23 junio 2008

Cómo arruinar una noche por unos milímetros

Domingo por la noche. Hace calor en la calle, pero has conseguido que tu habitación esté con una temperatura muy agradable.

Has terminado de leer el capítulo y decides que ya es hora de dormir.

El día ha sido cansado, pero no en exceso, así que empiezas a cerrar los ojos con una amable sonrisa en tu cara.

El vaso de leche tras una cena estupenda te ha sentado tan bien que notas cómo todos tus músculos empiezan a adormilarse.

Está todo para pasar una noche realmente relajada, tranquila y reponedora.

La paz se apodera de ti...

Qué bien vas a dormir...

Qué bien vas a descansar...

Qué bien te vas a levantar...


Hasta que...

BZZZZZZ


Crees que ha sido tu imaginación. QUIERES CREER que ha sido tu imaginación. Has sentido una onda de apenas un microsegundo, pasar cerca de tu oreja derecha. Y no quieres creer que sea lo que estás pensando...

Pero el cerebro es malo y te dice que ha sido real, muy real. Y te lo susurra al oído: "Elliot, hay un mosquito en la habitación"

Ya está. Ya ha tenido que fastidiar la noche.

Enciendes la luz y tus ojos se convierten en los de Spiderman: miras de un lado a otro, casi sin moverte, como si el mosquito no se percatara de tu presencia si no te mueves (como no medimos unos cuantos centímetros más que los bichos, ellos ni se enteran, claro...)

Y empiezas a ver manchitas negras pasar por delante de la lámpara. Pero en realidad es el cerebro que, malo malísimo, está jugando contigo...

Pero, tres horas más tarde, una de esas manchitas deja de serlo para convertirse en ese ser sucio, cruel, vengativo, malicioso que ha osado interrumpir tu reparadora noche.

Fijas la mirada en él como un chacal sobre su presa. Esperas a que se pose en la lámpara. Esperas a que esté distraído lamiéndose sus patas, te mueves sigilosamente y: ZAS!!!

Acabas con el mosquito. Vamos, con el mosquito, la lámpara, la mesilla y todo. Pero has acabado con él.

Te sientes un héroe. Batman a tu lado es un payaso vestido de negro.

Te acercas a tu víctima, que agoniza estirando todas las patas.

La rematas en un acto tan vengativo que hasta te asusta.

Hasta que te das cuenta que mide apenas un centímetro y ha sido capaz de fastidiarte la noche.

Y de héroe pasas a estúpido integral. Entierras a tu víctima, que empieza a darte pena, en la papelera. Vuelves a meterte en la cama, te tapas hasta la barbilla, tus ojos se humedecen y sabes que vas a pasar una muy mala noche, sintiéndote cruel y humillado a partes iguales, porque un ser vivo de apenas unos milímetros ha sacado lo peor de tí.

Hay qué ver qué poder tienen estos bichos...


Me pregunto cuánto tardarán en dominar el mundo...

Y la pregunta me asusta... mucho...

Mañana me levantaré muy, muy cansado.


Nos leemos en el siguiente,

Elliot.

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