13 noviembre 2007

Momento tenso bajo el agua

Es domingo, no hay nadie en mi casa y no tengo nada que hacer, así que me propongo ir a nadar un poco.

Llego a la piscina a eso de las once.
Saco la toalla, las gafas y el gorro y con mi bañador me dirijo a las duchas.

Una vez duchado dejo las zapatillas en la orilla de la piscina y me zambullo.

El agua esta buenísima y yo estoy un poco anquilosado, por lo que me cuesta un poco mover los brazos.

Pero pronto me pongo a nadar y mi cuerpo se relaja.

Esto es vida.

Llego a la otra orilla y descanso. Y como a mi me relaja mucho el agua, no se me ocurre otra cosa que inspirar fuerte y sumergirme.

Pero yo soy tonto, así que no me sumerjo en la parte que cubre un metro y diez, no, me sumerjo en la parte honda, que cubre dos metros y cuarenta centímetros.

Soy tonto y mis pulmones son pequeños, así que a mitad de inmersión noto que me estoy quedando sin aire. Esperando que del hundimiento ya esté con los pies casi en el suelo, doy un salto para ver si me puedo dar impulso y salir más rápido. Pero no, ME QUEDA CASI UN METRO PARA LLEGAR AL FONDO, así que estoy en mitad de la nada y sin aire en los pulmones.

Trato de nadar hacia arriba, pero el cerebro me está diciendo que no llego a la superficie. En casos extremos, aunque sin aire, mi cerebro siempre será negativo.

Mis pies hacen lo que pueden y mis manos luchan contra el agua que todavía tengo encima. Pero allá en lo alto, veo un punto de luz y espero que sea el sol que se filtra por las ventanas de la piscina climatizada y no el final del túnel.

Mamá!!Aunque sea la mamá de Laura!!

El punto de luz se acerca y mi cerebro está diciéndome que no vaya hacia él, pero no le hago caso porque recuerdo que está casi sin oxígeno (¿Casi?), así que sigo hacia arriba y por fin, llego a la superficie.

Inspiro todo el aire que puedo para que mis pulmones dejen de quejarse, toso un poco y miro a mi alrededor. Un señor de la misma calle que yo me mira un poco raro, aunque el raro debo de ser yo porque casi no puedo respirar todavía y debo estar más azul que el fondo de la piscina (y eso que no he llegado a pisarlo), pero hago como si tal cosa (soy un rey en esto de intentar disimular el ridículo) y voy hacia el otro lado de la piscina nadando de espaldas, que me canso menos y puedo recuperar el aliento.

Nos leemos en el siguiente, si es que lo puedo contar,

Elliot.





3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola, Elliot.
Sé que nos vamos a ver en casa dentro de nada, pero tenía que decírtelo. El ser humano es cruel y tu diario lo reafirma: NOS ENCANTA REIRNOS DEL MAL AJENO. Tú casi te mueres en la piscina y yo me parto de la risa cuando me lo cuentas.
La vida no es justa, así que sigue para que podamos sonreir más a menudo.
Un beso,
Laura.
PS: Por cierto, impagable tu gorro de baño ;)

MJ dijo...

Jo, Laura, mira que llegas a ser malvada... Pobre Elliot... Ha tenido que sufrir y tu te regodeas en su miseria.

Aunque, todo sea dicho, gracia tiene... pero para reirse interiormente y no reconocerlo ^^ (ser mala sin dejar que se sepa).

Nos vemos!

Laura Marta dijo...

Claro, claro, ahora todo son buenas palabras. Pero lo mal que lo pasé no se lo deseo a nadie (¿o sí?;))
Aquí el tonto es Elliot, porque es el único que cuenta lo que le pasa.
Pero bueno, todas las risas tienen su encanto, incluso las interiores. (Será que tengo asma porque mis pulmones se estarán riendo? Lo pienso.)
Nos leemos,
Elliot.