19 agosto 2008

Repóker de baños

Últimamente, Laura y yo nos paseamos mucho por una librería del centro.
La semana pasada, sin ir más lejos, ahí estábamos los dos mirando libros de filosofía y autoayuda, que buena falta nos hace.
Después de habernos leído medio libro sobre los epicuros y unos cuantos capítulos más sobre Kant (nótese que vamos a esa librería a leer, pero rara es la vez que acabamos comprando algún libro) yo necesitaba con cierta urgencia ir al servicio. Mientras, Laura aprovechaba mi ausencia y se adentraba en el desconocido, pero atractivísimo mundo de los Libros de Bolsillo.

Pregunté si en esa librería había baños y me dijeron que sí, que en la quinta planta. Así que allá me fui.

Llegué y me encontré con 6 cabinas y como soy animal de orden cronológico, entré en la primera.

Pero salí en seguida. No había papel. No es que sea excesivamente raro por estar tierras, pero como había otras cinco cabinas y era el único ocupante de la sala, pensé que en alguno habría. Con comodidades, el placer se disfruta más.

Así que entré en la segunda cabina.
Y volví a salir enseguida porque en este lo que no había era luz. Y como la puerta llegaba hasta el techo, no entraba nada de la iluminación de fuera.
Mis ganas de orinar aumentaban, pero quedando aún cuatro cabinas por descubrir, pensé que en alguna se alinearían los astros, digo, el papel y la luz.

Así que entré en la tercera cabina.
Y salí mucho más deprisa que en las anteriores. Un folio pegado con cinta aislante me dijo que "Estaba averiado", el baño, no el folio. O eso supuse... Bueno, quedando todavía tres cabinas...

Así que entré en la cuarta cabina.
E inspeccioné. Papel: Sí. Luz: Sí. Funcionaba: Sí (o por lo menos no me decía lo contrario ningún papel). Vale. Este sí.
Ya puedo disfrutar de uno de los mejores pequeños grandes placeres de la vida.
¿Seguro?
Nooooooooooo.
Al entrar en la cabina me doy cuenta de que el cerrojo está estropeado con lo que no puedo cerrar la puerta. Yo no soy ningún escrupuloso, pero creo que hay gente rara ahí fuera que sí lo es. Habíamos entrado en la librería a leer gratis, no era cuestión de acabar el día en la comisaría por escándalo púb(l)ico.

Así que... (un poco nervioso, viendo que mis ganas de orinar aumentaban en proporción inversa a las cabinas que quedaban) sí, entré en la QUINTA cabina.


En la que, por fin, mis ganas de orinar terminan contentas y desahogadas. Y yo, también contento y, sobre todo, aliviado, salgo de los servicios prometiéndome a mi mismo que la próxima vez que salga de casa llevaré: papel higiénico, una linterna, un desatascador y un candado.
O eso, o salgo meadito de casa, que también es buena opción.



Nos leemos en el siguiente,
Elliot.

2 comentarios:

aikugur dijo...

No es por dármelas de listo, pero en el caso de que no hubiese aparecido el 5º baño siempre podrías haber cogido el papel de cualquiera entre el 2º y el 4º y haber regresado al 1º. A veces la vida nos pide que rompamos barreras... aunque estas sean tan finas como "exportar" papel higiénico de un servicio al contiguo...

Laura Marta dijo...

Tienes toda la razón, Aikugur, aunque en mi cabeza siempre estaba la idea de que en uno de los baños TODO estaría correcto. Si no era así, sin duda hubiera hecho el baño a mi medida: papel de uno, luz de otro, cerrojos de todos...
Ya que estamos, ¿por qué no hacer el baño ideal?
Y supongo que también influyó que Miss Ganas de Orinar bloqueara mi mente.
Pero gracias por el consejo!

Nos leemos,
Elliot.