12 abril 2010

Volareeee, o no

Nuestra aventura danesa termina y el aeropuerto es lo último que veremos de estas tierras que nos han acogido durante estos meses. Pero, ¿acaso pensaban que nos podíamos ir sin una última situación surrealista?
Llegamos al aeropuerto y vamos a facturar. Como las máquinas no nos gustan, preferimos ir al mostrador a pesar las maletas (con el miedo que produce este acto siempre)y a decir nuestras últimas palabras en danés.
Antes de empezar la historia, les indicaré que por hacer un gesto social, compramos un billete que iba de Copenhague a Barcelona y tras dos horas allí, cogíamos otros avión para llegar a Madrid. Es decir, para un viaje que normalmente dura tres horas y media, íbamos a estar casi doce entre unas cosas y otras. Pero todo sea por eso de hacer vida social...
En el mostrador, tres horas antes del vuelo (o fueron cuatro?) nos atiende una chica muy amable que nos dice que hay overbooking en nuestro avión. Como nunca nos había pasado esto, le preguntamos una y mil veces qué pasa con eso y nos explica: "Bueno, pues que en vuestro vuelo igual no hay asiento para vosotros (¿cómo que no, que tengo billete desde hace dos meses?) y que os tendríamos que reubicar en otro avión que, lamentablemente no hace escala en Barcelona, sino que va directo a Madrid" (¿Lamentablemente?) Laura me da un codazo para que no sonría y ambos ponemos cara de circunstancias. Como nos ve esa cara de "Jo, qué lástima, vamos a perder el apasionante viaje a Barcelona y la consiguiente espera porque hay overbooking..." nos dice que por las molestias causadas se nos recompensará con una gratificación económica. Madre mía, se me está saliendo la sonrisa y no me puedo contener!!!!!!!
Así que pillo la primera maleta y la pongo encima de la cinta, no veo el peso pero he aprendido a rezar sólo para este momento, así que confío en los astros. Pongo la segunda maleta y Laura está empezando a sudar.
Afortunadamente, la chica del mostrador nos felicita con una gran sonrisa: "Qué suerte, entre ambas maletas pesan justo 20 kilos". Estos astros buenos...

Así que con la mochila y con un billete de "Voluntario" en la mano nos pasamos dos horas recorriendo las tiendas del aeropuerto. Llega la hora de embarcar y sigo hablando con los astros para que haya overbooking.
Llegamos al mostrador, decimos que somos "Voluntarios" y nos apartan a un lado junto a una chica que también es española. Nos comenta que le ha pasado lo mismo, pero nos invita a ir en ese avión si sobran las plazas porque ella prefiere ir a Madrid directamente. Ah, claro, nosotros también así que... esto puede ser la guerra.

Va pasando todo el mundo, incluidos los amigos con los que había quedado y que me saludan con la mano desde el interior ya de la sala de espera. Yo no paro de acordarme de las estrellas polares, fugaces y las que tengo pegadas en el techo de mi habitación.
Es la hora del cierre de puertas y la azafata, con una sonrisa enorme, nos dice que hemos tenido suerte y que han sobrado plazas, así que nos podemos subir a ese avión... ¿Suerte? No diría yo eso... y como perder no perdemos nada si preguntamos, Laura le dice si no podríamos ir en el otro avión. Imposible, sigue diciendo con su sonrisa. Así que no tenemos más remedio que entrar en el túnel del avión y esperar a sentarnos en algún asiento libre.
Pero, cuando ya nos íbamos a sentar, la azafata nos manda salir a la otra chica española y a nosotros. Nos comenta que ha venido una persona de última hora y que uno de nosotros se puede ir en el avión directo. Las miradas se convierten en cuchillos, pero como nosotros vamos dos, al final le dejamos a la otra chica. Nos da las gracias y nosotros nos vamos al interior del avión de Barcelona.
Cuando ya estábamos llorando por nuestra mala suerte, dos chicos llegan corriendo y nos preguntan si el avión ya está cerrado. No sabemos nada, así que esperamos a que llegue la azafata. Ella le dice que no, que pueden subir, por lo que nosotros nos quedamos fuera y NOS VAMOS EN EL DIRECTO!!!! Y con 50 euros en el bolsillo por las molestias. Increíble. Lo único malo es que tenemos que hacer una reclamación porque el vuelo salía a las 1420 y son las 1440 por lo que es imposible que ahora nos quiten las maletas y nos las pongan en el avión correspondiente. Así que tendremos que esperar a que llegue el otro avión o dejar nuestra dirección para que nos las envíen a casa.

Tres horas y media más tarde, llegamos a Madrid, con la mochila, ponemos la reclamación y nos vamos a casa más felices que unas castañuelas porque... hemos llegado cuatro horas antes, con cincuenta euros en el bolsillo y sin preocuparnos por las maletas porque nos las llevarán en unos días a casa.

VIVA EL OVERBOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO-KING!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Nos leemos en el siguiente,

Elliot.

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