo un fin de semana en un sitio en el que no tenemos un techo bajo el que cobijarnos, ni siquiera un mapa para saber si tiene algún puente disponible.

A la estación de tren llegamos con una hora de tiempo, así que no puede estar muy lejos la universidad como para no poder llegar en la hora acordada. Ay, qué ingenuidad la nuestra.

En la oficina de turismo nos dan un mapa y nos indican dónde está el punto de encuentro.
Nos informan que mejor tomemos el autobús porque, no es que esté muy lejos, pero es todo cuesta arriba y con las maletas, el ordenador, los nervios y la mochila, está claro que no llegamos.

Miramos el horario de autobuses y el que nos lleva bien acaba de pasar hace treinta segundos. El siguiente, en 45 minutos y, tal y como nos explica la informadora, en Dinamarca los autobuses pasan exactamente a la hora que marca.

Vale, o vamos andando o no llegamos. Y aunque vayamos andando, no sabemos si llegaremos. En cualquier caso, miro a Laura y su cara me indica que estamos pensando lo mismo: nos imaginamos a los dos, con las maletas, la mochila, el ordenador y el mapa de la ciudad abierto intentando subir al autobús, saber qué parada es la nuestra, comprar el billete y, efectivamente, mejor corremos.

Vale, tenemos que ir de punto A a punto B, no parece muy dificil. Y no lo es, ciertamente, en menos de lo que pensamos, casi estamos en nuestro destino.
A las doce menos un minuto, tocamos a la puerta de la Oficina Internacional de la Universidad.
"Oh, habéis llegado a tiempo, casi estaba a punto de marcharme, pero os hubiera dejado las llaves en recepción, que cierra a las cuatro. Dejad aquí las maletas que tenéis que rellenar unas cosas en otra oficina".
Ehh, ¿dejar aquí las maletas? ¿Y el ordenador? ¿Y la mochila? Ya, pero... ¿estarán a la vuelta? Miro a Laura que tiene la misma cara de desconfianza española que yo, pero como el tipo de la Oficina ya lleva un pasillo y medio de ventaja, le hacemos caso y dejamos todo allí.
Madre mía, que me veo bajo techo, pero sin maletas.

Llegamos a otra oficina, rellenamos unos cuantos papeles y el chico simpático, que no deja de sonreir en ningún momento y que pongamos se llamará Mikke, nos da las llaves de nuestro nuevo hogar, nos indica cómo ir y nos acompaña de vuelta a la Oficina Internacional, donde, oh, sorpresa, TODAS nuestras cosas siguen ahí.

Nos montamos en el autobús que nos ha dicho Mikke y ya empezamos a hacer de las nuestras.
Como toda la vida, vamos a subir por la puerta principal del bús, esta es, la más cercana al conductor. Pues, oh, sorpresa 2, aquí se sube por la de atrás. O eso es lo que deducimos de un tipo que baja del autobús y nos señala hacia el final del mismo.
Ok, subimos por la parte de atrás, PERO necesitamos hablar con el conductor para que nos indique qué parada es la nuestra. ¿Por qué PERO? porque, muy a nuestro pesar, seguimos llevando las dos maletas, el ordenador, la mochila y el mapa abierto y tenemos que atravesar tooooodo el autobús, que encima es doble.
Así que nos armamos de valor y dejamos la desconfianza española ya en tierra y nos descargamos de las maletas y de todos los bultos para ir a preguntarle al autobusero.

Vale, la dirección la llevamos apuntada en un sobre, pero hemos visto que ponía algo así como Lottesvej. Y eso le decimos al autobusero: "Lottesvej". Respuesta del tipo: "EH?"
Insistimos: "Lottesvej", el tipo insiste también: "EH?"

Suspiramos y Laura regresa donde hemos dejado nuestras cosas y vuelve con el papel donde pone la dirección. Se la mostramos. Autobusero: "Ah, Lodesvai" Nosotros: "Ah". Pues eso.

Veinte minutos más tarde, el autobusero indica por megafonía lo que queremos entender por Lodesvai. Así que nos bajamos (atravesando toooodo el autobús porque se baja por la puerta de delante) y mientras lo hacemos, el autobusero nos indica que es una de estas calles, o esta o la siguiente, pero que está por aquí.

Ok, está por aquí.
Y menos mal que está por aquí porque empieza a llover y con ganas.

Media hora más tarde, la calle seguirá por aquí, pero nosotros sí estamos aquí, completamente empapados.
le preguntamos a una chica que lleva paraguas y nos acompaña hacia una calle que cree la adecuada. Llegamos, no, esta se llama Jettevej, pero no Lottesvej.
Pasamos por otra, Dortesvej. Tampoco, pero nos vamos acercando.
A la tercera, sigue sin ser la vencida, Lenesvej. Caliente, caliente.
Y, finalmente, con los zapatos chapoteando, vemos entre lágrimas y gotas de lluvia lo que parece ser nuestra calle: Lottesvej. Sí!!!

Lottesvej, bloque número 13 (para empezar con buen pie, se entiende), piso 1, habitación 8.

Llueve, hace frío, estamos agotados, las maletas pesan dos kilos más por el agua, a Laura le duele un tobillo, el mapa se ha desintegrado, las manos las tengo enrojecidas, veo el colchón. Me tumbo.
Laura se derrumba en la silla. Deberíamos llamar a casa. Pero por hoy, ya ha sido suficiente.
Mañana será otro día.

Nos leemos,

Elliot y Laura.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buena la actualización!!
Es un placer encontrarles de nuevo entre los blogs.
Seguro que este año tienen mucho que escribir.
Un saludo,

Mr.Bennet

Laura Marta dijo...

Nos alegra que le guste la actualización, Mr. Bennet, fue una dura búsqueda de colores, formas y legibilidad, pero creo que está acorde con las nuevas circunstancias.
Y desde luego, puede estar tranquilo, hay mucho que escribir.

Nos leemos,
Elliot y Laura.