07 julio 2008

Menos mal que la tontería a oscuras, no se ve

Empezamos a acostumbrarnos a nuestra nueva casa y para ello nos imponemos hablar con el vecino de arriba para comentarle un problema que tenemos con la antena de la televisión.

Subimos al sexto, llamamos, hablamos con el tipo (muy simpático él, todo hay que decirlo) y volvemos a bajar a nuestro hogar con la satisfacción de los retos conseguidos.

A mitad de tramo de escalera oigo que unos vecinos de mi mismo rellano abren la puerta. Bien, ya que estamos de socialización vecinal, no estaría mal conocer a los que comparten espacio.

Pero, quedándome escasamente cinco escalones, la luz se va y se queda el rellano a oscuras.

Los vecinos que salen de su casa todavía no han llegado al interruptor de la luz que está justo al lado del ascensor y enfrente de donde yo estoy bajando.
Trato de ser amable y moverme más rápido que ellos para encenderla yo (amable hasta el asco, sí).

Pero todavía no controlo bien cuántos escalones hay. Fallo en mis cuentas y bajo un último escalón cuando todavía quedaban dos.

Resultado: Elliot en el suelo, pero tratando de no hacer ruido (denme un poco de tiempo en descubrirles a mis vecinos que comparten ascensor con el ridículo personificado); el vecino con la bolsa de la basura en la mano al que le quedan todavía dos pasos para llegar al interruptor y la vecina desde la puerta de su casa diciéndole que suba en seguida, que no se entretenga por ahí (teniendo en cuenta que los contenedores están en el mismo portal, como no se entretenga contando las veces que se puede abrir y cerrar la tapa antes de que se rompa, no le encuentro yo muchas más opciones de diversión).

Yo sigo en el suelo, pero me arrastro y aguanto todo lo que puedo para que mis rodillas se recuperen del golpe y pueda volver a levantarme, pero debo darme prisa antes de que el vecino alargue su mano y encienda la luz. (no me apetece que nuestro primer contacto vecinal sea agonizando desde el suelo)

En el mismo momento en que su mano roza la mía encima del interruptor, me incorporo haciendo crujir de dolor todas mis articulaciones y enciendo la luz con una sonrisa en la cara.
El vecino me mira con una cara de "de dónde demonios ha salido este tipo? si el ascensor no está aquí y no he oído ruidos de escalera... ¿ha salido de la pared?" que no puede con ella (lástima la cámara de fotos), pero yo soy más rápido y le digo un "Buenas noches, qué buena noche hace hoy" que le deja sin poder reaccionar ante su asombro.
Él me responde aún dubitativo ("de la pared, la pared, pared, red"), pero yo ya me escabullo por el pasillo en busca de mi querida casa.

Llego a mi habitación, mis rodillas están llorando y yo también, aunque ellas lo hacen por dolor y yo porque no puedo aguantarme la risa. Si la cara del vecino ya era lo suficientemente perturbadora cuando me ha encontrado allí, imagínense si además me encuentra tirado en el suelo. Se mudan o llaman a la policía, y conociéndome, seguro que opta por la segunda opción.

Dicen que es de sabios reírse de uno mismo, ¿no? Pues eso. Y si no lo dicen, ya estoy yo para compartir mi ridículo con ustedes.

Nos leemos en el siguiente,
Elliot.

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