08 julio 2007

Todo por el trabajo 1ª parte

Me voy este fin de semana a casa de Laura.

Me compro el billete para una hora prudencial, pues salgo de las prácticas veraniegas a las seis. Hora de salida: 19: 50. Llegaré tarde a casa de los padres de Laura, pero no perderé el bus.

Mi profesor de las prácticas me dice que no hce falta que compre el billete tan tarde, que me dejará salir antes porque la jefa se va a las tres y podré llegar al bus de las siete. Vale, mucho mejor. Cambio el billete. Hora de salida: 19:00. Llegaré a casa de los padres de Laura un poco antes.

Pasa la mañana. De repente surge un problema que no se soluciona con el método habitual. La jefa se tiene que quedar un poco más.

A las tres me voy a comer con la esperanza de que a mi vuelta, la jefa ya no esté y pueda salir antes.

Como en veinte minutos y vuelvo ilusionado al zulo donde nos tienen metidos. Abro la puerta despacio y... TACHÁN, la jefa sigue allí, en su mesa, hablando por teléfono...

Pasan dos horas y yo ya estoy desesperado. Las cinco y media y yo sin poder salir de allí. Mi compañero profe me mira con cara de impotencia.

A las seis en punto empiezo a recoger las cosas. La jefa me mira. Yo la miro. Su mirada, como siempre, es mejor que la mía, así que vuelvo a sentarme en la mesa y miro por decimotercera vez el reloj. No llego.

A las seis y cuarto la jefa se va. Espero diez minutos y salgo corriendo yo detrás. Espero que no se haya quedado hablando con la recepcionista porque si no va a ser una pillada tremenda.

Tengo suerte y me puedo ir del edificio sin problemas.

Vuelo, el metro no llega, son las siete menos cuarto. Llega el metro, se para a mitad de camino: avería. Miro el reloj y veo en la esfera cómo el bus que me lleva a mi tierra de acogida arranca sin mi. No lloro porque se supone que ya no tengo cinco años, pero me gustaría.


Al final llego a las siete y media a la estación. Si no le hubiera echo caso a mi profe/compañero podría subirme en el próximo bus. Voy a taquilla, suplico un poco y me dicen que me dan plaza (sin coste alguno) en el siguiente. Sonrío, pero pocome dura la sonrisa cuando la tquillera me comenta que al ser viernes, de julio, no hay plazas hasta el bus de las nueve de la mañana del día siguiente. Aquí ya no puedo más y lloro. Sí, vuelvo a tener cinco años ¿y qué?


Me voy a los andenes y me siento. Tengo la mínima esperanza de que algún despistadillo no llegue a tiempo al bus y pueda ocupar su lugar. En el bus de las 19: 50 no hay sitio. Trato de sujetar las esperanzas que se van marchando de mi mochila cantando "Pringao, eres un pringao".

En el bus de las ocho y cuarto pongo más esperanzas, pero resultan vanas. Tampoco hay sitio.

Comienzo a pensar que mejor irme a casa y volver al día siguiente, pero me da tanta rabia que decido esperar un poco más, hasta las nueve.

Y ahí, por fin, tengo suerte. Me subo al autobús y conecto los cascos. Cuatro horas más tarde estaré en mi casita de adopción. Jeje, qué mal rato, jeje...

CONTINUARÁ...




Nos leemos en el siguiente,




Elliot.


No hay comentarios: