02 diciembre 2006

Mi barrio, ciudad sin ley

Diario de una guerra, miércoles 29 de Noviembre.

Bajo del autobús de refugiados que nos trae del poblado donde hemos estado trabajando, Getav, y ya puedo oler la tragedia.

Ninguna luz ni en la plaza, ni en las calles adyacentes, que ya casi no son calles debido a los tanques. La gente ya no sale sin el casco protector y el chaleco antibalas reflectante, por si acaso te cae algún escombro.

Voy corriendo a cruzar el paso para peatones, pero era hoy mucho más peligroso que otros días, la luz se había cortado y los coches no paraban de pasar a toda velocidad. En un acto de valor he cruzado la carretera corriendo, pero con miedo, pues uno de los vehículos no me ha visto y ha tenido que frenar de golpe. Hoy es el último día que voy con mi cazadora negra, tengo que coger uno de esos chalecos fluorescentes.

Durante quince minutos ninguna luz nos iluminaba el camino a casa y la gente estaba más nerviosa de lo normal.Al girar la esquina que conduce a la calle de mi casa, me encuentro con un grupo de bomberos que trata de sofocar un fuego provocado por la última bomba proveniente del frente sur de la capital, Madrij, tan bonita antes...


Los bomberos también tienen problemas para apagar el fuego, pues se ha efectuado en uno de los túneles subterráneos donde no para de salir gente proveniente de cualquier punto de la capital camino de un lugar seguro. Ahora mismo mi barrio no lo es, en absoluto.

Paso por delante del coche de bomberos y me dirijo lo más rápidamente que puedo hacia mi casa. Y en el camino me encuentro más indicios de que esta guerra va a ser larga. Tres tiendas tenían los cristales rotos, dos papeleras estaban destrozadas debido, supuestamente al impacto de la misma bomba que tiene en vilo a los bomberos treinta metros más abajo, y yo sigo corriendo hacia mi casa.

Llego a mi portal y meto la llave. Me encuentro más seguro, pero quiero llegar a mi casa. Subo las escaleras y en el segundo piso me encuentro al, posiblemente, único superviviente que quedará de esta guerra: una vil, negra y despreocupada cucaracha.

A veces quisiera ser una de ellas, sobre todo, cuando tengo que soportar cada día la guerra de la llamada M-30.

Espero sigamos informando,

Jon Elliot Sistiaga.



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