16 julio 2008

Futuro y yo

Paso mucho tiempo en autobuses, como habrán podido comprobar, y me gusta ir mirando por la ventanilla mientras pienso en lo que voy a hacer al día siguiente.
Nunca me ha gustado hacer planes, más que nada porque casi nunca me suelen salir. Así que me dedico a pensar, única y exclusivamente, en las 24 horas siguientes a mi estado actual. Sólo eso.


Así que ahí estaba yo, camino del trabajo, pensando en la comida que me haría para el día siguiente, el libro que tengo que empezar porque ya he terminado el de esta semana, la película que cogeré en la biblioteca del barrio para verla por la noche, la música que pondré a bajar en el ordenador. Pero en un momento de debilidad mi cerebro empieza a pensar en Futuro, en la semana que viene, cuando iré a casa de los padres de Laura a pasar una semana entera, sin hacer nada. Paseando, visitando amigos (de Laura), yendo al cine, tomando el sol en un parque mientras nos comemos un helado... Vaya semana. Tengo ganas de que llegue, pero no excesivas, porque luego tengo la sensación de que se termina muy pronto todo lo bueno. Me gusta disfrutar de Presente.

Y entonces... todos mis pensamientos se derrumban al ver cómo Futuro ha conseguido alcanzar el autobús en el que viajo y ha llegado tan rápido que no he podido disfrutar de la comida de mañana, ni del libro, ni de la película, ni mucho menos de la semana relajada en casa de los padres de Laura. Futuro me atropella en forma de cartel:

"Ya está a la venta: LA LOTERÍA DE NAVIDAD. ¿Y si cae aquí?"

¿Lotería de Navidad? ¿Ya? Y mi libro, mi comida, mi película de mañana, dónde se han quedado?

Definitivamente, Futuro siempre es más rápido que yo.
Empieza a no caerme bien este tipo.

Nos leemos en el siguiente,

Elliot.

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