25 febrero 2010

Llegaremos alguna vez a Estocolmo? (2ª parte)

Pues ya no estoy seguro de llegar porque hemos acertado en la fila, pero...
por qué en la pantalla pone que ese avión va a Ginebra?
Yo ya no entiendo nada, pero Laura está más pendiente de que la maleta le quepa en el mini espacio que deja Ryanair que de mi, así que no nota mi sudor frío por la frente mientras le toco la espalda para advertirle que el billete es para Estocolmo (aunque ya no estoy tan seguro) y esa fila parece que va a Ginebra.
Que, vamos, a mi no me importaría en absoluto, pero como lo que quiero es viajar un poco más lejos del aeropuerto, me da miedo que las azafatas tan simpáticas me digan que no puedo ir a ningún sitio. Y entonces sí que habrá sido el viaje más... elliot de mi vida.

Por fín Laura se vuelve y mira mi cara de susto, la suya también se vuelve así cuando ve la pantalla que le estoy señalando. Pero Laura tiene incluso más ganas que yo de viajar, así que va preguntando uno por uno a todos los pasajeros que tenemos alrededor. Al final, uno de ellos se da cuenta de la pantalla, pero nos tranquiliza. Sí, él también tiene un billete para Estocolmo.
Bueno, problema de muchos... alivio para nosotros.

Así que esperamos en la cola hasta que nos toca el turno. Laura no sé cómo lo ha hecho, pero ha puesto su cara de mala leche (jajajaja) y no ha tenido que poner la maleta en el absurdo espacio ese. Hemos entregado los billetes, nos han devuelto la mitad y nos hemos ido hacia el avión.

Parecían tener mucha prisa las azafatas y es que llevábamos más de media hora de retraso, así que nos han ido dirigiendo hasta las escaleras del avión. Allí es donde Laura ha revisado por cuarta vez sus billetes (ahora no es cuestión de llegar a Estocolmo y quedarnos a vivir allí para siempre, o sí?) y mira si tiene todos los billetes que nos quedan por usar.

Todos? No, a Laura le falta el de vuelta de Londres a Aarhus. Pero, ¿dónde lo ha dejado?
La respuesta me llega en forma de papel cortado. La azafata de la puerta, debido a la prisa que tenía, ha optado por cortar directamente todos los billetes de Laura, en vez de sólo el que correspondía. Así que la cara de Laura se descompone, me tira la maleta, los billetes, el abrigo y no sé qué más y sale volando otra vez hacia el aeropuerto. Ha debido de subir las escaleras de ocho en ocho, dejar un surco a lo Correcaminos por la alfombra porque después me ha contado que ha llegado antes de que la gente acabara de enseñar los billetes.
Entre los nervios y nuestro super inglés, parece que ha mostrado el billete a la azafata y ha conseguido que entendiera, por gestos nerviosos y lágrimas de sudor por la frente, que le habían cortado un billete de más.

Ha vuelto al avión, yo ya estaba sentado con la mochila en el armarito de arriba y le guardaba un sitio a mi lado. Ha llegado, se ha derrumbado y se ha tenido que volver a levantar de inmediato porque una de la azafatas le ha gritado que no podía dejar la maleta en el suelo.
Hemos buscado un sitio en los compartimentos, pero no quedaba nada libre, así que la única opción que nos han dado era dejar la maleta junto al resto de maletas en la bodega.
Nos hemos negado en redondo y en cuadrado porque lo que queremos es visitar Estocolmo y no esperar dos horas a que salga la maleta. Y como los del avión tenían ya ganas de salir volando y nunca mejor dicho, le han dicho a Laura que hiciera lo que le diera la gana (eso lo han entendido hasta los japoneses que viajaban a nuestro lado).
Hemos metido la maleta debajo el asiento y nos hemos abrochado el cinturón cuando el avión ya se movía.

Bueno, parece que la pista está despejada y que nos toca llegar a Estocolmo, por fin...

Nos leemos en el siguiente,

Elliot y Laura

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