09 octubre 2008

La venganza de las puertas automáticas

De nuevo ha empezado el cole.

Y como siempre, uno continua haciendo el ganso.

Salgo de clase, bajo las escaleras y me dirijo a la calle.

Nunca me han gustado las puertas de la universidad en la que estudio porque son muy lentas en abrirse.
Así que siempre lanzo el pie primero, como una pequeña patada (pero sin llegar a golpear la puerta, sólo para que se asuste y se abra antes), para poder salir sin esperar.

Hoy he hecho lo mismo.

Manos en los bolsillos, cremallera de la cazadora hasta arriba y cabeza encogida en el cuello de la cazadora.

Voy a salir, echo el pie ligeramente para atrás (siento cómo la puerta se está poniendo nerviosa y se va a abrir en un segundo), mi pie avanza poco a poco, ya pasa por la altura de la otra pierna, continúa y... KLANK. La puerta no se abre y se come una patada de mi zapatilla morada.

Me quedo paralizado. La puerta NO me ha respondido. Y de hecho, se ha abierto porque había un chico a mi lado, que si no aún se está riendo de mi en mis narices, cerrada, claro.

Continúo mi camino, despacio. Todavía estoy en estado de shock. No se ha abierto.

En mitad de las dos puertas (sí, en esta universidad ande o no ande, dos puertas) me giro para comprobar si es que no funciona el sensor de abrir las puertas en el centro y sí por un lado.

Pero continúo caminando con la cabeza hacia atrás.

Y cuando voy a pasar la segunda puerta...

SORPRESA!!!!

La segunda se está cerrando... CONMIGO EN MEDIO!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Me tambaleo de un lado a otro con mis hombros cada vez más juntos, porque la puerta NO SE ESTÁ CERRANDO y yo me estoy quedando espachurrado en medio.

Alguien se apiada de mi (sí, bueno, después de un último buajajajajajaja) y se acerca a la puerta para que se abra. Tras un último empujón en el que siento que mis ojos se van a salir de sus cuencas, la puerta relaja su fuerza y se abre.
Yo trato de mantener la calma y me arreglo la cazadora mientras mis ojos vuelven a colocarse en su sitio (plop, plop) y sigo mi camino. (mira al suelo, Elliot, para que la gente que está fumando en la calle no te reconozca, que tienes que volver por aquí durante mucho tiempo...)

Pero cuando no he caminado ni dos pasos, un tipo vestido con uniforme y con una porra en vez de móvil colgándole del cinturón me llama:

Érase un hombre a una porra pegado:
- Eh!, tú.

Eh, tú (deduzco que soy yo):
- ...

Érase un hombre a una porra pegado:
- ¿Cómo es eso de ir por ahí dándole patadas a las puertas?

Eh, tú (confirmado que soy yo porque me ha tocado el hombro para pararme):
- ENCIMA!!!! ENCIMA ME DAS LA BRONCA. Encima de que casi me mata la puerta esparruchándome, encima vienes tú y me gritas. Amos, hombre.

Y sigo mi camino.

Vale, la última parte sólo la pensé, pero por mi mirada (hacia el suelo) seguro que el de seguridad se ha dado por enterado... ¿no?

Ay, qué bonito es soñar que eres otra persona...

Nos leemos en el siguiente,
Elliot.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Jajajajajaja, por un momento creí que te habías vuelto loco (y suicida) del todo y te habías enfrentado al guardia.La aclaración ha sido muy graciosa!
El hombre de las gafas.

Laura Marta dijo...

Ganas no faltaron.
Pero Laura ya tiene suficiente con sus propias cosas como para ir yo y llamarla desde la cárcel.
Lamentablemente, me creería.
Y, lo que dudo es de que me sacara enseguida...

Nos leemos,
Elliot.toillE