26 mayo 2006

"Homenaje a C." (Primera parte)

Como podéis comprobar a la derecha, me he cortado el pelo, estaba un poco harto del pelo largo y he decidido cambiar de look, ahora que llega el buen tiempo...

Y después de ver una película que me ha dejado bastante KO, no tengo muchas ganas de contar nada en el diario, tamcpo me ha pasado nada destacable, así que...

Voy a aprovechar para rendirle mi pequeño homenaje a mi amiga Cristina, la que me da vida cada vez que me toca (y hasta aquí podemos leer).
Vayan para ella estas dos páginas de diario que ya son antiguas (en realidad no tanto, pero para mi ha pasado como una eternidad, ¿me estaré haciendo viejo?), pero que no había pasado al ciberdiario.

CRISTINA, DISFRÚTALAS, SON PARA TI...

"Si es que no se me puede dejar salir de casa.
Son las siete de la tarde de un jueves, el profesor tiene que coger un avión y nos comunica que no va a seguir dando clase porque si no, no llega a tiempo. Genial, tengo tiempo de sobra para saludar a un amigo y marcharme, tranquilamente a Madrid a ver el espectáculo de Tricicle: SIT. (trabaja 13 horas en un rodaje y te lo podrás permitir)
La visita al amigo se alarga con la llegada de otro amigo y con sorpresa incluida (una de mis pelis favoritas, gracias Bazaltar)
A las 19: 44 salgo corriendo al tren, llego, con tranquilidad. De pronto veo a mucha gente esperando en el andén, ¿qué ocurrirá?
Oigo que un poli le dice a una señora: AVERÍA. Perfecto. Mira que salía con tiempo, ¿eh?
Opto por la segunda vía: el autobús, pero mientras voy corriendo a la parada (corriendo, y es que hoy he perdido kilos y me he vuelto a poner en forma) observo la cantidad de coches que pitan y colapsan la salida de mi poblado. Malas vibraciones…
Veo llegar un bus, vuelo y freno en seco (ríanse del bip, bip del Correcaminos), es el 428. Mierda, o merde, que parece más fino. Llega otro bus, otra merde (que uno está bien educado) el 488.
Me decido, hay muchos coches, así que parto más veloz todavía hacia, de nuevo, la estación de tren. Voy mirando si aún hay mucha gente pero para mi agradable sorpresa ya no queda nadie. O se han suicidado en la espera o ha llegado el tren.
Me da miedo mirar el reloj y me entran unos sudores fríos cuando veo en el cartel luminoso que el tren para Atocha llegará en cinco minutos, empiezo a hacer cuentas y creo que no llego, pero ni de Blas, a la función. Comienzo a tener unos pequeños temblores cuando recuerdo, fotograma a fotograma cómo le fui dejando los billetes a la taquillera cuando me dio la entrada. No puede ser: TENGO QUE LLEGAR!!!!!!!!!!!! Y lo que es peor, A TIEMPO, pues todos sabemos que no se puede pasar si la representación ha empezado.
Como suele ocurrir en esta estación de cercanías tan curiosa, resulta que de cuatro minutos que marca el cartel pasamos a uno, parece que todo va a ir mejor a partir de ahora (qué iluso)
Monto en el tren, con las manos agarrándome la manga del chaquetón para no mirar el reloj, pero en todos los vagones hay un cartelito que te va indicando la temperatura, la próxima parada y, maldita sea, la hora: 20:13 y AÚN POR VILLAVERDE ALTO.
Paramos, no sube ni baja nadie, pero el tren sigue parado, y a mi se me empieza a cerrar el ojo incontrolablemente. Un tic, nervioso? No, frenético.
En un acto medio nervioso, medio esquizofrénico, comienzo a cerrar las puertas del tren, me paseo por todos los vagones para ver si de una vez arrancamos.
A las 20: 15 lo hace y parece que después me hace caso y, por miedo a terminar mal, en la siguiente parada, casi no descansa. Bien, muchacho, bien, sabes lo que te conviene…
Y de repente, enfrente del hipercor de Méndez Álvaro: se para. Y mi corazón empieza a bombear de tal manera que el compañero de asiento me mira con cara de miedo………Tengo las mandíbulas tan apretadas que creo que se me van a salir los dientes.
Por megafonía escucho: próxima parada: atocha, y el tren comienza a moverse. Por fín. A esto la hora sigue inexorable su camino hacia mi destrucción, o si no destrucción física, si un momento de mala ostia que no puedo con ella: 20: 23. En siete minutos empieza la obra, aún tengo que llegar a atocha, salir de allí, ir hasta la calle del Congreso, llegar a Sol, subir por la calle de la FNAC, alcanzar el cartel de Swcheppes y bajar la Gran Vía hasta, por fin, entrar a ver SIT. Pero recuerden: yo todavía no he bajado del tren!!!!!!!!

Me levanto, como si ese movimiento fuera a trasladarse al tren y éste se moviera. Lógicamente, esto no ocurre en la vida real, despierten. Alma de cántaros…

Pensando en todo el camino que he de hacer en menos de siete minutos no me doy cuenta de que el tren se ha dignado moverse, despacio, despacio, despacio, como alargando mi tormento con gran parsimonia y crueldad.
Llegamos a atocha sin hacer ruido, casi sin notar el freno, pues creo que hubiera ido más rápido andando. Salto del vagón y me zambullo en la multitud con una mala educaciñón, que si me hubiera visto mi mamá no me hubiera reconocido. Pero la ocasión no permitía ir de buenas maneras intentando no empujar a la gente que se empeñaba irremediablemente en ponerse en mi trayectoria. Fue en ese momento cuando empecé a pensar que todo era un juego, todo estaba coordinado para que yo no llegara al teatro. No me había pasado nunca pero la gente se ponía delante de mí con maletas, perros y demás obstáculos como a Truman se le ponían los coches delante para que no se fuera de su ciudad.
No se crean que esto de la conspiración lo digo por decir, cuando salí no de Cuba, sino, por fin, de la estación, voy a pasar por el Ministerio de agricultura (creo) veo ante mi, cómo un grupo de personas bastante amplio se está concentrando en la puerta, pero no son personas normales, no, son jóvenes con pasamontañas (hace frío, pero no tanto) y detrás de ellos una masa ingente de Power Rangers; es decir, policías militares con escudos de plástico más grandes que yo que se encargan de cachear a la gente. Mi carrera ha parado en seco, sólo falta que me confundan con un terrorista y me detengan (que alguna vez, ejem, ejem…)
Paso despacito y con la cabeza metida en el abrigo para hacerme invisible (juegos de niños que quedan en la memoria y que no se van de mayores) y paso tranquilamente y de puntillas por todo el rebaño de polis. Al girar la esquina: a correr de nuevo. No veo ni el macdonalds, ni el vips, ni el hotel, ni el congreso, ni sol, ni la fnac, ni la gran vía; sólo veo las lucecitas del teatro que me parpadean insistentes: tienes que llegar, pero igual no te dejan pasar; tienes que llegar, pero igual no te dejan pasar…
De reojo miro el reloj de sol (la plaza, no el mecanismo, pues estamos de noche) y descubro que son menos veinte. Ya está, se acabó, no lo he conseguido. Pero como yo soy del norte, y mis piernas ya no pueden parar de correr, sigo por la calle sorteando a las miles de personas que salen y entran de las tiendas en busca del regalo más apropiado para esta navidad. No sabrán de sobra que no van a acertar y que esos supuestos amigos que reciban el regalo, lo devolverán en cuanto puedan para comprarlo más barato en rebajas? Consumismo indiscriminado, cómo nos engañas…
Veo al fondo de mi mente el teatro y esas bombillitas que me incitan siempre que paso a coger una piedra e intentar apagarlas todas, como las velas de una tarta. Como ven, los esfuerzos que me supuso hacer el camino Atocha-Gran Vía en siete minutos ha dejado en mi la más baja de las satisfacciones humanas: la destrucción.
Llego a la puerta del teatro y, oh! , un cartel me anuncia que la función ha empezado y que no se podrá acceder a la sala. Me siento en el suelo del hall y siento que unas lágrimas furtivas empiezan a asomar en mis ojos, mis pulmones se resienten todavía de la carrera y mi bolsillo todavía más del desembolso inútil.
Pero, doble oh! (oh!, oh!), mi cara debe transmitir tanta pena que el acomodador se ha apiadado de mi y me abre la puerta, me echa una pequeña bronca de que al teatro se llega puntual y esas cosas que ya sé pero fastidia tanto que te las recuerden, y me acompaña al interior de la sala donde para mi sorpresa (triple oh!) TODAVÍA NO HA EMPEZADO LA FUNCIÓN!!!!!!!!
En ese momento se apagan las luces y con mis pulmones todavía en Atocha, se abre el telón.


PS: La función es maravillosa, me lo he pasado en grande, quizá fruto en un porcentaje bastante elevado de que me ha costado sangre, sudor y (casi) lágrimas, llegar a verla. Y ME HAN DADO UNA SILLA DE RECUERDO!!!!!"


Nos leemos en el siguiente,

Elliot.

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