20 junio 2008

Atrapado en el tiempo

Empiezas el día a las siete y media de la mañana. Ya vamos mal.
Vas de becario de verano por las tardes. Y como no sabes qué hacer el resto de las horas del día, te apuntas a un curso.
Así que estás todo el día fuera de casa y tus compañeros de piso son entes que dejan ricos bizcochos de zanahoria en la cocina o que te dejan el correo encima del escritorio (aunque hace taaaantos días que no veo la superficie de la mesa...)
Ves el sol un par de minutos por la mañana y unos segundos por la noche.
Sales del curso a la una y tienes que entrar en las prácticas a las dos. Entre medio, una hora para ir de las clases a las prácticas, ir a comprar, preparar comidas del día siguiente, hacer las tareas del hogar y todo eso, con tiempo de transporte incluido.
Y así pasan las cosas que pasan.

Que vas a coger el metro que te lleva de un sitio a otro. Pero miras el reloj y ves que tienes tiempo para irte a comprar algo de comida. Porque comer comes poco, pero de vez en cuando... uno tiene sus vicios.
Así que cambias de idea y decides coger el tren, y no el metro, para acercarte a una frutería del barrio.

Y llegas al andén y esperas. Haces cálculos mirando el reloj (llego a las 1320, pago a las 1330, tren a las 1340, en el trabajo a las 1400, fijo) y sigues esperando.
Pronto te das cuenta que tus cálculos hay que volver a hacerlos; el cartel que anuncia el tren lleva unos cinco minutos marcando que sólo falta 1 para que llegue. Y no llega.
En la tienda a las 1330, pago a las 1340, tren a las 1350, en el trabajo a las 1400, puede.
Vuelves a mirar el cartel. Ahora te marca que quedan 3 minutos (y ya han pasado diez desde que estás ahí)
Tienda: 1335, pago a las 1345, tren a las 1355, en el trabajo a las 1400, bueeeeeno, va a ir allí, allí.

Y entonces ocurre: una voz que llega desde el más allá, pero que siempre, siempre, siempre trae malas noticias te dice que: "Por problemas ajenos a Renfe (sí, ya), el tren circula con retraso", pero en realidad lo que escuchas es: ELLIOT, NO LLEGAS A TRABAJAR!!!!

Así que esa voz decide por tí. Ya compraré peras el año que viene, me voy al trabajo. Y vas a salir de la estación y... NO PUEDES.

Pero no puedes literalmente. El billete te dice que ya lo has pasado una vez y que no puedes volver a pasarlo para salir.
Te quedas mirando alrededor y no ves a nadie que te pueda indicar qué hacer, ni siquiera hay alguien para poder colarte detrás de ella cuando pase.
Sólo puedes imaginar la cara de idiota que estás poniendo en ese momento.

Y sólo se te ocurre hacer una estupidez más que añadir a tu laaaaarga lista de estupideces: coger el tren (que llega con retraso) y bajarte en la siguiente parada. Cambiar de andén y coger el tren que vaya de vuelta al mismo punto en el que estás ahora.

Ahora sí que puedes salir de la estación de tren, coger el metro que te lleva al trabajo y llegar al trabajo cinco minutos tarde.

Y llegas al trabajo, tarde, cansado, más estúpido que nunca y sin peras.
¿Qué más se puede pedir?

Nos leemos en el siguiente,
Elliot.

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